“Me acusaron falsamente de ser actriz porno”: el precio de alzar la voz en el Ejército español

Las mujeres que se atreven a denunciar lo pagan caro: aislamiento, diagnósticos psiquiátricos, represalias administrativas… y, en muchos casos, el fin de sus carreras

Formulario de denuncia ante la UPA
Kiloycuarto

“Tuve que desnudarme delante de un teniente médico para demostrar que no era actriz porno.” Cristina Valdearcos, exmilitar del Grupo de Artillería de Campaña 11 en Madrid, lo cuenta sin rodeos para Artículo14. Denunció negligencia médica por no ser evacuada tras un accidente en maniobras, y la respuesta fue una campaña de desprestigio: la acusaron de protagonizar vídeos pornográficos. Cristina tuvo que someterse a peritajes forenses, mostrar tatuajes, estatura, cicatrices por episiotomía y desnudarse ante personal militar para probar su identidad. “Fue muy traumático”, afirma.

84 denuncias por acoso

No es un caso aislado. En los dos últimos años se han registrado 84 denuncias por acoso en las Fuerzas Armadas. Ninguna ha terminado en condena. Las mujeres que se atreven a denunciar lo pagan caro: aislamiento, diagnósticos psiquiátricos, represalias administrativas… y, en muchos casos, el fin de sus carreras.

Liz, cabo primero condecorada con tres Medallas al Mérito Militar, lo describe así: “Nunca pensé que esta decisión acabaría con mi vida.” Tras denunciar a su superior ante el Juzgado Togado Militar de Burgos, sufrió una campaña sistemática de acoso y marginación. Le cambiaron la cerradura del despacho sin avisarle, la sacaron de los grupos de comunicación, la obligaron a aparcar fuera del cuartel, y filtraron datos sobre su baja médica entre el personal. Cuando se marchó de la unidad tras casi nueve años, nadie se despidió. Solo recibió un mensaje escueto del segundo jefe: “…pasa a recoger tus cosas y a entregar lo que tengas.”

Extracto de la denuncia de Lis
Kiloycuarto

“Te agotan hasta que no puedes más”

Su error, como en otros casos, fue intentar usar los cauces institucionales. Algunas militares ya ni recurren a la UPA (Unidad de Protección Frente al Acoso). Otras, como Lourdes Castellanos, intentaron resistir hasta el colapso. Le cortaron el agua caliente, la sacaron de su habitación sin explicación y le dijeron que si no se iba, sacarían sus cosas y las colgarían “en el palo de la bandera”. Dormía en una habitación que se le obligaba a dejar abierta, con personal entrando y saliendo de madrugada. Asegura que sufrió desmayos por ansiedad. Finalmente, fue declarada no apta con un 35 % de discapacidad psicológica.

Las denuncias de Lourdes Castellanos
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Todas estas mujeres relatan haber sentido cómo el sistema se giraba contra ellas. Denunciar a un superior activa una cadena de consecuencias que va desde el aislamiento social hasta el desgaste psiquiátrico. Cristina lo resume así: “Te agotan psicológica y económicamente hasta que no puedes más.”

“No guardamos rencor al Ejército”

La capitán Silvia Cebollero, por su parte, ha llevado su caso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Su objetivo es que se reconozca que su situación derivó de un acto de servicio. “Me quitaron el honor. Pero no voy a parar. Se lo debo a todas las que están sufriendo lo que yo he sufrido.”

En todas las historias recogidas por Artículo14 se repite un patrón. Primero, la víctima es desacreditada. Después, apartada. Finalmente, una baja médica o un informe psicofísico la expulsa del Ejército.

Extracto de un informe psicofísico

“No guardamos rencor al Ejército”, aseguran varias. Reconocen haber vivido “años increíbles” en esta institución. Pero también saben que, por denunciar, han sido convertidas en ejemplos de lo que pasa si te enfrentas al sistema. Lo llaman “proteger al Ejército”, pero lo que protegen, denuncian, son los privilegios de los mandos. “Te animan a denunciar”, dice una de ellas, “y después arruinan tu vida”.

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