Invasión rusa

Rusia ataca a las maternidades en Ucrania y provoca un desplome en los nacimientos

Con más de 80 ataques directos desde 2022, Rusia ha sembrado el miedo en mujeres embarazadas y provocado un desplome de la natalidad que amenaza el futuro del país

Madres que cuidan solas a sus hijos en la Guerra, uno de los temas de 'Vermiglio'
Madres que cuidan solas a sus hijos en la Guerra, uno de los temas de 'Vermiglio'

Desde que comenzó la invasión rusa a gran escala, más de 2.000 instalaciones médicas han sido atacadas, al menos 81 de ellas relacionadas directamente con atención materna y salas de parto. Los números explican el alcance de esta política: en 2024, Ucrania tuvo la tasa de natalidad más baja del mundo y, al mismo tiempo, la más alta de mortalidad, según el CIA World Factbook. Actualmente, en el país se registran tres muertes por cada nacimiento.

El impacto es doble: por un lado, millones de mujeres en edad fértil han huido al extranjero; por otro, las que se quedan conviven con un miedo constante. Dasha Borisenko, ingresada en Járkiv para proteger un embarazo de riesgo, lo explica con sencillez: “Quiero tener un hijo, pero con esta guerra es difícil de manejar”.

En agosto de 2025, The Guardian recorrió tres hospitales en primera línea para documentar cómo estos ataques han sembrado el miedo en las mujeres y han desencadenado un desplome demográfico. Los testimonios recogidos en Járkiv, Sloviansk y Jersón muestran que cada parto en Ucrania es hoy está condicionado por drones, artillería y la incertidumbre de si madre e hijo lograrán sobrevivir.

Ucrania
Familiares de prisioneros de guerra ucranianos retenidos por Rusia acuden a un intercambio, en busca de información de sus seres queridos aún cautivos (María Senovilla)
María Senovilla

 “No tenía otra opción que dar a luz”

Antes de la guerra, el principal hospital de Járkiv atendía cerca de 1.000 partos anuales. En 2024, apenas alcanzó los 440. Cinco días antes de la visita de los periodistas, un dron ruso reventó las ventanas del edificio de maternidad. Varias pacientes tuvieron que ser evacuadas de urgencia, incluida una mujer en pleno trabajo de parto que acabó en quirófano para una cesárea de emergencia.

La escena se ha repetido demasiadas veces: cirugías a la luz de linternas durante apagones, médicos operando mientras los muros vibran por las explosiones, recién nacidos trasladados al sótano en brazos de sus madres. Olga Shevela, que dio a luz en estas condiciones, resume la paradoja: “Estaba preocupada de que el hospital pudiera ser atacado, pero no tenía otra opción que dar a luz”.
Los sótanos han sido adaptados como salas de parto. No son aptos para operaciones complejas, pero cuentan con camas y suministros básicos. Allí pasan los primeros días muchos recién nacidos, acompañados por el eco de las sirenas antiaéreas.

Una mujer pasa junto a un edificio alcanzado por un tras un ataque nocturno.
EFE/SERGEY DOLZHENKO

“No queda ningún lugar seguro en Sloviansk”

En Sloviansk, la población se ha reducido a la mitad desde 2022. Su hospital de maternidad es ya el único que sigue en pie en la parte del Donbás controlada por Ucrania. Atiende unos 550 partos anuales, frente a los más de 1.000 de antes de la invasión. Muchas mujeres viajan desde pueblos a más de 100 millas de distancia, arriesgándose a drones y artillería para llegar hasta allí.

Liliia Eroshenko, de 36 años, pospuso su maternidad durante tres años esperando que llegara la paz. Pero decidió no esperar más. Dio a luz a su hija Milana mientras las explosiones se escuchaban a pocos metros. “No queda ningún lugar seguro en Sloviansk. Oímos explosiones todos los días”, relató.

A su lado, Vitalii Chernetskyi, un exsoldado herido en combate y ciego de un ojo, sostenía a su hija Daria recién nacida. “Los niños son nuestra felicidad: deben nacer”, dijo, convencido de que cada nacimiento es un acto de esperanza.

Los médicos constatan que el impacto va más allá del miedo. La directora de obstetricia, Valentyna Hlushchenko, asegura que hay más partos prematuros y enfermedades graves: “Las mujeres respiran partículas en el aire procedentes de las explosiones diarias. También esperan demasiado para pedir ayuda cuando algo va mal”.

UCrania
Una habitación dañada por el ataque con dron en un barrio residencial de Járkiv
Efe

“Mi gran deseo es que mi bebé viva”

La ciudad de Jersón, a orillas del Dniéper, ha perdido más de tres cuartas partes de su población desde 2022. Su hospital de maternidad número 2 ha sido bombardeado cinco veces y ahora funciona en un sótano modernizado con quirófanos subterráneos.

Allí se encuentra Kateryna Osetsymska, de 35 años, con un embarazo complicado. “Estoy segura de que es por el estrés”, confiesa al medio británico. Durante la ocupación rusa, ya estuvo embarazada sin poder acudir a un médico, lo que disparó el número de muertes fetales en la zona. Su esperanza hoy es sencilla: “Mi gran deseo es que mi bebé viva, y que tenga la oportunidad de disfrutar la infancia”.

El jefe de obstetricia del hospital, Petro Marenkovskyi, es categórico: “Estamos 100% seguros de que Rusia nos está atacando deliberadamente”. Según él, en la ciudad “no hay una instalación médica que no haya sido alcanzada al menos cuatro o cinco veces”.

Más allá de los datos, los psicólogos se han vuelto imprescindibles en los hospitales para atender la ansiedad, la depresión posparto y los traumas acumulados. En Járkiv, una madre se negó a salir del hospital con su bebé después de enterarse de que su marido había muerto en el frente. El estrés constante también multiplica los problemas médicos: hemorragias, abortos espontáneos, complicaciones quirúrgicas. La vida de madres y recién nacidos pende de un hilo en cada ataque.