EE UU

La doctrina “Monroe” y el jardín latinoamericano de Donald Trump

Bajo el pretexto de la lucha contra el narcotráfico, el presidente de EE UU asume una política de confrontación directa con Maduro

El presidente Donald Trump habla con miembros de la prensa.
EFE/EPA/NATHAN HOWARD

Las tensiones entre Washington y Caracas alcanzan un nivel sin precedentes: ataques marítimos, operaciones clandestinas y una recompensa por la captura de Nicolás Maduro. Bajo el pretexto de la lucha contra el narcotráfico, Donald Trump asume una política de confrontación directa con Venezuela.

Desde hace unos veinte años, China se ha afianzado en América Latina y se ha convertido en el principal socio financiero y tecnológico de Sudamérica. Por su parte, Estados Unidos ha despertado y se ha dado cuenta de que ha perdido Sudamérica, que era su patio trasero, y que su zona de influencia se ha reducido a México, el Caribe y Centroamérica.

Al atacar hoy a Venezuela, Donald Trump busca presionar a China, un Estado cercano a Nicolás Maduro, al igual que Rusia, lo que es inaceptable para los estadounidenses. Venezuela, aunque más débil que en la época de Hugo Chávez, sigue siendo estratégica para Donald Trump, que busca desvincularse de Europa y Oriente Próximo para reconstruir su capacidad de poder.

Si bien América Latina se ha independizado relativamente de la tutela norteamericana, especialmente en el siglo XXI, Donald Trump intenta, a través de la lucha contra el narcotráfico, justificar una especie de retorno a una política un poco más securitaria y militar en toda la región. De este modo, reactiva la presencia militar estadounidense para intentar contrarrestar el poder chino, que es principalmente económico, comercial y tecnológico.

Un acto de juramentación de Comités Bolivarianos de de Base Integral (CBBI) en Maracaibo (Venezuela)
EFE/ Henry Chirinos

De hecho, la doctrina de Trump de “America First” se extiende cada vez más al continente suramericano, retomando una antigua tradición intervencionista. La intensa actividad diplomática y ahora militar de la Administración Trump en América Latina contrasta con su voluntad manifiesta de distanciarse de los compromisos estadounidenses en Europa o Asia.

El despliegue de fuerzas en el mar Caribe para luchar contra el tráfico de drogas y desestabilizar el régimen de Nicolás Maduro también contradice las posiciones anteriores de Trump, que inició su carrera política criticando el aventurerismo militar de sus predecesores.

Al retomar las doctrinas de la guerra contra el terrorismo creadas por la Administración Bush tras los atentados del 11 de septiembre y utilizadas por Obama para eliminar con ataques con drones a cientos de militantes islamistas, pero esta vez contra los narcotraficantes, calificados como organizaciones terroristas, Trump retoma una política exterior en la que el uso de la fuerza se convierte en la principal palanca de influencia. Las presiones ejercidas contra Venezuela también recuerdan las políticas de cambio de régimen llevadas a cabo con mayor o menor éxito en América Latina durante el siglo XX.

Las reivindicaciones de Trump sobre la zona del canal de Panamá, que Estados Unidos poseyó como enclave hasta el 31 de diciembre de 1999, su deseo de incluir a Canadá como el 51.º estado de la Unión o sus pretensiones sobre Groenlandia, territorio danés en el hemisferio occidental, se inscriben en esta visión de los continentes americanos como una extensión de los Estados Unidos. Incluso el ala aislacionista de la corriente MAGA parece haber aceptado este concepto de “Americas First” (“Las Américas primero”) y ha atenuado sus críticas hacia los compromisos militares en el extranjero.

El presidente estadounidense Donald Trump
EFE/EPA/ANNA ROSE LAYDEN

Este giro hacia Suramérica de la segunda Administración Trump ya se ha presentado como una nueva versión de la doctrina Monroe. Esta fue promulgada por el presidente estadounidense James Monroe en 1823, dirigida a las potencias europeas, instándolas a mantenerse al margen de los asuntos del hemisferio occidental, considerado de vital interés para Estados Unidos, y a los estadounidenses a no inmiscuirse en los suyos.

Sin embargo, la nueva doctrina de Trump se parece más al corolario de Roosevelt. Esta adición a la doctrina Monroe fue proclamada en 1904 por Theodore Roosevelt para mantener alejadas a las potencias europeas tras una crisis de deuda en Venezuela, estipulando que los Estados Unidos intervendrían por sí mismos para hacer cumplir la ley. Esta doctrina sirvió rápidamente para justificar las intervenciones estadounidenses en la región, en Cuba, Nicaragua, Haití y la República Dominicana.

