El 29 de julio de 2023, una comida aparentemente inocente en la localidad de Leongatha, en el estado de Victoria, Australia, terminó en una tragedia que ha capturado la atención del mundo entero. Erin Patterson, de 50 años, ha sido declarada culpable de asesinar a tres de sus familiares y de intentar matar a un cuarto, tras servirles un almuerzo que contenía hongos venenosos conocidos como death cap (Amanita phalloides), considerados los más letales para los humanos.

La comida, preparada en la casa de Patterson, consistió en beef Wellington: un plato elaborado con filete de ternera, cubierto de una pasta de champiñones y envuelto en hojaldre. A la mesa se sentaron sus exsuegros, Don y Gail Patterson, ambos de 70 años; la hermana de Gail, Heather Wilkinson, de 66; y el esposo de Heather, Ian Wilkinson, un pastor local de 71 años. El único ausente fue el exesposo de Erin, Simon Patterson, quien había cancelado su asistencia el día anterior.
Horas después de la comida, todos los invitados comenzaron a presentar síntomas graves de intoxicación: vómitos, diarrea intensa y dolor abdominal. Tres de ellos fallecerían días después. Ian Wilkinson sobrevivió, aunque permaneció en coma inducido durante semanas. Erin Patterson también acudió al hospital afirmando sentirse mal, pero fue dada de alta poco después sin haber desarrollado los síntomas severos que afectaron a sus invitados.

El juicio y la evidencia
Tras una investigación exhaustiva y un juicio que duró nueve semanas, el jurado del Tribunal Supremo de Victoria encontró culpable a Patterson de tres cargos de asesinato y uno de intento de asesinato. Las pruebas fueron contundentes: restos de la comida analizados revelaron trazas del mortal death cap, y un deshidratador de alimentos recuperado de un vertedero local contenía huellas dactilares de Patterson junto con restos del hongo.
A pesar de que inicialmente negó poseer ese aparato, más adelante se comprobó que había adquirido el deshidratador recientemente. Una asistente de tienda incluso identificó a Patterson como la compradora. El aparato fue desechado días después del fatídico almuerzo, lo que los fiscales interpretaron como un intento deliberado de destruir pruebas.
Otro punto clave del juicio fue el testimonio de Ian Wilkinson, quien relató que Erin fue quien sirvió cada uno de los platos y que utilizó un plato diferente para sí misma. Heather Wilkinson incluso comentó: “He estado dándole vueltas desde el almuerzo… ¿A Erin le falta vajilla?”. Erin, por su parte, aseguró que comió lo mismo que los demás pero vomitó tras comer en exceso un pastel de naranja que había traído Gail.

“Estoy harta de esta m****”
La acusación presentó una imagen de Patterson como una persona que ocultó sistemáticamente la verdad. Mintió sobre la procedencia de los hongos —dijo haberlos comprado secos en una tienda asiática, sin recordar el nombre, la ubicación ni conservar pruebas de la compra—. También negó haber forrajeado hongos silvestres, hasta que se le mostraron fotografías recuperadas de sus dispositivos en las que aparecían hongos similares al death cap sobre una balanza en su cocina. Finalmente admitió haber mentido “por miedo”.
Además, se revelaron mensajes de redes sociales en los que Patterson expresaba resentimiento hacia sus exsuegros. En uno de ellos, escribió: “Estoy harta de esta m*****, no quiero saber nada de ellos”.
¿Y el motivo?
A pesar de toda la evidencia circunstancial y física, la fiscalía nunca presentó un motivo claro. La fiscal Nanette Rogers declaró: “No tienen que estar convencidos de cuál fue el motivo, ni siquiera de que hubiera uno”. El argumento de la defensa se basó precisamente en esa ausencia de móvil, insistiendo en que los hechos fueron un “terrible accidente”.
Erin Patterson mantuvo su inocencia hasta el final. Aseguró amar a sus suegros y que no tenía razón alguna para hacerles daño. Explicó que sus mentiras surgieron del miedo a ser culpada injustamente y que había sufrido de bulimia desde la adolescencia, lo que justificaría que vomitara la comida antes de que el veneno actuara completamente en su organismo.
¿Qué sigue?
Tras el veredicto de culpabilidad, Patterson permanecerá detenida mientras las partes proponen una sentencia, cuya fecha aún no ha sido fijada. Según las leyes australianas, tiene derecho a apelar tanto la condena como la sentencia, y dispone de 28 días a partir de la fecha en que se dicte esta última.
El caso ha causado conmoción no solo en la región de Gippsland, donde vivían las víctimas, sino en todo el país e incluso a nivel internacional. Multitudes se congregaron durante el juicio en la remota localidad de Morwell, algunos viajando diariamente más de una hora para presenciar las audiencias. La policía y los familiares han pedido respeto a la privacidad de los afectados.