En Bruselas, pocos momentos pesan tanto como el Estado de la Unión. Cada septiembre, la presidenta de la Comisión Europea comparece ante la Eurocámara para detallar su hoja de ruta. Y este año, el telón de fondo es especialmente complejo. Ursula von der Leyen se encuentra en el ojo del huracán, cuestionada por sus propios socios y obligada a responder con gestos contundentes.
En ese contexto se encuadra la inesperada multa a Google. Una sanción de casi 3.000 millones de euros que ha sorprendido a la industria tecnológica y a la política internacional.
El movimiento no puede entenderse sin el pacto que Von der Leyen ha negociado con Donald Trump sobre aranceles. Ese acuerdo, firmado en Escocia, ha generado una tormenta en el seno de la Comisión y ha abierto grietas en la coalición que sostiene a la presidenta.
Una multa que nadie esperaba
El viernes por la tarde, la Comisión anunció de forma inusual una nueva multa a Google de 2.950 millones de euros por abuso de posición dominante en la publicidad online. No hubo ruedas de prensa ni comparecencias de alto nivel, solo un comunicado escueto.
El anuncio sorprendió tanto por el fondo como por la forma. Tradicionalmente, este tipo de decisiones las comunica el comisario de Competencia. Pero, en esta ocasión Ursula von der Leyen se aseguró de que no fuese la vicepresidenta Teresa Ribera, socialista española, quien apareciese en primer plano.

Esa exclusión no fue casualidad. En los pasillos de Bruselas se interpreta que la presidenta quiso evitar que una rival interna capitalizase el impacto político de una multa a Google de semejante magnitud, sobre todo en un momento en el que los socialistas europeos cuestionan abiertamente su liderazgo.
El choque con los socialistas
El detonante de la crisis fue el acuerdo con Trump sobre aranceles. La portavoz socialista, Iratxe García, advirtió que su grupo no respaldaría el documento en el pleno de la Eurocámara.
Poco después, Antonio Costa y Teresa Ribera, ambos de peso en el socialismo europeo, arremetieron contra un pacto que calificaron de desequilibrado e injusto.
En ese escenario, la multa a Google se convirtió en un golpe de autoridad de Von der Leyen para marcar perfil propio. La sanción logró dos efectos inmediatos: calmar las críticas de los populares europeos, que siguen sosteniendo a la presidenta, y enfurecer a Trump, que interpretó la decisión como una provocación directa.
Trump, Von der Leyen y la batalla de los aranceles
El trasfondo es claro: Von der Leyen necesita mantener viva la coalición que la sostiene en Bruselas. Y el precio es alto. El pacto con Trump busca evitar una guerra comercial abierta, pero ha generado un debate sobre hasta qué punto Europa ha cedido demasiado.

En paralelo, una sanción como la multa a Google lanza un mensaje hacia dentro y hacia fuera: la Comisión no renuncia a ejercer presión sobre las grandes tecnológicas estadounidenses.
La paradoja es evidente. Por un lado, Von der Leyen intenta mantener buenas relaciones con Trump. Por otro, la multa a Google enfurece a Washington. Este delicado equilibrio refleja la estrategia de la presidenta: resistir las presiones internas mostrando firmeza frente a los gigantes tecnológicos