La “Declaración de Nueva York“, adoptada el 12 de septiembre por la Asamblea General de la ONU, aboga por una solución de dos Estados, mientras que el día anterior, Benjamín Netanyahu había declarado que “no habría Estado palestino”. Una postura que ha avivado el fuego de la hostilidad hacia Israel.
El 22 de septiembre, en el marco de una reunión sobre Palestina a nivel de jefes de Estado y de gobierno, se espera que Francia y otros países – Reino Unido, Canadá, Bélgica y Australia en particular – reconozcan un Estado palestino. Antes que ellos, otros 148 Estados ya lo han hecho. ¿Debe considerarse un gesto puramente simbólico, ya que no basta con “reconocer” un Estado para que exista realmente? Si es así, es difícil entender la furia que este hecho ha desatado por parte del gobierno israelí y parte de la administración estadounidense. ¿Y por qué reconocer ahora a Palestina? Porque la única solución política al conflicto palestino-israelí es una solución de dos Estados. Y hasta que no se reconoce un Estado, no se respetan sus derechos. Desde este punto de vista, reconocer a Palestina podría ser el primer paso hacia la paz. La paz significa coexistencia, y no puede haber coexistencia sin reconocimiento.

No hay obligación de reconocer a un Estado. Los Estados son libres de reconocer o no a otros Estados. Se trata de un acto político, unilateral y puramente discrecional. El reconocimiento abre la puerta a la reciprocidad, ya que el Estado que reconoce acepta establecer relaciones diplomáticas con el Estado reconocido, tratar con sus representantes y asumir compromisos con él.
Evidentemente, el reconocimiento de un Estado sólo tiene sentido si reúne a una masa crítica de Estados que hayan reconocido efectivamente al Estado en cuestión. No es el caso, por ejemplo, de la República del Norte de Chipre (reconocida únicamente por Turquía) o de Abjasia y Osetia, reconocidas únicamente por Rusia y algunos otros Estados (Venezuela, Nicaragua, Nauru).
Un corolario necesario del reconocimiento de un Estado son los criterios que establecen la existencia de un Estado. Un Estado debe tener una población permanente, un territorio definido, un gobierno y la capacidad de entablar relaciones con otros Estados. Palestina cumple al menos tres de estos cuatro criterios: tiene una población permanente, tiene un gobierno y puede entablar relaciones con otros Estados.
Sin embargo, la aplicación a Palestina no es evidente. Esta es la razón por la que, por ejemplo, la Corte Penal Internacional y la Corte Internacional de Justicia han evitado -hasta ahora- pronunciarse sobre el estatuto de Palestina en virtud del derecho internacional general. Sin embargo, está claro que el pueblo palestino tiene derecho a crear su propio Estado, en virtud de su derecho a la autodeterminación, ya reconocido para Palestina por la Resolución 3236 adoptada por la Asamblea General de la ONU el 22 de noviembre de 1974.

Palestina posee las características requeridas y goza del apoyo suficiente para ser reconocida legítimamente como Estado. Al adherirse a la ONU, Palestina pudo firmar y ratificar el Estatuto de Roma en 2015. Esto proporciona al Estado de Palestina un foro legal para exigir que se haga justicia y que Israel responda por sus crímenes de guerra ante la Corte Penal Internacional.
El reconocimiento de Palestina como Estado es un acto políticamente simbólico que sirve para ejercer presión diplomática sobre Israel para que ponga fin a su ocupación y colonización ilegal del territorio palestino. Este reconocimiento supone una resistencia al plan político de Israel de anexionarse Gaza y Cisjordania.
Cuando España anunció su reconocimiento oficial de Palestina, Sánchez declaró que “el único camino hacia la paz es la creación de un Estado palestino que conviva con el Estado de Israel”. Sin embargo, a pesar de este compromiso, el reconocimiento no cambia el hecho de que la soberanía palestina sigue sin existir, ya que Israel mantiene el control de facto sobre Cisjordania y Gaza.

Por consiguiente, al no abordar los medios concretos por los que Israel ocupa tierras palestinas, el reconocimiento de la soberanía palestina sigue siendo puramente simbólico si no va acompañado de medidas tangibles adicionales.
Sin embargo, dicho reconocimiento podría ser “combustible” para la solución de los dos Estados. El momento es oportuno porque sería una señal de que el mundo occidental vuelve a tomar la iniciativa en el frente diplomático en Oriente Medio. Es urgente porque la Knesset -el parlamento israelí- adoptó el 23 de julio de 2025 una resolución no vinculante que prevé la anexión de Cisjordania. También está en curso la expulsión de palestinos de Gaza.
Por tanto, tenemos que establecer un equilibrio de poder dando a Palestina una perspectiva política. Cuanto más esperemos, más se alejará la perspectiva de una solución de dos Estados. A quienes cuestionan, sinceramente o no, la utilidad de este paso, cabe hacerles la siguiente pregunta: ¿por qué habría sido útil no hacer nada? Es una señal fuerte, pero el momento tiene que ser el adecuado: ni demasiado pronto, ni demasiado tarde. También es un “arma de un solo tiro”: una vez reconocida Palestina, se supone que sus dirigentes emprenderán las reformas necesarias, pero no hay ninguna garantía absoluta de ello. Y una vez reconocido el Estado palestino, la comunidad internacional tendrá que trabajar para que pueda existir.