Colágeno, autoayuda, cirugía, ansiolíticos, hormonas, sugerencias para esto, ofertas para lo de más allá… A punto de ser devorada por el tsunami de información, el SOS de una mujer en plena menopausia coincide con el que lanza Andrea Carucci en su último libro SOS, menopausia a la vista, ¿Y ahora qué hago? (Libros Cúpula). Sus páginas son agüita clara; su autora, nutricionista con más de tres décadas de experiencia en salud integrativa, una mente despejada y en calma que viene a dejarnos con lo esencial: soluciones efectivas para los cambios hormonales de esta etapa.
Ha acompañado a muchas mujeres en este viaje, aunque es ahora, al vivirlo en primera persona, cuando ha querido compartir esa otra cara menos conocida de la menopausia. El libro lo prologa la periodista Sonsoles Ónega con una frase que Carucci desarrolla a lo largo de la entrevista: “Las mujeres más interesantes que conozco, las más vividas, ya han transitado por el camino de la menopausia y han sustituido el climaterio por algo más valioso: la sabiduría que regala la edad”.
Nuestras abuelas no se quejaban de su menopausia. ¿Era estoicismo o realmente no la sufrían?
Para ellas, era un periodo natural. Al llegar a la menopausia se encontraban con un poder renovado y con mayor autonomía interna. No vivían atrapadas en ese pánico que vino después de la menopausia como vejez, sufrimiento injusto y cambio corporal. Ya conocían la sabiduría femenina que está en nuestra condición y se manifiesta en forma de intuición, energía, autoestima o fortaleza.
¿Hemos roto al menos el tabú de hablar sobre lo que nos pasa?
Lo hemos roto nosotras y también los investigadores. Por fin tenemos estudios y un mayor conocimiento de lo que nos sucede. A partir de aquí, podemos aliviar la menopausia con soluciones que nos reconectan con el cuerpo. Esa es la intención del libro, ofrecer consejos prácticos, planes de 28 días de ejercicio, hablar de fitohormonas y alimentación o ayudar a entender qué te está pasando.
A los 30 nos cuentan la menopausia en tres palabras: retirada de la regla, fin de la fertilidad y presbicia. A los 50, nos la pintan negra. ¿Es deliberado este enfoque puramente médico o negativo?
Los cambios hormonales en la mujer son un funcionamiento natural de nuestro organismo durante esta transición y no son una enfermedad. Por eso, cuanto antes comencemos a hablar y abordar la menopausia desde un enfoque integral, mejor. Más allá de estas tres palabras, hay fatiga, cansancio, problemas circulatorios y cardíacos, mayor riesgo de accidentes cerebrovasculares, menor densidad ósea, dolor articular o disminución de la masa muscular. Pero son transitorios. Es interesante conocer, por ejemplo, cómo, después de esta etapa de ajuste, el cuerpo femenino es capaz de generar una nueva ola de hormonas, adaptadas a cada edad.
Ni enfermedad ni trastorno
¿No le gusta hablar de síntomas? ¿Qué son, entonces, los sofocos o la sequedad de la piel?
No menciono síntomas porque, como le digo, la menopausia ni es enfermedad ni es trastorno. Prefiero la palabra signo. Y cada signo propio de la menopausia es un aviso de una diosa interior que está a punto de manifestarse con fuerza. No es una injusticia de la naturaleza, sino un tránsito normal hacia una etapa de máximo potencial y bienestar. La menopausia no marca un fin, sino un comienzo. Nos quedan muchos años por delante y es una etapa muy hermosa y rica desde cualquier dimensión que consideremos. En esto sí hemos dado un giro absoluto a la menopausia. Antes era el aviso de la vejez, ahora seguimos siendo jóvenes, activas y con ganas de vida. Además, somos más longevas.
Después de los 50, todo se achaca a la menopausia.
La obesidad, la diabetes tipo 2, la hipertensión arterial, el colesterol elevado, los triglicéridos altos, el estrés o la resistencia a la insulina pueden verse agravados, pero no son consecuencia directa. En muchos casos, ya estaban presentes antes y esta etapa puede amplificarlos. Es importante prevenir y comprender que no es que de un día para otro surjan patologías. Un estilo de vida saludable contribuye a garantizar una mejor calidad de vida, retrasa la aparición de complicaciones y favorece una mayor esperanza de vida saludable.
