Geopolítica

La escalada (diálectica) nuclear entre EE UU y Rusia

Desde hace varios años, los círculos diplomáticos -pero también militares- se muestran alarmados por las extralimitaciones, los excesos y los pasos en falso cometidos por los detentadores del poder ejecutivo, tanto en Rusia como en Estados Unidos

Tercera Guerra Mundial - Internacional
Una imagen simbólica del estallido de la Tercera Guerra Mundial
Kilo y Cuarto

Donald Trump informó a la opinión pública internacional y a las autoridades rusas del despliegue de dos submarinos nucleares «en las regiones apropiadas», en respuesta a las «declaraciones altamente provocadoras del expresidente de Rusia, Dmitri Medvédev», y «en caso de que estas declaraciones estúpidas e incendiarias sean más que simples palabras».  Un mensaje sorprendente en varios aspectos.

En primer lugar, porque la disuasión nuclear es, por naturaleza, permanente. Estados Unidos es capaz de atacar a cualquier enemigo en cualquier momento. Por lo tanto, no necesita reposicionar sus submarinos para amenazar el territorio ruso. No obstante, estas declaraciones son una señal de gran irritación, incluso desproporcionada.

Las tradicionales muñecas rusas que representan al presidente ruso Vladimir Putin y al presidente estadounidense Donald Trump
EFE/EPA/MAXIM SHIPENKOV

Pero lo más sorprendente fue la referencia del presidente estadounidense a las «declaraciones provocadoras» de Medvedev, de las que muy pocos habían oído hablar antes de que él las pusiera en el punto de mira. Y con razón, ya que quien presidió Rusia entre 2008 y 2012 es hoy un actor marginal dentro del régimen ruso. Una marginalidad que compensa con regulares exageraciones belicistas en las redes sociales, que lo han convertido progresivamente en un idiota útil del putinismo cuyas provocaciones recurrentes han acabado por dejar indiferentes a los observadores avisados.

Recordemos que el presidente estadounidense había dado a Putin un ultimátum para poner fin a la guerra en Ucrania. Y todo apunta a que Putin no tiene ninguna intención de cumplirlo. Donald Trump ha apuntado a Medvédev para manifestar su descontento con Rusia sin atacar personalmente a Vladimir Putin.

Putin
La larga conversación telefónica entre Trump y Putin
KiloyCuarto

La pelea de gallos en la que se han enzarzado el presidente de Estados Unidos y Dmitri Medvédev en los últimos días en las redes sociales podría hacer sonreír. Pero la situación es grave y lo que está en juego es serio.  Entre ambos, Estados Unidos y Rusia concentran cerca del 90 % del arsenal nuclear mundial. Algunos intentan tranquilizarse evocando la «teoría del loco», según la cual un Donald Trump perfectamente consciente de su estrategia con Rusia simularía irracionalidad para desestabilizar mejor a Vladimir Putin.

El anuncio de Donald Trump es una respuesta a una amenaza nuclear explícita lanzada por Medvédev, denominada «mano muerta», un sistema creado bajo la Unión Soviética que permite desencadenar automáticamente una respuesta nuclear masiva en caso de un ataque nuclear devastador contra el territorio ruso.

En general, los principales responsables rusos han respondido con silencio a estos acalorados intercambios y a la brutal respuesta de Donald Trump. El viernes pasado, en una rueda de prensa conjunta con el presidente bielorruso, Vladimir Putin se limitó a pedir que se prosiguieran las negociaciones en un ambiente sereno.

Donald Trump y Vladimir Putin - Internacional
Un dibujo de Donald Trump y Vladimir Putin
Shutterstock

En realidad, los procesos decisivos del diálogo diplomático nuclear entre Rusia y Estados Unidos no se desarrollan en las redes sociales, y es poco probable que estas discusiones puramente verbales, sin propuestas concretas, puedan transformar los procesos en curso.

Desde este punto de vista, la próxima llegada de Steve Witkoff, enviado personal de Trump, a Moscú parece constituir una información mucho más importante. De hecho, existe una convergencia de fondo entre las visiones estratégicas de la Casa Blanca de Donald Trump y del Kremlin. Una convergencia que se estructura en torno a principios compartidos y a una configuración más estable que coyuntural. La administración estadounidense y la Rusia de Putin están de acuerdo en varios puntos: culto al líder, interés por debilitar el Estado de derecho y los contrapoderes, y afán de lucro sin límites.

El envío de submarinos nucleares estadounidenses es sin duda una respuesta (in)directa a las grandes maniobras navales ruso-chinas que comenzaron el domingo en el mar de Japón. Ambos países buscan profundizar su asociación frente a lo que consideran una dominación de Estados Unidos.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
EFE

El inicio de estos ejercicios, denominados «Joint Sea-2025», tuvo lugar en aguas cercanas al puerto ruso de Vladivostok. Los dos ejércitos llevarán a cabo operaciones de rescate submarino, lucha conjunta contra submarinos, defensa aérea y antimisiles, así como combates marítimos. Tras estos ejercicios, que durarán tres días, ambas naciones realizarán patrullas navales en el océano Pacífico.

La fuerza submarina es ahora el componente más creíble y, con diferencia, el más avanzado tecnológicamente de la marina rusa. Constituye la columna vertebral de su disuasión nuclear marítima, pero también una capacidad para lanzar ataques convencionales a muy larga distancia, lo que representa una amenaza creciente, en particular para los grupos aeronavales adversarios. Cabe recordar que la doctrina rusa de la política de disuasión nuclear incluye las fuerzas submarinas.

Desde hace varios años, los círculos diplomáticos (pero también militares) se muestran alarmados por las extralimitaciones, los excesos y los pasos en falso cometidos por los detentadores del poder ejecutivo, tanto en Rusia como en Estados Unidos y otros lugares, incluida Europa Occidental. 

Si bien es cierto que se trata sin duda de un efecto de defensa del cuerpo, estas reacciones también tienen algo de saludable. Señalan que el verdadero peligro se encuentra antes del envío de submarinos nucleares: en el momento preciso en que la política internacional se reduce a un juego de roles interindividuales, en que queda a merced de un capricho personal o de un ego herido. Es en ese momento cuando un rumor puede suponer un riesgo muy real para la seguridad mundial.