Gaza

Nour Alsaqqa: “Perdí la esperanza en el futuro, pero no tengo el lujo de dejar de luchar por sobrevivir”

La tragedia en Gaza cumple hoy 19 meses, una situación de la que Nour Alsaqqa ha sido testigo cotidiana: "Si el mundo ha permitido que haya llegado hasta aquí, no pienso que pueda acabarse"

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La gazatí Nour Alsaqqa atiende a Artículo14 desde la Franja
Nour Alsaqqa/MSF

Después de más de año y medio de horror televisado y almacenado en vídeo y fotografía en la memoria de nuestros teléfonos móviles, el lector y el espectador corren el riesgo de incurrir en la insensibilidad. Contra ese peligro y tentación, testimonios como el de la joven palestina Nour Alsaqqa (Ciudad de Gaza, 25 años) son el mejor revulsivo contra la normalización del horror cotidiano. La ofensiva aérea y terrestre de las fuerzas israelíes contra Hamás al día siguiente de la matanza perpetrada por las brigadas Al Qassam en el sur de Israel, de la que se ha cumplido más de un año y medio, ha dejado más de 51.000 muertos y decenas de miles de heridos en la Franja, según sus autoridades locales.

Con la excepción de unas pocas semanas de tregua -apenas dos meses entre enero y marzo-, el conflicto y la tragedia cumplen hoy 19 meses. Una situación de la que Nour Alsaqqa ha sido testigo cotidiana. Más de año y medio de terror y dolor es el paradójico privilegio de la supervivencia. A pesar de lo vivido, la de Alsaqqa, que estudió televisión, radio y cine en una de las universidades de Gaza y trabaja para Médicos Sin Fronteras (MSF) como responsable de comunicación desde octubre del año pasado, es una voz dulce, en un inglés pulcro, y el suyo es, sobre todo, un tono templado sin rastro de rencor. “Siento tres cosas: una inmensa sensación de frustración, enfado y desamparo“, resume a Artículo14 desde Gaza.

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La gazatí Nour Alsaqqa
Nour Alsaqqa/ MSF

Nour Alsaqqa nació en Ciudad de Gaza, pero el barrio donde residía, Tal el Hawa, fue uno de los primeros en ser evacuados a instancias de las fuerzas israelíes el 13 de otubre de 2023. Desde entonces, como toda la población de Gaza, Alsaqqa es una desplazada forzosa. Como toda la población de este exiguo territorio asediado, la joven, que vive hoy en Deir Al Balah, localidad situada en la costa central de la Franja y de una población de más de 50.000 habitantes, ha perdido a familiares y amigos. Un hecho que relata con una naturalidad que impresiona casi más que las propias muertes. “Perdí a mi tío y mi primo en ataque contra el hospital Al Shifa (en noviembre de 2023). Y después perdí a uno de mis amigos más íntimos. No he podido procesar aún que ya no están con nosotros. Sigo en estado de negación“, confiesa.

Superado el año y medio desde el fatídico octubre de 2023, la vida sigue en Gaza, y la vida sigue para Alsaqqa y su familia mientras responde a nuestras preguntas, lo que se produce gracias a la colaboración inestimable de Médicos Sin Fronteras (MSF), y al cerrar este texto y en el momento de su publicación. Hay una normalidad en la anormalidad de la guerra, y la joven palestina se esfuerza en explicarla sin hipérboles, y hasta confiesa los mecanismos mentales que le sirven cotidianamente para no perder el necesario equilibrio. “Lo descubriría como días a la carrera. Vivimos corriendo de una cosa a otra, yendo a trabajar y regresando a casa, ayudando a mi familia. Siempre estoy al tanto de las noticias y en un estado de alerta permanente“, explica.

“Modo supervivencia”, sintetiza.

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La joven gazatí Nour Alsaqqa
Nour Alsaqqa/MSF

La única esperanza de todo este período la vivieron al anunciarse el alto el fuego entre Israel y Hamás a mediados del pasado mes de enero. “Todo cambió drásticamente”, asegura. “Fue cuando pudimos pararnos a pensar y evaluar el nivel de destrucción y pérdida alrededor de nosotros”, confiesa. “Estábamos empezando a asumirlo pero inmediatamente la frágil tregua colapsó. Hemos vuelto a lo de antes”, afirma con laconismo.

