Nunca antes en Japón una mujer había ocupado el puesto más poderoso en materia económica. La primera ministra Sanae Takaichi ha confiado en Satsuki Katayama para dirigir una de las carteras más importantes de su Gobierno, el Ministerio de Finanzas, lo que supone un gran avance para el país en materia de igualdad en las instituciones públicas.
Katayama tiene 66 años y se formó en Derecho en la Universidad de Tokio, la más prestigiosa del país. Muy pronto destacó por su inteligencia analítica y su carácter disciplinado. Comenzó a trabajar en el Ministerio de Finanzas en 1982, en plena expansión económica nipona. Nada hacía presagiar hace cuarenta años que esa joven profesional llegaría a lo más alto de un ministerio marcadamente masculino. También completó una formación internacional en la École Nationale d’Administration (ENA) de Francia, una institución por la que han pasado varios presidentes y ministros europeos.
Camino en la política
Su salto a la política llegó de la mano del Partido Liberal Democrático (PLD), el gran partido conservador japonés. En 2005 fue elegida diputada en la Cámara de Representantes, y desde entonces se ha mantenido fiel a su estilo, muy vinculado al rigor técnico y alejado de las polémicas. No es la primera vez que se hace cargo de un ministerio: en 2018 fue ministra de Estado para la Revitalización Regional y la Igualdad de Género bajo el mandato de Shinzō Abe, el líder que impulsó la política conocida como womenomics.

Abe buscó entonces aumentar la participación de las mujeres en el mercado laboral japonés como respuesta al envejecimiento demográfico y la escasez de mano de obra. Promovió medidas como el aumento de guarderías, fomentó la conciliación familiar e intentó elevar la presencia femenina en cargos directivos y políticos. Katayama encarnó entonces el símbolo de la mujer que puede llegar lejos, ejemplo para otras trabajadoras del país que no habían ni soñado con puestos de relevancia.
Ahora vuelve a la primera línea de la política con una cartera de mayor peso y en un contexto económico complejo. Japón lucha con una inflación persistente, una moneda débil y una deuda pública que ronda el 250% del PIB. Su papel como ministra de Finanzas será crucial para equilibrar la presión del gasto social, la necesidad de mantener los estímulos fiscales y la credibilidad de la política monetaria. Su experiencia en el Ministerio le otorga una autoridad técnica que pocos cuestionan, aunque su estilo prudente podría chocar con las expectativas de los mercados, que reclaman medidas más contundentes.
Brecha de género
Más allá de los números, la figura de Katayama tiene un fuerte componente simbólico. Japón ocupa el puesto 118 de 146 países en el Índice Global de Brecha de Género 2024 del Foro Económico Mundial. La representación femenina en el Parlamento sigue siendo muy limitada. Entre el 15% y el 16% en la Cámara Baja y alrededor del 26% en la Cámara Alta, según la Unión Interparlamentaria (IPU).
Que el Ministerio de Finanzas esté hoy en manos de una mujer supone un paso inédito. Sin embargo, el propio gabinete de Takaichi apenas incluye dos ministras, lo que demuestra que el cambio se está produciendo muy poco a poco. Para las mujeres universitarias japonesas, la llegada de Katayama al cargo abre una rendija de aire fresco. El sistema político y empresarial nipón ha estado históricamente cerrado a la promoción femenina en los niveles más altos, pese a contar con un gran número de mujeres altamente cualificadas.
Por delante, la nueva ministra tiene un gran desafío. Mantener la estabilidad fiscal en una economía envejecida, lidiar con el tipo de cambio, estimular el crecimiento. Y, a la vez, demostrar que una mujer puede dirigir el timón de la economía nipona sin que le tiemble el pulso. Porque cualquier error puede poner en entredicho su liderazgo femenino.
Así, Satsuki Katayama no solo administra el presupuesto de la tercera economía del mundo, también simboliza una nueva etapa, aún incipiente, en la lucha por la paridad real en la política nipona.

