¿Es solo un tópico o las mujeres nos quedamos dormidas en el sofá, aunque falten solo unos minutos para conocer el final de una película? ¿Y qué pasa con esas adolescentes que, de buenas a primeras, se levantan más cansadas que si hubieran corrido una maratón en sueños?
Vayamos por partes. El cuerpo femenino empieza a prepararse para dormir antes que el del hombre. La secreción de melatonina, la hormona clave en la regulación del ciclo del sueño y la vigilia, lo que se conoce como el ritmo circadiano, comienza antes de las once de la noche; en los hombres, 40 minutos más tarde. También ellos necesitan ese rato más de sueño por la mañana. Podemos concluir que estas sutiles discrepancias tienen consecuencias en el estado de ánimo y la función cognitiva de las parejas que tienen por costumbre acostarse y levantarse a la misma hora.
Sueño intranquilo antes de la menstruación
¿Y qué hay de las adolescentes? Estamos acostumbrados a hablar de la lista de síntomas que preceden a la primera menstruación (y a las siguientes), que no es corta: dolor de cabeza, hinchazón, aumento de peso, molestias abdominales… Sin embargo, rara vez se menciona el sueño o, más bien, el insomnio. El 62% de las mujeres experimentan un sueño intranquilo justo antes de la menstruación.
Forma parte del llamado síndrome premenstrual, que acompaña, de una forma u otra, a la mujer durante toda su vida fértil. Suele aparecer aproximadamente seis días antes de la regla. El 80% experimenta al menos un síntoma físico o emocional y entre el 20% y el 30 % lo padece de manera que altera negativamente sus rutinas habituales. Y para el 2%, aproximadamente, se presenta como trastorno disfórico premenstrual.
Los cambios en la arquitectura del sueño comienzan desde la primera regla. Durante la fase premenstrual y la menstruación, la adolescente puede percibir que la calidad del sueño se deteriora, con alteraciones como sueño fragmentado, aumento de despertares nocturnos y disminución del sueño profundo.
La producción fluctuante de estrógenos y progesterona afecta la regulación del sueño, modulando ritmos circadianos y la actividad cerebral del sueño. Por ejemplo, se observa menor potencia en el sueño profundo durante la regla y fases con baja progesterona, lo que implica un sueño menos restaurador. Las mujeres con niveles de progesterona más bajos experimentan síntomas más severos en los días previos.

Ocurre también por el aumento de la temperatura corporal durante la menstruación. Aunque sea mínimo, puede alterar el sueño. Cuando el cuerpo se prepara para dormir, su temperatura interna baja al nivel adecuado. Influye, además, el dolor y las molestias uterinas, que actúan como factores disruptores del sueño, generando ciclos de sueño interrumpido, que además pueden incrementar la percepción de dolor.
La Sociedad Española de Neurología lo define como un verdadero problema de salud pública. Según un estudio firmado por investigadoras Elena Muñoz Farjas y Sara Ballesta Martínez, el 71,3 % de las estudiantes de secundaria sufren regularmente de privación del sueño. Su trabajo confirma que las diferencias de género son ya perceptibles a partir de la menarquía o primera menstruación, y se acentúan a lo largo de la vida con cada cambio hormonal: el embarazo, la lactancia, la perimenopausia y la menopausia.
El precio de las noches en blanco
Una noche sin dormir puede ser frustrante, pero lo verdaderamente preocupantes es cuando esas noches en blanco impiden un sueño reparador. El insomnio en adolescentes tiene un impacto negativo significativo en su salud física, mental y calidad de vida. Se traduce en cansancio diurno, irritabilidad y bajo rendimiento académico. A largo plazo, puede agravar problemas emocionales como ansiedad y depresión, aumentar el riesgo de accidentes y afectar negativamente su desarrollo.
En general, las mujeres, no solo las más jóvenes, duermen peor. Solo de 5 a 7 horas durante la menstruación, en comparación con las 7 a 8 horas habituales. Esto supone una pérdida de 1 a 2 horas cada noche durante el período menstrual. Si contásemos las horas de insomnio causado por el síndrome premenstrual, al cumplir los 40 años ya habríamos sumado cinco meses.

Médicos de las universidades de Stanford y Harvard (Estados Unidos) y Southampton (Reino Unido) recopilaron todos los estudios que analizaban las diferencias entre hombres y mujeres en relación con el sueño. Sus hallazgos, publicados en una revisión el 21 de marzo de 2024 en la revista Sleep Medicine Reviews, destacan discrepancias en sus ritmos biológicos y en las causas de sus dificultades para dormir bien. “Reconocer y comprender las diferencias relacionadas con el sexo en el sueño y los ritmos circadianos es fundamental para perfeccionar las estrategias de tratamiento de los trastornos del sueño y sus problemas de salud mental asociados”, explica Sarah L. Chellappa, su autora principal.
Frente a estas razones biológicas, los expertos proponen la higiene del sueño como la mejor promotora de un buen descanso: practicar ejercicio durante el día, evitar la cafeína en las seis horas previas, mantener un horario regular, no ingerir alcohol, la lectura de un libro y mantener una dormitorio oscuro, fresco y silencioso. Definitivamente, no es un tópico: las mujeres se quedan dormidas antes, pero duermen peor. Aunque el cuerpo lo pida, las hormonas se imponen.


