Con el final de la Feria del Libro de Madrid se cierra también una travesía personal: la de cada lector que ha encontrado en estos días ese título inesperado, esa historia que resuena como un eco íntimo. Desde Artículo14, despedimos esta edición compartiendo los hallazgos de algunos de nuestros redactores. Libros que no solo recomiendan, sino que los han transformado.
David Lorao: ‘Beatus ille’, de Antonio Muñoz Molina

“Siempre he creído que todos tenemos un libro esperándonos”, escribe David Lorao. Para él, ese libro fue Beatus Ille, de Antonio Muñoz Molina. No solo le habló como si hubiese sido escrito para él: lo cambió. “Dividió mi vida en dos: antes y después”, recuerda. Fue también el impulso definitivo para entregarse a la escritura.
Publicada en 1986, Beatus Ille es una novela de pasadizos interiores y laberintos narrativos, donde un joven universitario viaja a un pueblo andaluz para investigar la historia de un poeta asesinado durante la Guerra Civil. Pero lo que encuentra no es solo una historia política o literaria, sino una red de secretos, una memoria fracturada y la herida siempre abierta del deseo de escribir algo eterno. “Desde que la leí —dice Lorao— no he hecho otra cosa que vivir buscando la forma de hacer sentir a otra persona lo mismo que sentí yo con este libro”.
Puri Vicente: ‘El verano que mi madre tuvo los ojos verdes’, de Tatiana Țîbuleac

En apenas 150 páginas, la moldava Tatiana Țîbuleac condensa el dolor de una vida entera en un solo verano. Su novela El verano que mi madre tuvo los ojos verdes es “un golpe al estómago desde la primera página”, como lo describe Puri Vicente. Narrada en primera persona a modo de diario por un joven artista atormentado, la historia reconstruye un verano decisivo junto a su madre, marcada por la enfermedad y la distancia emocional de años.
Pero no hay sentimentalismo en este libro: hay furia, rencor, ternura a destiempo. La voz narrativa, cruda y bella a la vez, va descubriendo los matices del amor cuando parece ya demasiado tarde. El verano… es una reflexión sobre la reconciliación imposible y el poder de la palabra escrita como acto final de redención. “Narrado en primera persona, a modo de diario, este libro es un golpe al estómago desde la primera página. Comenzamos conociendo al autor, del que desentrañamos su personalidad complicada, y junto a él y su madre pasamos un verano intentando arreglar su relación”, explica Vicente.
María Serrano: ‘La seducción’, de Sara Torres

En su segunda novela, la poeta y filósofa Sara Torres propone una revisión radical del concepto de seducción. Lo que tradicionalmente entendemos como una estrategia para conquistar un objeto deseado se convierte aquí en otra cosa: un espacio de encuentro entre subjetividades heridas, determinadas por sus propias pasiones y memorias. “Mi propuesta es una aproximación a la seducción como encuentro entre dos subjetividades”, explica la autora.
“Nuestra tradición de pensamiento sobre el afecto configura la seducción como una relación entre sujeto, objeto y deseo, donde un sujeto deseante compone estrategias para conseguir que su deseo alcance un objeto. Es la idealización de un fin, que promete cierta satisfacción de sueños y fantasías que preexisten al encuentro. Sin embargo, Sara Torres le da la vuelta: cuando comenzó a escribir el libro quería mostrar este punto de partida en nuestra cultura afectiva para así revisarlo y pensar en narrativas alternativas”, explica María Serrano, que subraya que La seducción “fascina de inicio a fin” porque rompe con los moldes del relato romántico y de poder. Es una novela de atmósfera poética, con ecos teóricos pero atravesada por una emoción muy corporal. Una lectura imprescindible para repensar las formas del afecto y el deseo en clave contemporánea.
Clara González: ‘Los armarios vacíos’, de Annie Ernaux

Antes del Nobel, antes de Los años, Annie Ernaux escribió este libro confesional donde ya están todos los temas de su obra: la vergüenza, la memoria, la clase. Los armarios vacíos es la historia de una joven que se abre paso en un entorno académico al que no pertenece. “Me ayudó a comprender más a fondo el sufrimiento que la autora arrastró durante su madurez”, confiesa Clara González.
Lo que podría parecer un privilegio —estudiar en un colegio de élite siendo hija de obreros— se revela como una condena interior. Ernaux narra el conflicto entre su hogar y un entorno que le exige ocultar su origen. “La oportunidad académica que le permitió ascender socialmente podía parecer un privilegio, pero para ella fue un reto, y en muchos momentos, una pesadilla. Me impactó el conflicto interno que vivió entre el colegio, destinado a jóvenes de clase pudiente, y su hogar sin recursos ni ‘modales’. La forma en que expone sus contradicciones, odios y miedos en cada uno de esos dos mundos, y su lucha por encajar y disimular entre personas más adineradas, te atrapa y te hace sufrir con ella”, señala Clara. Un libro que sigue doliendo porque está escrito desde la carne viva de la experiencia.
Marta Díaz: ‘No me acuerdo de nada’, de Nora Ephron

“No me acuerdo de nada es Nora Ephron en estado puro: ingeniosa, mordaz y melancólica. Un repaso entrañable a una vida contada con humor y ternura, como quien se despide riendo. Ideal para quienes extrañan su mirada brillante sobre lo cotidiano”, explica Marta Díaz.
Nadie escribió como Nora Ephron sobre la cocina, el matrimonio, el paso del tiempo o los implantes de cuello. Su último libro es un compendio de artículos autobiográficos que oscilan entre la carcajada y la melancolía. Ephron, que murió en 2012, dejó aquí su último legado de ingenio. Con su estilo rápido y certero, recuerda cosas que valen la pena —y muchas que no—, y convierte lo cotidiano en experiencia literaria. Es el libro perfecto para quienes extrañan su forma profundamente humana de entender la vida.