No hubo sorpresas en las elecciones presidenciales del pasado domingo en Bielorrusia, para variar. El autócrata Alexander Lukashenko celebró su séptima “victoria” consecutiva en las urnas, en esta ocasión con más del 86% de los votos. Un récord personal a la carta. El último dictador del Viejo Continente se cansó de disimular hace ya tiempo. Había ganado comicios anteriores con cerca del 80% de los sufragios, sin embargo, pese a los amaños descarados, siempre había tenido enfrente a una candidata en mayor o menor medida competitiva.
Las últimas dos mujeres que plantaron cara a Lukashenko fueron Tatiana Korotkevich, la primera mujer inscrita como aspirante a la presidencia en la historia del país, y Svetlana Tijanóvskaya, hoy exiliada en Lituania, en las presidenciales de 2015 y 2020, respectivamente. Esta vez ni eso. Aunque la abogada conservadora Anna Kanopátskaya, exdiputada del Partido Cívico Unido, formación opositora ilegalizada hace dos años, fue la única mujer en prestarse junto a otros dos candidatos títeres a lo que la oposición en el exterior describió como una “farsa” electoral.
“El pueblo de Bielorrusia no tenía elección. Es un día amargo para todos los que anhelan la libertad y la democracia”, condensó la ministra alemana de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, tras conocer los resultados oficiales.
“Las elecciones que tuvieron lugar el domingo en un país donde la gente no solo se enfrenta a represiones regulares y continuas por estar del lado de la oposición o de cualquier tipo de disidencia, sino que además no puede ejercer ninguna libertad o derecho, incluido el derecho a la libertad de expresión o la libertad de reunión, no se pueden considerar en tales circunstancias como unas elecciones libres ni justas”, sentencia en conversación con Artículo14 la analista Anastasiia Kruope, investigadora adjunta de Human Rights Watch (HRW) para Europa y Asia Central.
Represión
“Es obvio que el hecho de que los líderes de la oposición que se presentaban a la campaña presidencial o que intentaron hacerlo en 2020 hayan tenido que huir al extranjero o sigan cumpliendo condena en cárceles bielorrusas, además de las condenas por motivos políticos y las condiciones en las que tienen que cumplirlas, no se ajustan a las normas del derecho internacional”, subraya Kruope. “Estos presos están incomunicados y sus allegados no saben lo que les ocurre. No reciben tratamiento alguno y no tienen acceso a la correspondencia ni a sus abogados”, explica.

La candidata a la Presidencia bielorrusa, Anna Kanopátskaya
El autócrata, que cumplirá en agosto 71 años, reprimió con dureza las movilizaciones multitudinarias que denunciaron el fraude electoral de 2020. Laminó a base de violaciones de los derechos humanos –con el apoyo inestimable de la Rusia de Vladimir Putin– el movimiento prodemocrático de Bielorrusia, y a sus principales líderes, entre las que figuraban tres mujeres.
Los relatores de Naciones Unidas observaron entonces que “algunas mujeres fueron víctimas de desapariciones forzadas, torturas, malos tratos y otras formas de presión física y psicológica, incluida la amenaza de confiscación de sus hijos” por parte de las fuerzas de seguridad del Estado.
“Algunos eligieron la cárcel, otros el exilio”, resumió el domingo Lukashenko. “Si es la cárcel, son los que abrieron demasiado la boca”. Al menos 300.000 de los nueve millones de bielorrusos se han visto obligados a abandonar el país en el último lustro. Ni siquiera pudieron ejercer su derecho a voto. El régimen impidió el sufragio en el exterior.
Las mujeres, especiales damnificadas
“Entre los que están entre rejas hay destacados líderes opositores, como María Kolésnikova, una de las figuras más inspiradoras y destacadas de la oposición bielorrusa, que también tiene graves problemas de salud en prisión”, menciona Kruope. “Obviamente, ella no es el único ejemplo de presas políticas que se enfrentan a malos tratos entre rejas tras ser condenadas por cargos de motivación política. Actualmente hay más de 1.200 presos políticos en Bielorrusia”, añade la investigadora en defensa de los derechos humanos, que alude también a Veronika Tsepkalo, esposa del antiguo embajador bielorruso en Estados Unidos, Valery Tsepkalo.
Esta activista huyó de Bielorrusia con destino Moscú en vísperas de las elecciones de 2020. En julio del pasado año, fue condenada in absentia a 12 años de cárcel por los cargos de golpe de Estado, promoción de actividades extremistas, creación de una entidad extremista, descrédito de la República de Bielorrusia y difamación de Lukashenko.
Buena parte de los disidentes encarcelados son mujeres. Un sector que sufre con más dureza represalias del régimen de Lukashenko.

Varias mujeres bielorrusias frente a un cartel electoral
“Lukashenko niega estar atacando a las mujeres, afirmando en una entrevista de 2021 que «no está en guerra» con ellas. Sabemos que es todo lo contrario: Las mujeres que desafían a su régimen se han enfrentado a tratos inhumanos, intimidación y tortura. Muchas se han visto obligadas a huir del país y con frecuencia son chantajeadas con amenazas a sus familias e hijos”, denuncia la activista Volya Vysotskaia, que sostiene que las mujeres “suelen ser recluidas en celdas superpobladas, a menudo sin acceso adecuado a alimentos, agua, aire limpio o atención médica”.
“Y mucho más: Las mujeres son recluidas en celdas de castigo por las infracciones más pequeñas, generalmente provocadas por los guardias de la prisión. Otro castigo es enviar a las mujeres a centros especiales de trabajo hasta 12 horas al día en condiciones insalubres y peligrosas. Si una mujer se niega a trabajar, puede ser trasladada a una prisión masculina”, añade Vysotskaia.
Machismo de Estado
El propio Lukashenko ha dado muestras sobradas de su profundo machismo. Cuando supo que Tijanóvskaya se postulaba a la presidencia en sustitución de su marido, el bloguero Serguéi Tijanovski, quien cumple por cierto dos años en régimen de aislamiento, comentó con desprecio que un ama de casa nunca sería una verdadera rival. Se equivocaba. Tijanóvskaya es hoy el rostro visible de la oposición a pesar de vivir en el exilio.
What a trauma. Lukashenka is at it again, claiming that a woman can’t rule #Belarus:
“I am categorically against burdening a woman with such work; a woman cannot be a dictator,” he said. pic.twitter.com/lvLZoSrd8Q
— Hanna Liubakova (@HannaLiubakova) January 26, 2025
El pasado noviembre, Lukashenko declaró: “Dios nos libre de que una mujer sea elegida en Bielorrusia. El presidente de Estados Unidos no tiene los mismos poderes, y aquí hay que entrar en todo. En Bielorrusia, el presidente es el comandante en jefe. Y además, es el trabajo más difícil. No hay que agobiar tanto a una mujer, no es un cargo ceremonial. Quizá, con el tiempo, lleguemos a ese estilo. Pero por ahora es diferente”.
En una entrevista reciente con la radiotelevisión pública lituana LTR, la bloguera Olga Tokarchuk, presa política del régimen de Lukashenko hasta 2022, cuenta que “los terribles recuerdos de nuestras marchas siguen siendo cálidos para mí, a pesar de las terribles detenciones, palizas, arrestos, prisiones, multas interminables y juicios”. “La unidad con mi país y con la gente, hombro con hombro, me dio fuerza entonces y me sigue inspirando hoy en día”, sentencia Tokarchuk.