Crianza

Ser madre tarde tiene un precio: el 40% de los embarazos son de riesgo

Cada vez más mujeres en España enfrentan el peso emocional y físico de una maternidad postergada no por elección, sino por un sistema que no les deja margen

Madres Paralelas - Pedro Almodovar

A sus 41 años, Laura García lleva cuatro embarazos fallidos y un diagnóstico de infertilidad secundaria. “No quise esperar tanto, pero la vida, el trabajo y la inestabilidad no me dejaron otra opción. Cuando quise, ya no pude”, cuenta desde una sala de espera de una clínica de fertilidad en Madrid. Como ella, miles de mujeres en España enfrentan las consecuencias de una maternidad aplazada. Y no por capricho, sino por contexto.

En 2024, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 40,3 % de los partos en España se produjeron en mujeres de 35 años o más, y un 10,4% fueron en mujeres mayores de 40. Esta cifra, que duplica la media europea, refleja un cambio profundo en los patrones de maternidad. En paralelo, la tasa de natalidad sigue en caída libre. En 2023 nacieron 322.075 niños, apenas un 0,4 % más que el año anterior, pero muy lejos de los nacimientos necesarios para el reemplazo generacional.
Pero el retraso en la edad de la maternidad no sólo se refleja en estadísticas. Tiene rostro, historia y cuerpo. El cuerpo de mujeres como Laura, que añaden a la carga emocional de la infertilidad una sensación de culpa inducida por una narrativa social que las responsabiliza por haber “esperado demasiado”.

Riesgos que se multiplican

Desde el punto de vista médico, los embarazos tardíos conllevan mayores riesgos. En el Hospital Sant Joan de Déu, en Barcelona, el 65 % de los embarazos se consideran de riesgo por edad materna. A nivel nacional, la tasa de partos prematuros es del 7,5 %, pero se eleva hasta el 12 % en mujeres mayores de 40, según datos del Ministerio de Sanidad. Además, el riesgo de preeclampsia, diabetes gestacional, aneuploidías (como el síndrome de Down) y partos por cesárea se incrementa de forma significativa a partir de los 35 años.

Sin embargo, estos riesgos clínicos no pueden analizarse aislados de los factores sociales y económicos que condicionan la maternidad en España. El primer estudio sobre fecundidad del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), publicado en septiembre de 2024, revela que el 77,3 % de las mujeres encuestadas señalan la falta de estabilidad económica como el principal obstáculo para tener hijos. Le siguen la falta de conciliación (44,1 %) y el temor a frenar su desarrollo profesional (40,5 %).

El sistema no acompaña

“Hablamos de decisiones personales cuando en realidad son decisiones condicionadas. No es que las mujeres no quieran ser madres antes, es que el sistema no lo permite: contratos precarios, alquileres inasumibles, ausencia de redes públicas de cuidado…”, denuncia Laura.

En países como Francia o Suecia, donde se ha apostado por la inversión pública en servicios de cuidado y subsidios a la crianza, las tasas de fecundidad se mantienen notablemente más altas. En España, sin embargo, la falta de una estrategia nacional de apoyo a la maternidad empuja a muchas mujeres a retrasarla, hasta que la biología o la economía les pone un límite.

El coste emocional y simbólico

Más allá de los datos, está el peso emocional. El relato de la maternidad deseada pero pospuesta choca con discursos tradicionales que aún vinculan el valor de las mujeres con su capacidad reproductiva. “Muchas pacientes llegan devastadas, no sólo por las dificultades médicas, sino por sentirse juzgadas. Vivimos una doble exigencia, se espera que triunfemos profesionalmente, pero también que formemos una familia antes de los 35″, explica Marta González, psicóloga especializada en infertilidad.

Las mujeres, señala González, están atrapadas en una paradoja: si son madres jóvenes, se las considera poco responsables o ambiciosas; si esperan, se las acusa de egoístas o frías. “Y todo esto mientras se enfrentan a tratamientos invasivos, hormonales y emocionalmente desgastantes”.

Una cuestión de género (y de clase)

También esto es una cuestión de género -y de clase-. Vamos por partes. El retraso de la maternidad no afecta de la misma manera a hombres y mujeres, ni en términos biológicos ni sociales. Mientras nosotras nos enfrentamos a la presión del reloj biológico, ellos suelen contar con un margen temporal mucho más amplio y con una carga cultural menor en torno a la paternidad.

Pero además, también en este tema influye la clase social importa. Las mujeres con mayores recursos económicos pueden acceder a tratamientos de fertilidad, congelar óvulos o contratar ayuda externa. En cambio, quienes tienen menos recursos se enfrentan a la infertilidad con menos opciones y mayor soledad. “La desigualdad también se expresa en la posibilidad de ser madre”, concluye González.
“No es que no queramos ser madres a tiempo. Es que el tiempo nos lo quitan el sistema, la precariedad y el miedo. Y después, cuando lo intentamos, ya es demasiado tarde“, sentencia Laura, mientras espera su turno para iniciar otro ciclo de fecundación in vitro. Su voz no es la de una excepción, sino la de toda una generación que quiere ser madre sin pedir perdón.

TAGS DE ESTA NOTICIA