Guerra en Gaza

Cuando las mujeres negocian, crece un 35% la probabilidad de paz duradera

Con frecuencia quedan excluidas de la mesa de negociación, pero la historia muestra que su participación es un predictor de acuerdos más sólidos

Mujeres palestinas
Familiares de un palestino muerto en Rafah por los bombardeos de Israel
Efe

Khalil al-Hayya, Ron Dermer, Steve Witkoff y Jared Kushner… Son las caras visibles en la mesa de negociación que busca la paz en Gaza. Ni una sola mujer que maneje los hilos y exponga sus intereses. Están relegadas, olvidadas, ignoradas. Han sido borradas del relato, a pesar de que, en esta como en cualquier guerra, son el pulso que nunca se rinde. Guardianas sin uniforme, refugio en medio del estruendo, sostenedoras de la vida. Siguen pariendo, apaciguando a sus hombres y resistiendo mientras se desangran. 676 millones de mujeres viven a menos de 50 kilómetros de conflictos mortales, pero en la mesa de paz no existe un asiento para ellas.

Trump
El presidente estadounidense, Donald Trump, con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu en la Casa Blanca
EFE

Más brutalidad

No hay mujeres líderes que negocien los ceses del fuego en Gaza. Tampoco en Ginebra, ni El Cairo, ni en Doha. Es un detalle que no ha pasado desapercibido. El propio secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, ha lamentado que, 25 años después de una histórica resolución que exigió la participación igualitaria de las mujeres en todos los esfuerzos para promover la paz, sigan ausentes. “En todo el mundo, vemos tendencias preocupantes en el gasto militar, más conflictos armados y una brutalidad más impactante contra las mujeres y las niñas”, ha declarado.

Desde la aprobación de la resolución el 31 de octubre de 2000, el número de uniformadas en las fuerzas de paz de la ONU se ha duplicado, las mujeres han liderado la mediación local y han sido fundamentales para promover la recuperación de los conflictos y la reconciliación. Pero no a gran escala. En la devastada Ucrania, por ejemplo, han logrado que las iniciativas nacionales de ayuda a las mujeres se conviertan en ley. En Yemen, negociaron el acceso de la población civil al agua, y en 2023, más de 49 organizaciones lideradas por mujeres formaron la plataforma Paz para Sudán para impulsar un proceso de paz inclusivo.

“Los avances son frágiles y –de manera muy preocupante– están retrocediendo“, afirma Guterres al tiempo que insta a los 193 países miembros de la ONU a garantizar su participación en las negociaciones de paz. Mientras, la violencia sexual en situaciones de conflicto ha aumentado un 50% y un 35% el número de niñas afectadas por graves violaciones. Una de cada dos sufre inseguridad alimentaria y la población desplazada por la fuerza son mujeres y niñas.

Ucrania
Familiares de prisioneros de guerra ucranianos retenidos por Rusia acuden a un intercambio, en busca de información de sus seres queridos aún cautivos (María Senovilla)
María Senovilla

Los ataques a centros de salud en Haití, Mali, Sudán, Ucrania o Palestina están privando a la población femenina de atención sexual y reproductiva. Igual se puede decir de su educación. En Afganistán, uno de los ejemplos más extremos de apartheid de género, los talibanes han emitido más de 90 edictos para suprimir los derechos de las mujeres y las niñas, volviendo a la opresión de la década de 1990.
Son detalles que a menudo ni siquiera aparecen en los medios de comunicación. Un informe de la organización humanitaria CARE de 2023 encontró que solo el 5% de los artículos se centró en las experiencias de las mujeres en la guerra y solo el 0,04 por ciento destacó la contribución de las mujeres como líderes en los procesos de paz.

Por qué su voz es decisiva

Cualquier investigación al respecto lleva a una misma conclusión: la participación de las mujeres en los procesos de paz genera resultados mejores y más sostenibles. “Si más mujeres gobernaran el mundo, habría menos guerras. Los hombres parecen tener algunos problemas últimamente”, dijo en una ocasión Barack Obama. Sin embargo, tal y como delatan algunas encuestas o la propia mesa de negociación actual, exclusivamente masculina, persiste un sesgo implícito que hace creer que son menos aptas para gestionar la política exterior y la seguridad nacional.

Son estereotipos anticuados e inexactos. Ni siquiera es cierta la idea de que los hombres tienden a ser asertivos y competitivos, mientras que las mujeres se comportan más pasivas y cooperativas. Tomemos el ejemplo de Indira Gandhi, la primera ministra de la India durante quince años. Dejó muy claro que declararía la guerra si Pakistán no liberaba Bangladesh. “Si esa mujer cree que me va a intimidar, me niego a aceptarlo. Si quiere luchar, ¡lucharé con ella!”, respondió el presidente pakistaní Yahya Khan. Pakistán resistió las amenazas de Gandhi, pero India derrotó al ejército pakistaní en 13 días.

Sello de Indira Gandhi, 1985. Shutterstock
Shutterstock

Un estudio dirigido desde la Universidad de Amsterdam por la profesora Jana Krause quiso comprobar empíricamente la contribución de la participación de las mujeres en las negociaciones de paz a la calidad y la durabilidad de la paz tras una guerra civil. Su análisis estadístico demostró una sólida correlación entre los acuerdos de paz firmados por delegadas y la paz duradera. Además, observó que los acuerdos firmados por mujeres presentan un número significativamente mayor de disposiciones destinadas a la reforma política y mayores tasas de implementación.

Fin de la guerra antes de un año

Citan el ejemplo de Guatemala (1991-1995). Luz Méndez, la única mujer miembro de la delegación rebelde de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) y signataria de varios acuerdos del proceso de paz, colaboró con grupos de mujeres de la sociedad civil que no tuvieron acceso directo a las negociaciones. Este vínculo contribuyó a compromisos sin precedentes con la igualdad de género en los acuerdos de paz. Los autores observaron que el hecho de incluir mujeres en la agenda del acuerdo y su participación como negociadoras, mediadoras, testigos o firmantes aumenta la probabilidad de que la violencia termine en un año en un 24,9%.

Demostraron también que la desigualdad de género es un fuerte predictor de los conflictos armados, lo que sugiere una conexión entre la seguridad de las mujeres, su participación política y la sostenibilidad y la calidad de la paz. El secreto para poner fin a una guerra podría ser, por tanto, poner más mujeres en las negociaciones de paz. Madeleine Albright ya advirtió que una de las razones por las que las mujeres son excelentes diplomáticas es que somos buenas forjando relaciones.

¿Realmente es así? Según un informe del Centro de Estudios Estratégicos de Saná, suelen tener mejores conexiones con la gente común y utilizan sus conocimientos en la política y en los acuerdos de paz. De ahí que la probabilidad de que perduren sea un 35% más alta, según el informe de la ONU. A pesar de los datos, las mujeres presentes en las negociaciones no llegan al 10%. El 13,7 % en la mediación y el 26,6 % en la firma de los procesos de paz. El informe del secretario general de las Naciones Unidas enfatiza que culpar de manera general a la tradición o las normas sociales distorsiona las distinciones presentes en cada cultura y socava las contribuciones históricas que las mujeres han hecho a la paz.

Ante un número récord de conflictos, nos quedamos con las palabras de Isata Mahoi, ministra de Género y Asuntos de la Infancia de Sierra Leona: “el mundo necesita urgentemente el potencial, las ideas y las soluciones que las mujeres pueden aportar”.

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