La primera vuelta de las elecciones presidenciales en Chile dejó un aparente triunfo para la izquierdista Jeannette Jara, pero el resultado dista de ser una garantía para la segunda vuelta del 14 de diciembre. Aunque lideró la jornada con un 26,8 % de los votos, la exministra de Trabajo encara un escenario adverso frente al ultraderechista José Antonio Kast, que obtuvo un 23,9 % y salió fortalecido con el inmediato respaldo de todas las fuerzas de derecha, tradicionales y radicales. Como advirtió su propia campaña, fue una noche “agridulce”.
El golpe más duro para el progresismo vino del derrumbe histórico de la derecha tradicional. La exalcaldesa Evelyn Matthei, con un 12,5 %, quedó relegada al quinto lugar, superada incluso por el libertario Johannes Kaiser, quien obtuvo un 13,9 %. Esa debilidad de la derecha moderada, sin embargo, no implica que Jara pueda capitalizar sus votantes.
Kast selló de inmediato los apoyos de Matthei y Kaiser, y se posicionó como el candidato de “toda la oposición”. En su discurso celebró que “millones de chilenos han decidido abrazar un proyecto que plantea la oposición a este gobierno fracasado”. Su mensaje insistió en que “Chile sí despertó”, apropiándose del lema que marcó las protestas de 2019 pero reinterpretado desde el malestar hacia el Gobierno de Gabriel Boric.

Debilidad progresista
En Chile, desde 2006 ningún presidente ha entregado el poder a otro del mismo signo político. En palabras del analista Rodrigo Espinoza, “Jara tiene un escenario muy cuesta arriba”. El experto de la Universidad Diego Portales indicó para EFE que la campaña está dominada por temas incómodos para la izquierda: seguridad, migración y economía. Incluso advirtió que, aunque todos los votantes del populista Franco Parisi migraran a su candidatura, “no alcanzaría”.
Jara intentó marcar distancia del oficialismo, consciente de que la popularidad de Boric ronda el 30 %, pero deberá ampliar su apoyo más allá del progresismo sin activar el rechazo anticomunista que una parte de la sociedad mantiene y que la derecha –en todas sus versiones– ha reforzado durante la campaña. En su discurso de la noche electoral, sostuvo que “los desafíos son inmensos” y pidió no dejar que “el miedo congele sus corazones”. Además, llamó a cuidar la democracia: “Nos costó mucho recuperarla para que hoy se ponga en riesgo”.
La ultraderecha crece
El auge de la extrema derecha no es nuevo, pero la elección confirmó que el sector atrae al público. Las preocupaciones por delincuencia, migración y estancamiento económico han desplazado la agenda, favoreciendo a Kast y a expresiones más radicalizadas como la de Kaiser. El sociólogo Octavio Avendaño lo atribuyó a una desconexión de los partidos tradicionales: “Estos malos resultados generan la necesidad en la derecha tradicional de replantearse sus valores y propuestas”, afirmó a Efe. A ello, Claudia Heiss añadió que la elección estuvo marcada por “una impugnación a las élites y a los partidos tradicionales”.
Rodrigo Espinoza recordó que este retroceso no es un caso aislado: forma parte de un “fenómeno global” que también afecta a Europa y otros países sudamericanos. El Partido Republicano ya había dado señales de su fortaleza en las constituyentes de 2023, cuando desplazó por completo a la derecha moderada.
Esa consolidación no se limita a la presidencial. En las elecciones parlamentarias celebradas en paralelo, la ultraderecha pasó de uno a seis senadores y de 15 a 42 diputados, con 32 de ellos pertenecientes al Partido Republicano. En la Cámara Baja, las derechas suman 76 parlamentarios y, si Kast llega a La Moneda, tendría un Congreso particularmente favorable.

El voto Parisi
La gran incógnita es el votante del economista populista Franco Parisi, tercero con un 19,7 %. Su electorado heterogéneo —jóvenes, sectores despolitizados y regiones mineras— será decisivo. Pero Parisi ya advirtió que sus apoyos no serán automáticos: “No son un bolso que se pasa de uno a otro”. Exige que Jara y Kast asuman medidas como la eliminación del IVA a los medicamentos o la reducción de sueldos de los políticos y dejó claro que “ellos son quienes tienen los problemas ahora”.
Parisi ya apoyó a Kast en 2021, pero esta vez ha dicho que “no firmará cheques en blanco a nadie”, advirtiendo que deberán “ganarse” sus votos. Su postura se vuelve aún más relevante dado que el voto obligatorio —con un 84,4 % de participación, la más alta de la historia— introdujo a los votantes que habitualmente se abstienen y que suelen tener preferencias volátiles.
Una segunda vuelta desigual
Los números iniciales favorecen abiertamente a Kast. Tiene ya consigo a toda la derecha —desde la tradicional hasta la más radical— y un Congreso que podría facilitar su gobernabilidad. Jara, en cambio, debe ampliar su base, revertir la impopularidad del Gobierno y vencer prejuicios históricos hacia la izquierda y, en particular, hacia el comunismo.
Ella misma lo reconoció: “Los desafíos son enormes”. Y su jefa de campaña lo sintetizó con crudeza: Jara lo tendrá “muy difícil”, incluso después de haber ganado la primera vuelta.

