Benjamin Netanyahu no quiere gobernar Gaza, pero sí controlarla. Son los planes del primer ministro israelí reconocidos en público esta misma semana, en una entrevista en Fox News. Aseguró que Israel no busca anexionarse la Franja, sino imponer un régimen de seguridad total. “No queremos gobernarla”, respondió al periodista, aunque sus tropas ya ocupan más del 80% del territorio y se aproximan a los márgenes del sur, donde sobreviven más de un millón de gazatíes.
En palabras de Francisco J. Girao, director del área de Defensa en Atrevia, “el gobierno de Netanyahu ya tiene de facto militarmente controlada la Franja de Gaza”. Lo que viene ahora, añade, podría ser “un régimen de control policial similar al que ya existe en Cisjordania. Cuando las fuerzas militares necesitan hacer cualquier labor de control, se hace sin ningún problema”, explica a Artículo14.

Una ocupación sin salida
Pero el nuevo plan de Netanyahu plantea una pesadilla humanitaria sin precedentes: una invasión total de Gaza empujaría a más de un millón de personas al desalojo, sin un lugar adonde ir. Egipto no está dispuesto a abrir el Paso de Rafah e Israel tampoco ofrece alternativas.
Para la población civil, eso significaría vivir bajo ocupación directa, sin soberanía ni garantías, en un territorio devastado y sin capacidad de reconstrucción ni autonomía. Las vías de entrada y salida quedarían selladas. Y la economía local, ya colapsada, dependería completamente de lo que se decida en los despachos de Tel Aviv.
Lo más preocupante: el desplazamiento forzado de cientos de miles de personas que no tienen a dónde ir. “La pregunta es dónde irían esos palestinos“, plantea Girao”.

Una estrategia desde el inicio
“En Oriente Medio y en todas sus vecindades desde el 7 de octubre de 2023, Israel ha hecho militarmente lo que ha querido”, resume Girao. Desde los primeros días de la ofensiva, el Ejecutivo israelí ha ido más allá de todos los límites que marca el Derecho Internacional. Primero fue la respuesta a los ataques de Hamás, después la ofensiva terrestre, y ahora la ocupación prolongada.
“No sé si este era el objetivo inicial -admite el experto en defensa-. Pero sí lo era acabar con Hamás, y eso plantea muchos problemas”. La organización islamista es mucho más que una milicia: “En el sueño más cumplido de Netanyahu sería acabar con la organización Hamás, pero no con la ideología que subyace detrás”, dice Girao. Y añade: “El pueblo palestino siempre necesitará ese movimiento nacionalista de corte religioso que es lo que es principalmente Hamás”.

El hambre como arma
Mientras tanto, Gaza se muere de hambre. Literalmente. Las imágenes de niños desnutridos, madres desesperadas y colas infinitas para conseguir agua recorren ya todos los medios internacionales. Pero la ONU no puede declarar oficialmente una situación de hambruna porque ni siquiera puede acceder a los datos: no hay acceso a la Franja.
La sospecha, sin embargo, ya es certeza para muchos. “Está sucediendo”, afirma Girao sin rodeos. “Las proporciones bíblicas de la desgracia humana que está sucediendo en Gaza hacen difícil pensar que esté sucediendo sin el conocimiento de Tel Aviv”. Para él, la estrategia es evidente: “Se está presionando a una población que puede tener más o menos comunión con los fines terroristas de Hamás, con falta de suministros básicos”.
Rupturas y advertencias
De momento, la semana se cierra con rupturas diplomáticas hacia Israel. Alemania ya ha anunciado que suspenderá toda exportación de armas a Israel que pueda ser utilizada en la Franja de Gaza. Un gesto sin precedentes. La ruptura diplomática entre Berlín y Tel Aviv, hasta ahora socios estratégicos, marca un punto de inflexión en la guerra.

También en Europa comienzan los avisos en voz alta. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha pedido públicamente a Netanyahu que reconsidere sus planes de ocupación.
En cualquier caso, los planes anunciados por Netanyahu marcan una nueva fase del conflicto, con implicaciones militares, humanitarias y diplomáticas que aún están por definirse. El control total de Gaza por parte de Israel abre interrogantes sobre la gestión del territorio, el futuro de sus habitantes y el papel que jugará la comunidad internacional ante una ocupación que ya es un hecho sobre el terreno.