En su nuevo disco, LUX, Rosalía ha hecho algo que ningún otro artista pop contemporáneo había intentado con tanta ambición: cantar en trece idiomas distintos. Catalán, inglés, italiano, japonés, latín, hebreo, portugués, alemán, francés, árabe, siciliano, ucraniano y, por supuesto, castellano.
La elección no es un mero ejercicio de virtuosismo ni una demostración de eclecticismo cultural. En el universo simbólico de la cantante catalana, el multilingüismo de LUX es una declaración espiritual: el verdadero lenguaje universal es la fe.
Rosalía y el lenguaje como búsqueda espiritual
Desde El mal querer, Rosalía ha demostrado que su música es una forma de exploración. Lo fue del deseo, de la ruptura o de la rabia. Ahora, en LUX, la búsqueda se vuelve más abstracta, más vertical. La artista viaja hacia lo trascendente, y lo hace descomponiendo el lenguaje. No hay una lengua suficiente para hablar con Dios, parece decirnos. Por eso lo intenta con todas. Cada idioma funciona como un puente —o un eco— entre culturas, entre visiones del mundo, entre la carne y lo divino.
La propia Rosalía lo expresó con claridad durante la presentación del álbum: si hubiera podido, habría cantado “en todos los idiomas del mundo”. En ese gesto hay una metáfora sobre la comunión universal. La fe, en su sentido más amplio, no depende de las palabras. Es vibración, emoción, resonancia. Por eso LUX suena como una misa polifónica en la que las lenguas se entrelazan para construir una plegaria global.
El mapa lingüístico de ‘LUX’
Cada canción de LUX utiliza las lenguas como si fueran instrumentos musicales. En Divinize, Rosalía alterna el catalán con el inglés, como si conjugara la intimidad de su raíz con la apertura del mundo.
Porcelana mezcla castellano, japonés, latín e inglés, una combinación que remite a lo ancestral y a lo moderno, a la sacralidad y al artificio.
En Berghain, el alemán se entrelaza con el español para hablar de placer y culpa en un contexto urbano y hedonista.
El uso de tantos idiomas no es aleatorio. Cada lengua aporta una textura emocional distinta. El latín y el hebreo evocan lo sagrado; el árabe y el siciliano remiten a lo místico y lo poético; el japonés introduce una sensación de pureza; el francés y el italiano añaden un tono ceremonial, y el catalán devuelve a Rosalía a su origen. El resultado es un viaje polifónico que trasciende lo terrenal para instalarse en lo espiritual.
La fe como idioma universal
En LUX, la fe no se entiende como una religión concreta, sino como una energía que une a los seres humanos por encima de las fronteras. Rosalía no predica: interpreta. Lo que plantea es que la espiritualidad no tiene gramática. Que lo divino no se conjuga, se siente. Por eso cada idioma actúa como un intento fallido —y a la vez hermoso— de decir lo indecible.

El disco está lleno de referencias al misticismo y a la iconografía religiosa: velas, plegarias, letanías, ángeles y vírgenes. Pero la artista no busca la ortodoxia. Busca un espacio común, un idioma invisible en el que todas las lenguas se disuelven. Ese es el corazón de LUX: la creencia en algo superior que puede llamarse Dios, energía o simplemente amor.


