¿Saben por qué un hombre asesina a su pareja? ¿A sus hijos? ¿Por qué la aísla de su entorno o la somete?
¿Conocen los primeros indicadores del maltrato, las secuelas o cuánto pueden alargarse los procesos judiciales? ¿Saben cuál es la raíz de la violencia de género y cómo opera? ¿Son capaces de detectarla?
A las mujeres les cuesta reconocerse como víctimas de violencia de género. Los estudios señalan que una mujer joven tarda una media de dos años en identificar lo que le está ocurriendo. No siempre es sencillo entender cómo funciona la violencia. Nadie nace sabiendo; por eso, la labor de los medios de comunicación es crucial.

La violencia de género no es solo violencia física
El problema es que las violencias machistas apenas ocupan titulares y, cuando lo hacen, se repite un mismo patrón: se informa de un asesinato o de un ataque grave. Sin embargo, la violencia de género es mucho más que que tu pareja te golpee o intente asesinarte.
Ahora mismo, en España, cientos de miles de mujeres sufren las consecuencias de un problema estructural que poco tiene que ver con un ataque físico. El machismo, el control, la dependencia económica, la custodia y educación de los hijos e hijas, el aislamiento, la violencia psicológica, institucional y vicaria, las secuelas físicas y emocionales, los procesos judiciales interminables, la familia, el entorno… El problema es tan complejo que se desdibuja cuando lo reducimos a una violencia física extrema.
Reforzar estereotipos
Es lo que opina Miguel Lorente, médico forense y exdelegado del Gobierno contra la Violencia de Género. Cree que cuando solo se habla de violencia machista en torno a los homicidios, en el fondo “se contribuye a reforzar el estereotipo o el mito que indica que la violencia no existe o es un problema menor”.
¿Por qué? Porque puede dar pie a pensar que cuando un hombre mata a una mujer “lo hace porque estaba loco, borracho o drogado, como una especie de arrebato, de pérdida de control”. Falta el contexto y el análisis que expliquen el origen y las razones detrás de este tipo de feminicidios. Además, advierte: “Sobre esa ausencia de información crece el negacionismo y todo lo demás”.
Poner el foco en la víctima
Para el experto, otro de los grandes errores del periodismo a la hora de informar sobre estos crímenes es señalar enseguida si la mujer había denunciado o no, o si estaba inscrita en el sistema VioGén: “Es una forma de informar que crea sensaciones”.

“Cuando la víctima no está en el sistema, es casi como si la mujer tuviera la culpa por no haber denunciado. Es decir, si tan mala era la situación que han terminado asesinándote, ‘¿cómo no dijiste nada ni entraste en el sistema de protección?’”
“Y cuando está en VioGén, parece que han ocurrido circunstancias excepcionales que rompen esa protección —que sabemos que no es suficiente—. Nunca habrá un riesgo cero, está claro, pero también es verdad que hay muchos elementos dentro del sistema que son deficitarios”.
Hay que señalar a los agresores
Apenas se habla de los asesinos, se pone el foco en la víctima y en su comportamiento. Para Lorente, es fundamental “mandar mensajes críticos frente a los agresores, demostrar que eran tipos completamente normales. Cuando se habla de ellos y se señala esa normalidad, se cuestiona, escuece, y se muestran molestos porque ‘no todos los hombres somos violadores y maltratadores’. Lo cual demuestra que no es casualidad que no se haga”, apunta.
Asesinato y “presunto”
Otro de los problemas es el lenguaje que se utiliza al informar sobre un crimen machista. “Es de los pocos homicidios donde siempre se reclama la presunción de inocencia: ‘el presunto agresor’, ‘el presunto asesino’. No se puede hablar de asesinato porque asesinato es una categoría jurídica. Al final, quien sigue un modelo formal del periodismo cae en las trampas del sistema”.
“Cuando un hombre mata a una mujer en una situación de violencia, es un crimen grave; coloquialmente, es un asesinato. Que luego sea un asesinato jurídico o no vendrá a reforzar la percepción de la sociedad. Pero lo que no se puede decir es ‘no voy a llamarlo asesinato porque eso es una cuestión jurídica’. ¿Entonces cómo lo decimos? ¿Homicidio grave? ¿Muy cruento? ¿Con quince o veinte puñaladas? Son estrategias para no hablar de la gravedad de una realidad y, así, hacerla más fácil de instrumentalizar: negándola, minimizándola o contextualizándola. Los medios no pueden caer en esas trampas, porque no lo hacen con otros delitos”.
“Nunca oigo hablar de un presunto robo a mano armada o un presunto incendio”
Macarena Baena, directora de Efeminista y también experta en violencias machistas, coincide en que se abusa de la palabra presunto: “Presunto es el proceso judicial; la presunción de inocencia debemos mantenerla hasta el final, sí. Pero cuando tenemos pruebas fehacientes de que el agresor es el agresor, podemos sustituirla por acusado de, sospechoso de o implicado en, y no abusar tanto de presunto, porque solo se presume la inocencia. En muchos casos ya sabemos que no es inocente. Esa presunción, por suerte, es garante y le va a acompañar durante todo el proceso judicial, y así debe ser“.
“Pero deberíamos ser más concisas y ceñirnos más a la realidad y a la verdad. Si los vecinos lo han pillado acuchillando a su mujer, creo que no está de más ponerlo: fue sorprendido mientras acuchillaba a su mujer. En ese caso, el presunto quizá no hace falta. Nunca oigo hablar de un presunto robo a mano armada o un presunto incendio.”
Llega al punto, explica Baena, que “se habla de presuntas violaciones. Da la sensación de que los delitos que tienen que ver con nosotras siempre son presuntos. Pero no hay presuntos robos, no hay presuntos atracos. Los presuntos se aplican, si acaso, a lo que tiene que ver con políticos —presuntos fraudes, malversación—. Pero el delito no es presunto. A ti no te detienen por un delito presunto: te detienen por una violación, y luego tú tienes que demostrar tu presunción de inocencia. Pero el delito no es presunto.”
Si algo de lo que has leído te ha removido o sospechas que alguien de tu entorno puede estar en una relación de violencia puedes llamar al 016, el teléfono que atiende a las víctimas de todas las violencias machistas. Es gratuito, accesible para personas con discapacidad auditiva o de habla y atiende en 53 idiomas. No deja rastro en la factura, pero debes borrar la llamada del terminal telefónico. También puedes ponerte en contacto a través del correo o por WhatsApp en el número 600 000 016. No estás sola.