Treinta minutos de gritos y puñales: la lucha de Desiré por sobrevivir a su pareja

Un joven de 26 años intenta asesinar a su pareja desde la adolescencia en Tenerife. Ella evoluciona favorablemente

Arico, Tenerife; eran las cuatro de la tarde del miércoles cuando un ruido extraño interrumpió la rutina del pequeño edificio en La Jaca, una zona costera de Arico. Algunos vecinos escucharon golpes, otros pensaron que era una discusión. Nadie imaginó que, minutos después, una joven de 25 años abriría la puerta de su casa bañada en sangre, implorando ayuda.

Desiré, con heridas profundas en la cara, el cuello, la nuca y las manos, apenas podía sostenerse en pie. Había recibido varias puñaladas, presuntamente a manos de su pareja, Andrés, de 26 años. Aun así, tuvo la fuerza de salir al rellano y gritar y fue ese gesto desesperado el que le salvó la vida.

“Escuché gritos, como un pedido de socorro”, relata Carmen, vecina del bloque que limpiaba un piso cercano. Fue ella quien llamó al 112 después de que otro residente encontrara a la joven ensangrentada. “Desiré me miró y me dijo que no era la primera vez que él la golpeaba”, recuerda con voz temblorosa.

Mientras la operadora de emergencias daba instrucciones, los vecinos improvisaron un torniquete con toallas para frenar la hemorragia. Una mujer presionaba las heridas del cuello; un hombre sostenía la cabeza de la víctima para evitar que se desplomara. “No la podíamos dejar sola, había perdido muchísima sangre”, explica otro residente.

La fuga de Andrés

En paralelo, Andrés huía. Tras abandonar el domicilio, descendió las escaleras a toda prisa y salió del edificio; ni siquiera miró hacia atrás para ver a su pareja desangrándose en el suelo. Varios testigos lo vieron caminar sin rumbo hacia una zona despoblada que conduce a Tajao y fueron ellos quienes dieron la voz de alarma. La Guardia Civil y la Policía Local de Arico iniciaron batidas hasta localizarlo, sin camisa, en un paraje cercano a La Caleta del Sordo. Fue arrestado y trasladado a los calabozos del puesto principal de Granadilla de Abona, donde espera pasar a disposición judicial.

Una relación marcada por la violencia

Desiré y Andrés, su presunto agresor de 26 años, compartían una relación que comenzó en la adolescencia y se extendió durante ocho años marcada por rupturas y reconciliaciones. Hace dos meses decidieron darse otra oportunidad y se mudaron a un piso en La Jaca que pertenecía a los padres de Desiré. Ella acababa de comenzar a trabajar en un supermercado del sur de la isla y buscaba en este cambio la posibilidad de empezar una vida distinta, lejos de los episodios de maltrato que había sufrido antes.

Aun así, la segunda oportunidad se convirtió en una trampa. Durante años, Desiré había soportado malos tratos, algo que relató a sus vecinos mientras era auxiliada tras el ataque. Algunos residentes de la zona aseguran que Andrés consumía estupefacientes con frecuencia, aunque quienes lo conocían se mostraban incrédulos: “Era un chico tranquilo, nunca dio problemas”, comenta José, vecino del barrio. Una amiga de la familia añade: “Ella lo dejó porque la trataba mal”, recordando los antecedentes de violencia que habían marcado la relación.

A los pocos minutos llegaron dos ambulancias, una básica y otra medicalizada. El personal sanitario estabilizó a la víctima y la trasladó de urgencia al Hospital Universitario de Canarias, en La Laguna. Desiré ingresó en estado grave, con heridas por arma blanca y múltiples hematomas.

En La Jaca, el vecindario aún trata de asimilar lo ocurrido. “Era un chico tranquilo, incluso pasivo. Nunca imaginamos que pudiera hacer algo así”, comenta José, un residente que lo veía a menudo en el supermercado del barrio. Esa incredulidad, tan común en los casos de violencia de género, contrasta con la brutalidad de los hechos.

Una cifra que no deja de crecer

El intento de asesinato de Desiré llega en un contexto alarmante: en lo que va de año, dos mujeres han sido asesinadas en Canarias por sus parejas o exparejas. A nivel nacional, el Ministerio de Igualdad contabiliza ya 27 víctimas mortales de violencia machista hasta el 18 de septiembre. Cada número encierra una historia de miedo, silencio y supervivencia, como la de Desiré.

Los vecinos que la socorrieron coinciden en una reflexión amarga: sin su grito, sin esa puerta abierta de par en par, quizá hoy estarían contando otra historia. “Ella luchó por vivir”, dice Carmen. “Y nosotros hicimos lo que pudimos para ayudarla”.

El 016, contra la violencia de género
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Desiré sigue hospitalizada, consciente, rodeada de médicos que pelean contra las huellas físicas de la agresión. Las otras cicatrices, las invisibles, tardarán más en sanar.

Andrés, mientras tanto, permanece en los calabozos de Granadilla de Abona. Su destino inmediato será el juzgado. El de Desiré, reconstruir la vida que alguien intentó arrebatarle a cuchilladas.

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