Tras el violento tsunami en Japón de 2011, que dejó cerca de 19.000 muertos entre fallecidos y desaparecidos, el país entendió que debía elevar aún más su nivel de protección. Aquel 11 de marzo marcó un antes y un después en la ingeniería costera japonesa. Las olas, que en algunos puntos superaron los 40 metros de altura, demostraron que los sistemas defensivos anteriores eran insuficientes.
Así nació una obra colosal. Una muralla de más de 430 kilómetros de longitud, conocida popularmente como la Gran Muralla de Japón. ¿Su objetivo? Frenar o amortiguar el impacto de un nuevo tsunami en Japón.
Este ambicioso proyecto, iniciado tras la tragedia de 2011, ha sido financiado por el gobierno japonés con una inversión superior a los 7.600 millones de euros. El resultado es una línea defensiva compuesta por muros de hasta 14,7 metros de altura, construidos a base de hormigón armado, que se extienden a lo largo de las costas más vulnerables del noreste japonés.
El tsunami en Japón que lo cambió todo
El tsunami en Japón de 2011 fue provocado por un terremoto de magnitud 9.1 frente a las costas de la región de Tohoku. Las olas arrasaron las prefecturas de Miyagi, Iwate y Fukushima, borrando del mapa a decenas de comunidades costeras. Uno de los casos más simbólicos fue el de la ciudad de Taro, que contaba con diques históricos de hasta 10 metros, diseñados tras las tragedias de 1896 y 1933. Pero ni esas estructuras, reforzadas en el siglo XX, fueron capaces de frenar una ola de 16 metros que pasó por encima, destruyendo todo a su paso.
La violencia del tsunami en Japón no solo afectó a viviendas y vidas humanas. También causó el colapso de la planta nuclear de Fukushima Daiichi, sumiendo al país en una crisis radiológica sin precedentes. Aquel día, Japón entendió que los muros no eran lo suficientemente altos, ni lo suficientemente fuertes.
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La nueva muralla, construida en respuesta al tsunami en Japón de 2011, no es solo una sucesión de muros de hormigón. Cada tramo ha sido diseñado de forma estratégica, teniendo en cuenta la geografía de la costa, las direcciones probables del oleaje y los antecedentes históricos. En total, abarca más de 430 kilómetros de litoral en las prefecturas de Iwate, Miyagi y Fukushima, entre otras.
Además de la altura, los ingenieros han mejorado la resistencia estructural, incorporando sistemas de absorción del impacto del agua y canales de evacuación que permiten una respuesta más rápida en caso de emergencia. Las nuevas barreras cuentan incluso con paneles solares y salidas de emergencia integradas, como parte de un plan de protección integral ante un futuro tsunami en Japón.
El terremoto en Kamchatka reaviva la memoria
El reciente terremoto de magnitud 8.8 registrado el 30 de julio de 2025 frente a la península de Kamchatka ha vuelto a poner a prueba los sistemas de defensa de Japón. Aunque las olas registradas fueron de menor altura que las de 2011, Fukushima volvió a ser evacuada de forma preventiva. La sombra del pasado sigue pesando. Y la amenaza de un nuevo tsunami en Japón es tratada con la máxima seriedad.

El hecho de que las autoridades japonesas hayan respondido tan rápido ante esta nueva alerta demuestra la efectividad del sistema de vigilancia y la confianza en las nuevas defensas, pero también la profunda huella emocional que dejó aquel tsunami en Japón. La Gran Muralla no solo es una barrera física. Es también un símbolo del compromiso del país con la prevención.