Mucho se ha hablado sobre el significado de un aforamiento, o el sentir de un aforado.
El aforamiento no es otra cosa que una condición jurídica que se le da a una persona en determinadas circunstancias – como el ejercer un cargo público de cierto nivel – por la cual, en caso de ser imputado por un delito, en lugar de ir al tribunal que le correspondería como ciudadanos de a pie, va directamente a un tribunal distinto.
El estar aforado no quiere decir que uno es inmune a un delito, pero sí que es un privilegio del que gozan más de 250.000 personas en España; desde políticos, miembros del Tribunal Supremo, miembros de las Fuerzas y cuerpos de seguridad del estado…
El primer lugar de España dónde se eliminaros los aforamientos políticos fue en el parlamento de Canarias. Pero no porque sus diputados autonómicos así lo decidieran, sino porque se introdujo esa condición durante la reforma del Estatuto de Canarias en el Congreso de los Diputados -una negociación nada sencilla debido a que muchos no querían eliminar ese privilegio-.
Hay dedicaciones en la que tiene sentido aplicarlas, e inclusive en puestos muy concretos de índole política, pero no como sucede en nuestro país, en el que la condición de aforado se presenta más como un privilegio, que como una medida de protección que le permita ejercer sus funciones.
Recurrentemente se habla de aforamientos, pero ha sido en esta semana en la cual, y debido a una situación rocambolesca más propia de una comedia que de la política española, este término vuelve a estar de actualidad.
La apertura de juicio oral contra el hermano del presidente del gobierno y contra el actual secretario general del PSOE extremeño, el señor Miguel Ángel Gallardo, ha suscitado polémica no solo por lo propio, sino por la rocambolesca maniobra planteada por el señor Gallardo para atrase “in extremis” a un aforamiento.
El ansia por adquirir la condición de aforado ha sido tal que ha costado la dimisión de su acta de una diputada del partido socialista en el parlamento extremeño, además de una seria de renuncias al acta de varios miembros de la lista electoral del PSOE, ya que se encontraban en puestos avanzados respecto al señor Gallardo. Finalmente, y tras la promesa fracasada a la diputada que ha renunciado de darle un puestito en otro lugar, el señor Gallardo parece que ya es aforado, en el último Sprint de meta y sin ningún tipo de vergüenza y sonrojo.
Sería interesante el preguntarle ¿a qué tiene miedo?, puesto que si uno es inocente se defiende como cualquier ciudadano en el tribunal correspondiente, ya que nuestro sistema es garantista. De otra manera el mensaje sería – y está siendo – muy confuso.
El recientemente aforado ha declarado que “probablemente va a tener muchas más garantías judiciales”, indicando también de que el aforamiento no le va a beneficiar, debido a que se siente indefenso. ¿Por qué aforarse si no le va a beneficiar?
El mensaje general hacia la ciudadanía es bastante preocupante, puesto que deja entrever que la justicia no es garantista, y que los ciudadanos del país que no tenemos el privilegio de estar aforados pareciera que no tendremos oportunidades algunas ante un proceso judicial ordinario. O, por el contrario, otro mensaje que se deja también entre líneas es que no confía en la justicia y quiere amarrase a cualquier suerte de privilegio que en su origen no se dispuso para eso.
Por si acaso la cosa se tuerza, alarguemos los tiempos y aforando que es gerundio.
¿Qué suerte tienen algunos?