El día después de la cumbre en Washington, el ambiente político internacional siente la resaca. No es solo el cansancio de horas de discursos, el jet lag del cambio de horario o los cafés tibios en la Casa Blanca; es la resaca de realidad que dejó el encuentro entre Volodimir Zelenski con los líderes europeos y, por supuesto, con Donald Trump, el anfitrión que siempre convierte una mesa multilateral en su propio espectáculo personal.
Lo que ha ido trascendiendo —y lo que se escuchó entre susurros en los pasillos— fue que Trump habría transmitido a Zelenski la más reciente “oferta de paz” de Vladimir Putin. “Tierra a cambio de paz, con la guinda de una posible reunión en Moscú”. Sí, en Moscú. Todos hemos pensado lo mismo: -Zelenski no sale de allí-. Putin, que en su tiempo libre se entretiene redibujando fronteras en mapas escolares, que luego Trump enseña, habría propuesto que el presidente ucraniano viaje a la capital rusa para “conversar” con la delegación rusa. Zelenski, con la sobriedad que da estar bajo bombardeos desde hace tres años, ha contestado con un rotundo “no”. La otra posibilidad es levantar las sanciones a Putin para que pueda viajar a Europa y Suiza, el eterno país neutral, ya se ha ofrecido como sede del encuentro.
No habrá botas estadounidenses en Ucrania
Mientras tanto, Trump apareció en el programa Fox & Friends, de la cadena Fox, para tranquilizar a su base de seguidores MAGA. “No vamos a llevar tropas estadounidenses a suelo ucraniano. Os lo aseguro. Yo soy el presidente” repitió con esa mezcla de autoparodia y solemnidad que también sabe manejar frente a las cámaras. En definitiva, Trump quiere que Europa se encargue del problema porque Estados Unidos ya hizo suficiente.
A historic day at the White House as European leaders joined President Trump in the Oval Office.
President Donald J. Trump is the President of PEACE. 🇺🇸 pic.twitter.com/V91JvL7K9Z
— The White House (@WhiteHouse) August 19, 2025
Además de la entrevista de Trump, la Casa Blanca compartió en sus redes sociales este martes una imagen del presidente republicano frente a los líderes europeos en el Despacho Oval. Esas fotos llevan la frase “Paz a través de la fuerza” que se ha convertido en lema del mandatario estadounidense, y su composición resalta la faceta de anfitrión de Trump, poniéndolo en el centro de las conversaciones con sus pares europeos. Una faceta en la que el magnate se encuentra muy cómodo y que la Casa Blanca quiere potenciar y resaltar su liderazgo.
La oferta envenenada
El “plan” es tan simple como brutal. Ucrania cede el 70% de la región de Donbás, con lo que el Kremlin se queda con fortificaciones, trincheras y ciudades convertidas en bastiones, y a cambió, el mundo recibe la seguridad de un descanso temporal en la guerra. Es el equivalente geopolítico de empeñar la casa familiar para pagar una deuda que nunca dejará de crecer. Según estimaciones británicas, a Rusia le costaría 4,4 años y casi dos millones de bajas conquistar lo que ahora pretende embolsarse sin disparar un tiro más. Una ganga para Putin, un suicidio estratégico para Kiev y sus países limítrofes como Polonia y Finlandia.
Trump, por su parte, se muestra encantado con la idea de ser el mediador que “trae la paz”, aunque el guion suene más a farsa que a negociación seria. Durante la reunión en Washington, se levantó de la mesa, dejó plantados a Macron, Merz, Starmer y compañía, y se fue a telefonear a Putin. Lo justificó después: “No quería hacerlo delante de ellos, habría sido una falta de respeto a Putin”. Una frase que merece ser grabada en el mármol de los pasillos de la Casa Blanca como premisa de la diplomacia absurda de Donald Trump, aspirante por otro lado al Premio Nobel de la Paz.

Europa, con cara de póker
Los europeos, que habían viajado con la esperanza de arrancar compromisos concretos de Washington, se marcharon con el gesto torcido. Francia y Alemania hablaron de “garantías de seguridad europeas y de alto el fuego”, Reino Unido sugirió tropas europeas en el terreno, y Finlandia e Italia repitieron la letanía mística de la “unidad occidental”. Todo tan hueco como los realities que protagonizaba Trump en el pasado.
En Bruselas ya se comenta que la reunión fue “un teatro de sombras”. La UE, que ofreció financiar un paquete de armas de 100.000 millones de dólares, esperaba al menos una foto de unidad. En lugar de eso, Trump dejó claro que prefiere hablar a solas con Putin antes que escuchar a sus aliados.
Ginebra como sede de la bilateral
Mientras, Macron ha propuesto que sea Ginebra la sede “neutral” de un posible encuentro entre Putin y Zelenski, como prometió Trump. El ministro de Exteriores de Suiza, Ignazio Cassis, aseguró el martes que habrá inmunidad para Putin en caso de que llegue al país para participar en una conferencia en favor de la paz.
La Corte Penal Internacional (CPI) emitió en marzo de 2023 una orden de arresto contra Putin por los delitos de deportación forzada y traslado ilegal de niños ucranianos a territorios ocupados por Rusia. Cassis sostuvo que Suiza está “más que preparada” para acoger una reunión de tal envergadura.

La geopolítica como reality show
La gran pregunta es si esta maniobra es realmente un paso hacia la paz o simplemente otro episodio del reality show geopolítico que Trump ha montado en la Casa Blanca. Porque lo que está en juego no es solo un pedazo de tierra en Donetsk, sino el principio básico de que las fronteras no se trazan a punta de invasión.

Zelenski lo sabe y lo repite cada vez que puede. “Ucrania no negocia su soberanía”. Pero en Washington quedó claro que Trump tiene otros planes. Le tienta demasiado la idea de aparecer como el presidente que “acabó la guerra” —aunque el precio sea regalarle a Putin el botín que no pudo ganar en el campo de batalla. Así amanece el día después: con Europa mareada, Ucrania bajo presión, Putin oliendo la victoria sobre el viejo continente que espera conquistar y Trump sonriendo para las cámaras, convencido de que va a ir al cielo por su armisticio de Paz. Una resaca difícil de curar.