Visita de estado de Trump a Reino Unido: de Isabel II a la ofensiva arancelaria

El Gobierno espera que la pompa ceremonial predisponga al presidente para reforzar la alianza trasatlántica

El primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
EFE

La segunda visita de estado de Donald Trump a Reino Unido que arranca este miércoles representa un fiel recordatorio, un implacable reflejo de que ni siquiera los más extraordinarios giros de la geopolítica escapan al inevitable paso del tiempo. Si su anfitriona la primera vez había sido Isabel II, seis años y tres meses después la única posibilidad que el presidente de Estados Unidos tendrá de rendir tributo a la monarca más longeva de la historia británica será visitando su tumba en la capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor. Será allí donde tendrán lugar los fastos ceremoniales de las 48 horas que Trump pasará en Reino Unido, donde viaja acompañado de la primera dama, Melania. Para ambos, se trata de la primera vez que se verán con Carlos III desde su ascensión al trono en septiembre de 2022.

Melania Trump
La primera dama estadounidense, Melania Trump, el presidente estadounidense, Donald Trump, los entonces príncipes Carlos y su esposa, la duquesa Camila del Reino Unido
Efe

Las visitas de estado constituyen una curiosa singularidad la idiosincrasia británica, una combinación de pompa, tradición y táctica política al más alto nivel. Tienen lugar por recomendación del Gobierno, que sugiere a qué país convidar en función de complejos intereses estratégicos, pero quien recibe formalmente al invitado es la Casa Real, que despliega el boato característico de la factoría Windsor para agasajar al visitante y, siempre de acuerdo con la teoría, favorecer el reforzamiento de los vínculos entre los dos países.

Segunda visita de Estado

Siguiendo esta tesis, la apuesta no exenta de riesgo de ofrecer a Trump una segunda visita de Estado, algo sin precedentes para un mandatario no perteneciente a la realeza, responde a un cálculo político: el deseo de Reino Unido de poner una pica en la Casa Blanca de Trump en un momento particularmente crucial, tras el disruptivo arranque del segundo mandato y la apertura de una nueva fase en la que su protagonismo en la política internacional podría verse relegado por la realidad doméstica.

La decisión le ha costado al Ejecutivo británico contestación en casa, pero visto lo ocurrido en la visita anterior, en junio de 2019, el Gobierno británico contaba ya con el ruido. La primera vez, más de un millón de personas habían firmado una petición para que a Trump se le retirara el honor y hubo protestas en gran parte del país, simbolizadas con la instalación en el cielo de Londres de un globo gigante que retrataba a Trump como un bebé gruñón y en pañales.

Encuentro con Starmer

En la actualidad, tan solo un 16 por ciento de los británicos tiene una visión positiva del presidente norteamericano, lo que explica, en gran medida, por qué ninguno de los actos previstos en estos dos días incluye eventos de cara al público. Ni siquiera la procesión ceremonial de este miércoles en Windsor contará con asistentes, a diferencia de lo que había acontecido hace apenas dos meses con la otra gran visita de estado, la del presidente francés, Emmanuel Macron. La zona se parece estos días a una fortaleza blindada, mientras que la escala más política de la visita, la cumbre bilateral del jueves con Keir Starmer, con quien Trump presidirá también una recepción de negocios, tendrá lugar lejos de Londres, en la casona de Chequers, la residencia de asueto del primer ministro en el rural, en el condado de Buckingham, al noroeste de la capital.

Donald Trump junto a Keir Starmer en la reunión del G7.
Ludovic Marin

En la conjetura del Gobierno, la controversia merece la pena si a cambio consigue consolidarse como aliado de referencia de Estados Unidos en occidente, el puente entre América y Europa, el aliado con línea directa con el despacho oval. Las próximas semanas serán clave para determinar si la maniobra ha tenido resultado, pero hay un área que permitirá estimar los réditos de manera inmediata: la economía.

No es ningún secreto que las visitas de estado tienen, en última instancia, el objetivo estratégico de favorecer acuerdos financieros y empresariales. Reino Unido tira de la monarquía para dar lustre al evento, pero lo que perdura son los beneficios tangibles. De momento, se ha anotado importantes tantos en materia de inversión, con el anuncio de notables partidas de gigantes como Google y está previsto que ambos países promuevan la formación de una sociedad tecnológica. Pero la verdadera ambición británica es quedar exentos de la agresiva estrategia arancelaria de Trump, especialmente en los gravámenes al aluminio y al acero.

El problema, no obstante, es que ninguna hipótesis convencional puede darse por hecho con Trump, más allá de que la suntuosidad ceremonial en Windsor, una de las grandes especialidades británicas, sea del gusto del presidente. Su especial debilidad por la realeza es conocida, pero el propósito de Starmer no es complacer a Trump con la precisión de los desfiles militares, sino lograr rendimientos que justifiquen la segunda visita de estado, tanto por beneficios domésticos, como por resultados a escala global.

Cuestiones sobre la mesa

Según ha avanzado el Gobierno, el primer ministro pondrá sobre la mesa cuestiones urgentes como Ucrania o Gaza, especialmente ante la inminente Asamblea General de la ONU de la próxima semana. Starmer tendrá que hilar fino, ya que, a pesar de la sorprendente sintonía personal, ambos mandatarios mantienen diferencias sustanciales, tanto en estos ámbitos como en otros clave como la OTAN, o el desafío de China; así como en su concepción de la política.

Ucrania
En Europa debaten sobre cómo respaldar militarmente a Ucrania en caso de acuerdo
EFE/ @whitehouse

Por si fuera poco, su reunión tendrá lugar en plena resaca del controvertido cese del hasta el pasado jueves embajador británico en Estados Unidos, Peter Mandelson, por el “alcance” de su cercanía con Jeffrey Epstein. La amistad de Trump con el millonario estadounidense, condenado por pederastia en 2006 y fallecido en prisión en 2019 cuando esperaba un segundo juicio, también lo ha puesto en el punto de mira, lo que anticipa incómodas preguntas cuando ambos mandatarios protagonicen su única comparecencia ante la prensa. Será este jueves, justo antes de que Trump regrese a Estados Unidos con el honor de ser el único presidente invitado dos veces a una visita de estado a la democracia decana en Europa.

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