Opinión

Comparar, deporte nacional

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Si aceptamos que las comparaciones son odiosas, deberemos concluir que el periodismo deportivo español es más que odioso: aborrecible, repulsivo, execrable. Alguno dirá que comparamos por encima de nuestras posibilidades pero no: comparamos precisamente en la medida de nuestras amplísimas posibilidades; sacamos brillo a un repertorio inagotable, que comienza con el pobrecito que no da para más y, un amplio abanico después, termina con el malvado que sólo pretende encender un nuevo debate tóxico. La polarización nos abrasa a diario y sobre ella las comparaciones se vierten cual gasolina.

Las ventanas de selecciones, con sus correspondientes parones en las competiciones de clubes, resultan un páramo y, al tiempo, un terreno abonado para los rumores sin fundamento y las polémicas absurdas. Sí, sí, aún más que de costumbre. Pero evidentemente hay recursos de sobra para que un Turquía-España no nos impida seguir disputando el Madrid-Barça nuestro de cada día. Aquí es donde asoma la maestría: ser capaz de convertir un rutinario partido de fase de clasificación en todo un clásico. Por supuesto, tirando de comparaciones.

A sólo unas horas del Turquía-España, Manolo Lama compartía en Twitter dos dudas. La primera, quién es mejor: Lamine Yamal o Arda Güler. La segunda, a juzgar por los signos de puntuación de su tuit, si quería saber o no la opinión de los aficionados. “Dos zurdos. Dos talentosos. Barca vs R. Madrid Lamine vs Güler. Quiero saber tu opinión? Mójate”, escribía el periodista de Cope junto a las fotos de los futbolistas.

 

No hay duda de que Lamine Yamal es el sucesor de Messi. Al menos, lo es ya en el asunto de las comparaciones. Durante una década, a Messi se le enfrentó hasta la náusea con Cristiano Ronaldo, pero antes de que el portugués llegara al Real Madrid, recordemos, se le empezó comparando con Arjen Robben, que era la cera que ardía entonces. Ahora Lamine Yamal se enfrenta a la vez a Arda Güler y a Franco Mastantuono. Se ha llegado a escribir que el Madrid busca en el argentino a su Lamine, o que fichaba al “anti Lamine Yamal” y algunas chorradas más por el estilo.

La prensa subraya las cosas que separan a Lamine y a Mastantuono porque hay otras que les unen: los dos tienen 18 años y los dos juegan por la banda derecha. Hay una tercera a la que no se presta atención: ambos han destapado la incapacidad de gran parte de la prensa para pronunciar correctamente sus nombres. Un año estuvo media profesión hablando de un tal “Yamine Lamal” —que aún se sigie oyendo de vez en cuando— y calculo nos queda no menos de año y medio oyendo “Mastantono” y “Mastuantono”, entre otras variantes.

Mientras España le metía seis a Turquía —o, si lo prefieren, mientras Lamine Yamal aplastaba a Arda Güler—, Carlos Alcaraz le ganaba a Jannik Sinner la final del US Open. En los programas deportivos, además de los correspondientes golpes de pecho, arreciaban las comparaciones con Rafael Nadal. ¿Podrá llegar Carlitos a ganar más torneos que Rafa? ¿Cuántos títulos del Grand Slam tenía Rafa a la edad de Carlitos? Un recurso simplón del que echar mano cuando quienes hablan no han cogido una raqueta en su vida, Hulio.

Acabado el tiempo para el tenis, tocaba hablar del Madrid-Barça disputado en el Estadio Konya Büyükşehir. Más golpes de pecho y, de repente, un debate: ¿cuántos de estos jugadores habrían sido titulares en la selección que ganó el Mundial 2010? ¿Es Luis de la Fuente mejor seleccionador que Vicente del Bosque y Luis Aragonés?

Esto ya ni siquiera es polarización. Me pregunto si es incapacidad o simple pereza.

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