El regreso a un hogar en ruinas

Sin duda uno de los tragos más amargos para la joven fue el de regresar a los restos de su casa en Ciudad de Gaza durante la breve tregua. “Aunque ya habían pasado dos meses desde que supimos que el edificio había colapsado, yo no estaba preparada para lo que iba a sentir a encontrar los restos de mi niñez. Carecía de la fuerza suficiente para recoger esos recuerdos de los escombros. El día que acudí me invadió un sentimiento de parálisis y comencé a sentir las lágrimas por mis mejillas. Me vi superada. Era además una sensación de irrealidad”, asevera Alsaqqa a Artícuo14.

“Mientras hace unos días mi madre y yo cocinábamos el almuerzo, ella me confesó que una de las cosas que realmente echa de menos de nuestra antigua casa eran las tarjetas en las que mis hermanos y yo le escribíamos las felicitaciones de cumpleaños o del día de la madre. Le dije que si pudiera iría ahora mismo por esos recuerdos al cajón donde estaban guardados, y empezó a llorar“, confiesa la joven con la voz a punto de quebrarse.

Al fin y al cabo, en el escenario del horror que es Gaza desde hace más de año y medio, Alsaqqa es una privilegiada. Privilegiada, en primer lugar, por estar viva, después por poder trabajar con una organización como Médicos Sin Fronteras ayudando a los periodistas en su trabajo de contar lo que ven, y, además, por tener un marido que también cuenta con ingresos fijos, lo que les permite tenerlo un poco menos difícil que el resto.

Empezar de nuevo (otra vez)

La mayoría de la población, en cambio, ha perdido sus fuentes de ingresos, todas sus posesiones, y han tenido que pasar, recuerda la joven palestina, por el sufrimiento añadido de verse desplazados en varias ocasiones. “Hay mucha gente que, aunque se emitan órdenes de evacuación, se niega ya a volver a empezar de nuevo por lo doloroso que les resulta entrar en el mismo ciclo. Asumen lo que les tenga que pasar”, explica a Artículo14.

Al ser preguntada por cómo llega y se accede a la ayuda internacional en las actuales condiciones, Alsaqqa describe con crudeza lo difícil que es para un gazatí cualquiera. “Hace falta registrarse y acudir a los lugares donde se reparte, pero no todo el mundo tiene una conexión de Internet en el teléfono o los medios de transporte para simplemente poder desplazarse hasta estos puntos”, abunda. “La ayuda que ha entrado es claramente insuficiente para el enorme nivel de necesidad que hay aquí”, recuerda.

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Nour Alsaqqa trabaja para Médicos Sin Fronteras en Gaza
Nour Alsaqqa/MSF

Pero ¿de dónde sacan fuerzas ella y el resto de familiares y personas a su alrededor para continuar? “Lo que me motiva para seguir adelante es el hecho de que no me puedo permitir no hacerlo. Dadas las circunstancias no tengo el lujo de detenerme”, confiesa. “Todo el día es una carrera, por agua potable, por ser capaz de cocinar sin alimentos para hacerlo, cuidar a los tuyos, para obtener lo más sencillo: abrigo y alimento”, admite Alsaqqa, que saca fuerzas de flaqueza para continuar al frente de sus tareas comunicativas en Médicos Sin Fronteras a la vez que se emplea en la tarea permanente de la supervivencia.

“Hubo varios momentos durante la guerra en que pensé que ya habíamos llegado al límite, que no podría haber más y la guerra se detendría, pero no era así: seguía empeorando. Así que, si el mundo ha permitido que todo haya llegado hasta aquí, no tengo ya motivos para pensar que esto pueda acabarse en algún momento. No tengo esperanza en el futuro, no”, concluye la joven de Gaza con la misma frescura y naturalidad con la que empezó nuestra conversación.

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