Steven y Kenesha llevaban años compartiendo un sueño: trabajar para ahorrar dinero y viajar a lugares únicos. Ella era abogada; él, un hombre con mucha energía, de los que hacen cualquier cosa que se les ocurre.
Un septiembre de 2019 volaron a Tanzania, para dormir en la famosa habitación bajo el agua del Manta Resort. Se trata de una especie de cápsula bajo el mar, como si fuera un acuario privado. Está a 250 metros de la costa, con un cuarto para dormir sumergido y ventanas que dan al Océano Índico.

Era el sitio perfecto. Steve dijo a su novia que salía a bucear, y que le grabara desde dentro. Con sus aletas y gafas bajó a pulmón a la altura de la cristalera de la habitación y sacó un papel plastificado.
El mensaje, pegado al cristal, empezaba con una broma: “no puedo aguantar la respiración lo suficiente para decir todo lo que me gusta de ti”. Kenesha estaba emocionada. El texto continuaba: “Y todo lo que me gusta de ti, me gusta cada día más” .
Steve dio la vuelta a la hoja para el mensaje final: “¿Por favor podrías ser mi esposa? Cásate conmigo”. Sacó el anillo que llevaba escondido en el bañador y esperando el sí…desapareció de la grabación.
https://www.youtube.com/watch?v=gplrlFaMHNg
¿Qué pudo pasar?
Steve descendió hasta los 4 metros de profundidad del ventanal. La frecuencia cardiaca y el consumo de oxígeno aumentan por el esfuerzo físico y la emoción del momento.
No fue solo bajar y subir: hubo que llegar a la ventana, pegar la nota al cristal, esperar a que ella lo leyera, girar la nota, otra espera, sacar el anillo y esperar la respuesta. Fue una exposición prolongada para alguien que no está acostumbrado a hacer apneas.

En el momento de la ascensión, el cambio de presión reduce la capacidad alveolar y puede precipitar un síncope hipóxico. Si eso es lo que ocurrió, Steve se desvanecería muy cerca de la superficie. Entonces perdería el control de la vía aérea, aspirando agua y llegando el ahogamiento.
Estaba solo. Y con certeza una falsa sensación de seguridad por “poca” profundidad. Pero el blackout de ascenso a poca profundidad está bien documentado.
También pudo haber una hiperventilación previa: es típico en no entrenados que “tomen aire a tope” con varias respiraciones rápidas para aguantar más. Eso aplaza el impulso de respirar y aumenta el riesgo de síncope hipóxico
Kenesha escribió esa misma tarde algo muy duro: “No volviste a subir, así que nunca oíste mi respuesta: sí, sí, un millón de veces sí”.

La familia contó a la prensa que “cuando Kenesha vió que algo estaba mal, llamó por radio teléfono a la recepción, pero no logró contactar. Tuvo que avisar a una canoa que pasaba. Los ocupantes intentaron reanimarlo pero ya era demasiado tarde”.
La última imagen es la que grabó Kenesha: él sonriendo con el anillo, ella diciendo sí con los ojos. El mar, tranquilo, seguía moviéndose, como si no supiera lo que se ha llevado.