Siguiendo el enfoque muy personalizado de Trump en materia de asuntos exteriores, la nueva doctrina “Donroe” divide a América Latina entre amigos y enemigos. Trump recibió con todos los honores en la Casa Blanca a Nayib Bukele, el presidente salvadoreño, que abrió su prisión especial antiterrorista a los extraditados estadounidenses, tras un acuerdo negociado personalmente por Marco Rubio, el Secretario de Estado de EE UU.

El presidente argentino Javier Milei, uno de los aliados ideológicos del movimiento MAGA, que había acudido con su famosa motosierra para animar a Estados Unidos a recortar su función pública, recibió una ayuda financiera masiva de 20.000 millones de dólares, el mayor plan de rescate estadounidense a otro país desde el de México en 1995.

Scott Bessent, secretario del Tesoro estadounidense, presentó esta ayuda financiera como una “doctrina Monroe económica” y acorde con el enfoque trumpista de “America First”. Por el contrario, los adversarios o críticos de Trump se ven sometidos a sanciones personales o aranceles aduaneros contra sus países como castigo.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, asiste a un evento este sábado, en Caracas (Venezuela).
EFE/ Miguel Gutierrez

A Brasil, de Lula, se le impusieron aranceles del 50% sobre todas sus exportaciones a Estados Unidos por condenar al expresidente Jair Bolsonaro, otro aliado de Trump, a una pena de prisión por intentar revocar el resultado de unas elecciones presidenciales.

Por su parte, el presidente colombiano Gustavo Petro fue objeto de sanciones personales por criticar los ataques estadounidenses contra embarcaciones no identificadas frente a las costas de Colombia. Petro calificó uno de esos ataques de “asesinato” y acusó a Estados Unidos de destruir un barco pesquero en la costa pacífica y de matar a un ciudadano colombiano.

Trump respondió acusando a Petro de ser él mismo un narcotraficante y anunció sanciones contra él y su familia, así como contra uno de los miembros de su Gobierno. Amenazó al presidente colombiano en las redes sociales, diciendo que “más le valía poner fin” a sus actividades relacionadas con las drogas, “o Estados Unidos lo haría por él, y no sería de forma amable”.

Trump también puso fin a toda la ayuda estadounidense a Colombia, uno de los socios de Estados Unidos en la lucha contra el tráfico de drogas. Su Administración también tiene previsto designar como organización terrorista al “Cártel de los Soles”. El recurso a la presión militar estadounidense contra Venezuela también se suma a una larga lista de intervenciones estadounidenses en la región, ya sean clandestinas o directas, para derrocar regímenes considerados hostiles por Washington.

Ataque
Un nuevo ataque contra una embarcación en aguas del mar Caribe
Efe

Entre las más recientes se encuentra la de Granada en 1983. El presidente Ronald Reagan ordenó la invasión de esta pequeña isla para evitar la posibilidad de que los soviéticos se instalaran allí, lo que supuso la primera operación militar a gran escala desde la guerra de Vietnam.

En 1989, su sucesor, George H. W. Bush, lanzó una operación militar para detener al dictador panameño Manuel Antonio Noriega, buscado por la justicia estadounidense por tráfico de drogas. Pero estos precedentes habían sido relativamente limitados.

Las acciones militares estadounidenses alimentan la desconfianza de los países de la región hacia su poderoso vecino del norte. La influencia de China en la región, que se ha convertido en uno de los principales socios económicos de América Latina, es uno de los motivos de preocupación de Washington. Mientras recibía ayuda de Estados Unidos, Argentina aumentó paralelamente sus ventas de soja a China, aprovechando el boicot de Pekín a la soja estadounidense.

Ford
El USS Gerald R. Ford (CVN 78), el portaaviones más grande del mundo
Efe

La reticencia de Trump a involucrarse en operaciones militares limita la eficacia de esta nueva doctrina. Una cosa en la que siempre ha sido coherente es en su negativa a poner en peligro a las tropas estadounidenses o a empantanarse en otra guerra sin fin. Una invasión de Venezuela implicaría un importante despliegue de fuerzas estadounidenses durante varios años.

En cambio, Estados Unidos está tratando de presionar a Maduro y provocar disturbios internos que lo obliguen a abandonar el poder. Pero se pueden contemplar otras medidas además de una invasión en toda regla, como ataques aéreos, la interceptación naval de buques y quizás incursiones en el espacio aéreo venezolano. Todo lo que hace un mes habría sido muy improbable, ahora parece posible.