Los alimentos ultraprocesados se han convertido en un elemento dominante de la dieta global, hasta el punto de que los expertos consideran que su expansión es una amenaza estructural para la salud pública. Una serie de revisiones científicas en The Lancet alerta de que la presencia masiva de estos productos no es una tendencia futura, sino un problema del presente.
La proliferación de alimentos ultraprocesados, señalan los investigadores, está impulsada por grandes corporaciones cuyo objetivo prioritario es el beneficio económico, no la calidad nutricional.
Las comparaciones con la industria tabacalera de mediados de siglo son recurrentes. Estrategias para suavizar la evidencia científica, campañas de marketing agresivas y presión política para evitar regulaciones estrictas. Según la revisión, los alimentos ultraprocesados funcionan hoy con la misma lógica que aplicó en su día el lobby del tabaco: expandirse sin límites, moldear la opinión pública y frenar cualquier avance regulatorio.
Lo que dice la OMS: una amenaza sistémica que requiere acción inmediata
Los alimentos ultraprocesados han llegado a ocupar un lugar tan central en la dieta moderna que la Organización Mundial de la Salud ha publicado una carta paralela al estudio en la que los define como “una amenaza sistémica” para la salud, la sostenibilidad y la equidad. UNICEF coincide y advierte de que esta exposición masiva afecta especialmente a los niños, que son el objetivo principal de la publicidad y las estrategias comerciales de la industria.
En ambos textos, la preocupación es la misma. El consumo de alimentos ultraprocesados está erosionando las dietas tradicionales, alterando la salud metabólica de poblaciones enteras y creando un modelo alimentario dependiente de la comida industrial. La evidencia, aseguran, ya no permite mirar hacia otro lado.

El aumento del consumo de alimentos ultraprocesados es un fenómeno global. La revisión analiza datos de 36 países y observa un patrón inquietante: en Estados Unidos superan ya el 60% de la dieta, en España han pasado del 11% al 32% en apenas dos décadas y en países de ingresos bajos y medios su venta crece a un ritmo acelerado.
Los alimentos ultraprocesados se han triplicado en España en 20 años. Mientras que en países como Uganda las ventas han aumentado un 60% en solo quince años. Esta expansión, explican los especialistas, funciona como una “especie invasora” capaz de desplazar patrones alimentarios centenarios y sustituirlos por productos fabricados a gran escala, baratos y altamente palatables.
Impacto en la salud: la evidencia ya es abrumadora
La asociación entre consumo de alimentos ultraprocesados y problemas de salud es uno de los puntos centrales del metaanálisis. Los expertos han revisado 104 estudios publicados entre 2016 y 2024 y han encontrado relaciones con al menos doce desenlaces negativos: obesidad, diabetes tipo 2, hipertensión, depresión, afecciones cardiovasculares, enfermedades renales o mortalidad prematura.
Según los autores, los alimentos ultraprocesados no son simplemente “comida de mala calidad”. Son productos industriales diseñados para estimular el apetito, desplazar alimentos frescos y fomentar un consumo repetido. Su elevada densidad energética, su escasa fibra y su carga de azúcares y grasas los convierten en un factor de riesgo por sí mismos, más allá del debate científico sobre el sistema NOVA o la clasificación nutricional de cada producto.

El avance global de los alimentos ultraprocesados no puede entenderse sin su modelo económico. Las grandes corporaciones que dominan este mercado se apoyan en campañas de marketing multimillonarias y en un uso intensivo de materias primas baratas como la soja, el maíz o el aceite de palma.
Los investigadores denuncian que el sector de alimentos ultraprocesados emplea técnicas políticas sofisticadas para frenar nuevas regulaciones. Desde presionar a gobiernos y parlamentos hasta financiar estudios, influir en debates públicos o crear redes de grupos de interés. Solo en 2024 las grandes marcas gastaron 11.300 millones de euros en publicidad. Casi cuatro veces el presupuesto operativo de la OMS.
La llamada global a nuevas políticas alimentarias
Los expertos coinciden en que frenar la expansión de los alimentos ultraprocesados requiere mucho más que decisiones individuales. Implica lo siguiente:
- Rediseñar el entorno alimentario
- Mejorar el etiquetado
- Aplicar impuestos
- Limitar la publicidad (sobre todo a menores)
- Reducir su presencia en hospitales y colegios.
- Exigir a la industria mayor transparencia y responsabilidad
Los alimentos ultraprocesados son uno de los grandes desafíos sanitarios del siglo XXI. Su impacto afecta no solo a la salud humana, sino también al medioambiente. A fin de cuentas, su producción y transporte dependen de combustibles fósiles y generan toneladas de residuos plásticos.

