Adiós al macho alfa: la ciencia desmonta el mito

En todas las especies de primates, machos y hembras participan igual en las luchas por el poder sin que exista un patrón fijo de victoria

Realmente no somos más que polvo de estrellas. Eso sí, pensantes. Y algunos, más sobrados en testosterona, con la soberbia suficiente para, aprovechando esa capacidad pensante, erigirse en machos alfa dominantes, con un poder sin fisuras y emocionalmente impermeables. Ahí tenemos a Vladímir Putin, un líder hecho a sí mismo fuerte y capaz de ejercer el poder en verticalidad absoluta. Cabalga sin camiseta, caza osos y practica artes marciales. También en España hemos tenido y tenemos lo nuestro. Políticos que alardean de virilidad sin complejos y la utilizan como valor en el poder.

Pero la idea del macho alfa va a tener sus días contados después de un estudio publicado en PNAS que muestra que, en la mayoría de los primates, no existe un sexo dominante, sino que machos y hembras luchan por el liderazgo por igual y la victoria puede ser para cualquiera, independientemente del sexo.

Para llegar a esta conclusión, investigadores del Centro Alemán de Primatología y la Universidad de Montpellier han revisado 253 estudios basados en 151 poblaciones y 84 especies diferentes de primates. Una muestra suficiente para conocer cómo se desenvuelven en los juegos de tronos. Lo primero que observaron es que, en general, el impulso de los machos es usar la fuerza física y la coerción; las hembras, más sutiles, emplean como principal estrategia el poder de decidir cuándo y con quién aparearse.

Por otra parte, los científicos han comprobado que las hembras se involucran en los conflictos tanto como los machos. En algunas poblaciones, el macho es siempre el vencedor; en otras, la hembra es la que claramente tumba a sus adversarios. En el resto, la mayoría de las comunidades estudiadas, cualquiera de los dos sexos puede lograr la victoria. En cuanto a especie, no hay un patrón claro que incline la dominancia hacia un lado u otro.

El entorno y la estructura de los recursos o de las relaciones sociales condicionan las jerarquías. Este es uno de los hallazgos más curiosos para comprender por qué en algunos contextos se impone un macho alfa. Cuanto mayor es la capacidad de huida de la hembra, más se reduce el dominio masculino. En las especies arborícolas, por ejemplo, donde las hembras pueden alejarse de los machos, ellas toman el control reproductivo y, por tanto, el poder.

Y cuanto más depende un grupo de otro para sobrevivir, más se consolida el dominio. Y en especies donde los machos son más grandes, el dominio masculino es más común. Si no encuentran un mecanismo que equilibre la balanza, imponen su fuerza física como forma de control.

La conclusión de esta investigación es que las reglas del poder en el mundo animal no están tan definidas como pensábamos. Machos y hembras negocian su liderazgo de maneras diversas y adaptadas a las circunstancias, echando por tierra cualquier otra idea preconcebida y pergeñada según nos conviene.

Arrastrados por la ficción o la espectacular visión de dos grandes simios que se enzarzan en una pelea como dos montañas que toman vida, durante mucho tiempo creímos que los machos dominaban socialmente a las hembras en la mayoría de los primates. Con la ciencia en la mano, ya podemos decir que las sociedades donde los machos ganan casi todos los encuentros agresivos contra las hembras son realmente poco frecuentes.

Es interesante porque la imagen del macho alfa se explota hábilmente en círculos de masculinidades tóxicas tomando como referencia esa pseudociencia evolutiva que justifica una posición dominante del más fuerte, el de mayor envergadura física y el más agresivo o estratega en las disputas. El propio Frans de Waal, el primatólogo que nos enredó con este concepto en su libro La política de los chimpancés, acabó desacreditando el propio mito.

En su opinión, todos sus postulados sobre primates se tergiversaron al trasladarlos a la población humana. El aplicó el término para referirse al macho de mayor rango y a la hembra de mayor rango en una manada de lobos. También vio que en los primates se reproduce esta jerarquía. Pero no son las habilidades físicas, sino un proceso político el que decide quién es dominante en uno u otro sexo. Es decir, el liderazgo llega desde la capacidad de crear coaliciones y de influir. Si el alfa se comporta de manera agresiva, perderá apoyo y se rendirá sin necesidad de que medie una pelea.

En su libro, De Waal apenas habló de los humanos, pero la política estadounidense y el mundo empresarial enseguida se apropiaron del término macho alfa y lo aplicaron al liderazgo de hombres fuertes y agresivamente dominantes. Obviaron que, entre los chimpancés, por ejemplo, muchos de los machos alfa protegen a los miembros más vulnerables, frenan peleas, se mueven con empatía, mantienen al grupo unido y muestran cierto sentido de responsabilidad. Puede haber tiranos, pero la mayoría de las veces son buenos líderes.

El primatólogo, que falleció hace algo más de un año, apeló al sentido común para devolverle el significado original al alfa, macho o hembra: un líder responsable, respetado y capaz de velar por la paz y de mantener unido al grupo.

TAGS DE ESTA NOTICIA