Análisis

Psicología del voto femenino: qué les mueve a un candidato u otro

De la mano del psicólogo Juan Moisés de la Serna, desmenuzamos cómo han evolucionado sus preferencias y por qué su decisión marca gran parte del pulso político actual

EFE/ Rodrigo Jiménez

Ha pasado casi un siglo desde aquel 1 de octubre de 1931, cuando el Pleno de las Cortes Constituyentes aprobaba el artículo de la Constitución que reconocía los mismos derechos electorales a los ciudadanos de ambos sexos. Un hito democrático con una protagonista, Clara Campoamor que, en su lucha sufragista, se enzarzó en un incendiario debate contra la diputada Victoria Kent, contraria al voto femenino.

En la discordia, se escucharon ideas como la del diputado y catedrático de Patología Roberto Novoa Santos, que pensaba que se preguntaba si merecíamos los mismos títulos y derechos políticos que el hombre. “La mujer es toda pasión, toda figura de emoción, es todo sensibilidad; no es, en cambio, reflexión, no es espíritu crítico, no es ponderación”.

Clara Campoamor y Victoria Kent
Artículo14

La historia le replica

Su argumento está de sobra superado y hoy el voto representa alrededor del 50% del electorado. Su participación en las urnas ha permitido observar que existen patrones diferenciales respecto a los hombres. Juan Moisés de la Serna, psicólogo y divulgador científico, nos ofrece algunas claves para entender cómo participan y deciden su voto de acuerdo con su papel social, educación y percepción del bienestar colectivo.

La primera diferencia es visible: “Desde los años ochenta, las mujeres votan más que los hombres en la mayoría de los países occidentales”. En Estados Unidos, desde 1980 la participación femenina supera en promedio de 2 a 3 puntos porcentuales a la masculina. “En Europa -indica-, los datos del European Social Survey revelan que las mujeres participan más en elecciones nacionales y locales, especialmente en países nórdicos y del sur de Europa”. Y señala, por último, España, donde el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) confirma que la participación femenina ronda el 77 % frente al 74 % masculina.

Estados Unidos
El mapa por Colegio Electoral, con los estados en liza. Infografía: Jorge Marzo
Artículo14

Observa también la orientación de su voto, gradualmente desplazado hacia opciones de centro-izquierda o progresistas. “El clásico estudio de Ronald Inglehart y Pippa Norris  demostró que, a medida que aumenta la educación y la independencia económica femenina, también crece el apoyo a partidos que promueven la igualdad, los derechos sociales y las políticas públicas de cuidado”.

En Alemania, el 58 % del electorado del partido ecologista Die Grünen son mujeres, frente al 42 % de hombres. En Francia, las elecciones de 2022 mostraron que el voto femenino joven (18–34 años) favoreció en un 61 % a opciones de izquierda o ecologistas. En España, los barómetros del CIS entre 2021 y 2024 muestran que las mujeres se identifican con posiciones de izquierda o centro-izquierda en un 10 % más que los hombres.

Mayor sensibilidad hacia temas sociales

“Este patrón se explica psicológicamente por una mayor sensibilidad hacia temas de cuidado, justicia y equidad. Las mujeres prefieren decisiones cooperativas y distributivas incluso si su beneficio personal es menor, lo que se traduce en mayor apoyo a políticas sociales”, analiza De la Serna.

La psicóloga Carol Gilligan, en su obra In a Different Voice (1982), describió cómo las mujeres tienden a razonar moralmente desde una ética del cuidado, considerando el impacto de las decisiones en los demás. “En el terreno político -dice el psicólogo-, esto se traduce en una valoración más alta de las propuestas que garantizan estabilidad, seguridad social y bienestar colectivo”.

Sanidad pública - Economía
Una manifestación del sindicato de médicos Amyts en Madrid.
EFE/ Rodrigo Jiménez

Por ejemplo, cuando se pregunta a los votantes qué temas determinan su voto, el 65 % de las mujeres mencionan la sanidad pública y la educación como prioritarias, frente al 47 % de los hombres, que citan antes la economía o la fiscalidad.

Otro patrón diferencial que subraya es la mayor coherencia entre valores personales y voto. “Las mujeres que se identifican con valores de igualdad o justicia social mantienen ese voto estable durante años, mientras que los hombres presentan más variabilidad según coyunturas políticas”.

Rechazo de mensajes populistas o agresivos

Las mujeres, por último, muestran menor tolerancia al riesgo político y mayor rechazo a discursos de confrontación, lo que explica su distancia frente a mensajes populistas o agresivos. “El electorado femenino -continúa De la Serna- responde mejor a campañas con tono cooperativo que a las basadas en miedo o amenaza”.

Marie_Le_Pen

El psicólogo se detiene en ese desplazamiento del voto femenino desde posiciones conservadoras hacia opciones de centro-izquierda, uno de los fenómenos sociopolíticos más documentados de las últimas décadas. Los factores que lo explican son múltiples y se entrelazan entre lo social, lo psicológico y lo cultural. “A mediados del siglo XX, la mayoría de las mujeres votaban por partidos de derecha porque su contexto vital estaba ligado al hogar y a la familia tradicional. La dependencia económica del marido, la religiosidad dominante y la escasa presencia femenina en la educación superior hacían que las ideas conservadoras, asociadas al orden, la moral y la estabilidad familiar, resultaran más coherentes con su posición social”. Esa tendencia empezó a cambiar en los años setenta, cuando la incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral y a las universidades transformó su visión del mundo.

Ni emocionales ni instintivas

Después de décadas de investigación, se puede reafirmar que sus motivaciones electorales no son ni emocionales ni “instintivas”, como se pensaba antaño, sino “el resultado de cómo la experiencia social, la identidad de género y los valores personales configuran la decisión política”.

Desde el punto de vista sociológico, la participación femenina ha aumentado a medida que las mujeres han adquirido mayor educación, autonomía económica y presencia pública. En la década de 1960, apenas un tercio de las mujeres europeas y norteamericanas trabajaba fuera del hogar; hoy lo hace más del 70 %. Esa independencia refuerza el sentimiento de ciudadanía activa y la convicción de que el voto puede cambiar la realidad.

La percepción de eficacia política, es decir, la creencia de que “mi voto cuenta”, también es esencial, según nos muestra De la Serna. “Cuando las mujeres sienten que su voz es escuchada, su participación electoral se eleva en más de un 20 %. De ahí que las campañas inclusivas, con mensajes claros y representaciones femeninas visibles, tengan mayor efecto movilizador”.

Por último, el experto nos ofrece una explicación a nivel cognitivo y emocional. “Los estudios en neurociencia social han encontrado diferencias en la forma en que procesamos la información política. Las mujeres muestran una mayor activación del córtex prefrontal ventromedial y de la amígdala ante mensajes relacionados con la cooperación, el bienestar o la empatía, lo que refuerza su sensibilidad hacia políticas sociales. No obstante, la biología no determina el voto, sino que facilita ciertas predisposiciones hacia la empatía o la aversión al riesgo.

Por otro lado, la aversión al riesgo político influye en la forma de evaluar propuestas electorales. “En experimentos de Croson y Gneezy (2009), las mujeres preferían opciones que garantizaban estabilidad y protección frente a las inciertas, incluso cuando estas prometían mayores beneficios. Traducido al contexto político, eso puede explicar por qué suelen apoyar programas de bienestar y seguridad social frente a proyectos de desregulación o recortes”.

 

TAGS DE ESTA NOTICIA