¿Hay vida más allá de los estrógenos?
Siempre nos han dicho que esos estrógenos que tanto rechazamos durante nuestros mejores días fértiles, ahora nos abandonaban. Ya sabemos que solo es una transición. Esas hormonas antes dedicadas a la reproducción ahora liberan otra forma de energía. Es una producción más estable y menos exigente en otras estructuras del cuerpo, como las glándulas suprarrenales y los tejidos como el adiposo, la piel, el cerebro y el sistema musculoesquelético. Que cambie de un tipo de estrógenos a otros y que ya no tenga los picos de esta hormona para ovular no significa que de un día para otro vaya a ser anciana. Es una nueva fase en la que el cuerpo femenino redefine sus prioridades energéticas, hormonales y neurológicas.
¿Cómo podemos compensar esos estrógenos que ya no nos cubren?
Debemos prestar atención a la alimentación, con una cantidad de proteínas acorde a nuestra actividad, grasas saludables, aceitunas, aguacate, pescado azul, algunos frutos secos o semillas y abundante fibra acompañada de ensaladas frescas y fruta baja en azúcar, como los frutos rojos, y que sea alta en antioxidantes. Eliminar la comida ultraprocesada y los azúcares añadidos. Aumentar la exposición al sol para mejorar los niveles de vitamina D, ejercicio físico y alimentos ricos en magnesio y calcio para mejorar la densidad ósea.
¿Caminar es suficiente?
Hay que combinar diferentes tipos de ejercicio, como aeróbico para mejorar la circulación con ejercicios de fuerza, usando un peso extra para aumentar la masa muscular, y ejercicios que proporcionan elasticidad como yoga o pilates.
La alimentación
Dice que las fitohormonas son buenas aliadas.
Como la naturaleza es generosa, se encuentran en más de 300 especies vegetales, como hortalizas, legumbres, frutas y cereales. Incluirlos dentro de nuestra alimentación no solo mejora los signos o síntomas, sino que también nos aportan propiedades antioxidantes, antiinflamatorias, mejoran el funcionamiento del sistema inmune y neumológico, reducen el colesterol, ayudan a perder peso, a prevenir el cáncer, mejoran nuestra sexualidad, protegen nuestro sistema cardiovascular, mantienen los niveles hormonales, nos ayudan a mantener la densidad ósea y evitan derrames cerebrales, entre muchos otros beneficios.
Le preocupan especialmente los disruptores endocrinos.
Una mujer está expuesta a más de 150 tóxicos diferentes. Muchas de estas sustancias han sido aprobadas sin considerar su efecto acumulativo a lo largo del tiempo. Gran parte provienen de productos de cuidado personal y del hogar. Estos tóxicos actúan en nuestro organismo como disruptores endocrinos, sustancias químicas que interfieren con la comunicación hormonal. Es una de las causas de la menopausia precoz, la inflamación y el envejecimiento acelerado en mujer jóvenes. Pueden inducir una disminución prematura de la función ovárica.
Volvamos a ese poder femenino que pide paso cuando se va la regla.
La capacidad de dar vida es un fenómeno increíble, aunque no se exprese, pero la evolución desarrolló algo igualmente asombroso: la capacidad de las mujeres de vivir más allá de su etapa reproductiva. Esto dio lugar a una figura única en el reino animal, las diosas mayores o abuelas. En todas las especies con menopausia, incluidas las humanas, las hembras mayores asumen un papel crucial en la comunidad.
Ya no necesitan gastar energía en la reproducción, lo que les permite centrarse en transmitir su conocimiento y experiencia, aspectos fundamentales para la supervivencia de su grupo. La evolución protege esa sabiduría y permite que las mujeres que han pasado esta transición la compartan con las generaciones siguientes. No es una sabiduría académica, sino un cúmulo de historias y una guía para navegar el presente. El verdadero poder de la menopausia radica en el impacto transformador que tiene sobre las vidas de quienes las rodean.