La etiqueta Adults Only (Solo adultos) para unos es herejía y a otros les suena a gloria bendita. Cada vez la encontramos en más espacios, sobre todo en hoteles, restaurantes y medios de transporte. Es el caso del “coche en silencio” que ofrece Renfe, sin coste añadido, en trenes de AVE y Euromed. La discusión está servida y entrar en ella es meterse en terreno pantanoso con botas de plomo.
Lo intentaremos dando voz a las dos partes y sin caer en el pensamiento binario de bien y mal, ángel o demonio. Si la cosa se pusiese fea, miraremos a un lado y nos declararemos oficialmente en tierra de nadie, aunque tengamos los pies en fango. Según un informe de la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos (CEHAT), los Adults Only representan al menos el 5% de la oferta turística a nivel nacional, cifra que aumenta en Canarias, con un 10%. Sus clientes son personas con un elevado poder adquisitivo “que buscan un ambiente tranquilo y experiencias gourmet y de bienestar o entretenimiento nocturno”.
A un lado de la discusión, encontramos a la influencer Verdeliss, madre de ocho hijos. En 2023 utilizó sus rede sociales para defender a una madre a la que no dejaron viajar con sus hijos en un vagón de silencio. “Yo no creo que se trata de una fobia a las familias numerosas, sino más bien de un adultocentrismo. ¡De una fobia a los niños!”, señaló. Hace solo unos días volvió a ello en un debate radiofónico, pues dice que se ha encontrado en una situación similar “en varias ocasiones”.
Quienes se quejan ven en la existencia de estos espacios un acto de ofensa a la familia, una modalidad más de exclusión y una pérdida de valores en una sociedad con una tasa de fecundidad por debajo del umbral de reemplazo generacional. Hablan de individualismo, niñofobia, hedonismo y adultocentrismo.
Al otro lado están quienes hacen uso de estos espacios y quienes impulsan negocios en los que cuelgan el cartel Only Adults, que, dicho en inglés, resulta un eufemismo para evitar decirlo a palo seco, sin azúcar ni anestesia: un espacio libre de niños. Dos lectoras anónimas, que por motivos laborales viajan a menudo en tren, legitiman y aplauden la idea. Siempre que pueden compran su billete en coche en silencio. No solo no admite niños, tampoco la música sin altavoces o las conversaciones en voz alta. “Lo necesitamos para concentrarnos, leer o simplemente descansar después de un día complicado. ¿Niñofobia? En absoluto. Las dos somos madres y adoramos llegar a casa para estar con nuestros hijos. Precisamente el vagón en silencio y los hoteles solo para adultos nos permiten llegar con la mente serena. Nos consta que es un servicio cada vez más demandado. A un niño no se le puede exigir que no hable o lo haga en un tono bajo. Eso sí sería antinatural”.

Igual que los trenes, algunas aerolíneas reservan filas de asientos para mayores de 14 o 16 años. Según una encuesta publicada hace un tiempo en Newsweek, alrededor del 60% de la población apoya las zonas exclusivas para adultos en aviones y trenes, frente al 27% que se muestra en contra y otro 14 que no sabría posicionarse. Victoria del Pozo abrió su hotel boutique Pinar (Jábaga, Cuenca) en 2013. Es un hotel con encanto en plena naturaleza en el que esta empresaria, que antes de emprender trabajaba como enfermera de cirugía estética, ha estampado su propio sentido de la belleza y del relax. “Pocos meses después de inaugurarlo decidí que fuese solo para adultos. En parte porque lo reclamaban mis clientes. Por sus características, este lugar permite una desconexión absoluta y, por tanto, valoran no escuchar más ruido que el de los pájaros. Cada alojamiento cuenta con chimenea, piscina individual y jacuzzi en el interior”.
La recepción, con una gran biblioteca en torno a la gran chimenea, ya permite hacerse una idea de que no es un hotel ideado para la animación infantil, sino para el placer adulto. Sí admite, no obstante, mascotas. Incluso dispone de un hotel para ellas con todo lujo de servicios a escasos metros. Victoria insiste en que no se trata de discriminar a la población infantil, ni por su parte ni por la de los huéspedes que escogen este lugar buscando la paz. “Los niños tienen que moverse, jugar, hablar, hacer ruido… Es lo más saludable para ellos, pero deberíamos normalizar que existan espacios donde se prioriza el silencio. No lo veamos como un veto, sino como una opción más de turismo y disfrute”.

Nos explica que muchos de sus clientes son padres que se alojan para teletrabajar; otros llegan buscando descanso y desconexión absoluta. También hay parejas que celebran aquí sus aniversarios u ocasiones especiales. Este es su propósito, y lo tiene tan claro que prefiere hacer oídos sordos a quienes critican o juzgan. Y es muy firme también con la protección de los derechos de la infancia, pero cree que la protección debería ir por otros derroteros, en lugar de debatir si un hotel puede enfocar su oferta hacia un público adulto.
En los últimos años España se ha ido posicionando como uno de los países de la Unión Europea con mayor oferta de hoteles exclusivos para adultos, seguida de Grecia y Alemania. También algo más del 1% de los bares, restaurantes y piscinas lo son. A pesar de la sensación de exclusión y la percepción de considerar a los niños como fuente de molestias, quienes gestionan estos espacios recalcan que responden a una necesidad que no vulnera ni la convivencia social ni la ley.
No existe ninguna normativa que prohíba que un hotel sea solo para adultos, siempre que no se incurra en discriminación injustificada y se respeten las normativas generales de consumo, publicidad y derechos fundamentales. No se considera, por tanto, discriminación ilegal si el criterio de edad está vinculado a un tipo de experiencia concreta, como tranquilidad, romanticismo o relax sin niños.