—En nuestro país -escribió en X la periodista venezolana María Alesia Sosa, exiliada en Estados Unidos, donde ejerce su oficio- la gente no puede celebrar este premio Nobel [a María Corina Machado] porque sería perseguida. Es momento de que los 8 millones de venezolanos fuera de Venezuela demostremos nuestra fuerza y pidamos apoyo para la causa de María Corina Machado.
Desde Caracas, su colega Naky Soto posteó en la misma red: “En Venezuela no se pudo celebrar el premio Nobel de la Paz, porque el régimen chavista sigue ejerciendo la censura y la represión a mansalva y con impunidad. Aunque sea en silencio, nadie nos quita lo bailao”. Y el novelista Mirco Ferri añadió: “Por lo visto, hoy en Venezuela tanto la celebración como la procesión van por dentro”.
Hoy muchos venezolanos callan la alegría que sienten por el Nobel de la Paz, por miedo a ser detenidos. Mientras tanto, los privilegiados del antiimperialismo y el decolonialismo desde sus cómodos espacios académicos dicen: “ese Nobel no es justo”. Qué fácil es teorizar sin miedo
— María Gabriela Trompetero (@GabyTrompetero) October 10, 2025
Pedro Urruchurtu, uno de los miembros del equipo de Machado escapados de la Embajada de Argentina tras más de un año refugiados allí, posteó: “Un abrazo a cada venezolano que dentro de Venezuela celebra el Premio Nobel de la Paz, que también le pertenece, pero que no lo expresa para no ser acechado por el terrorismo de Estado del régimen”.
Fueron, pues, muchos los mensajes en el sentido de que los venezolanos en el extranjero debían redoblar la difusión del Premio Nobel concedido María Corina Machado (MCM), porque los de adentro se arriesgan a “consecuencias y represalias”, como escribió el activista Rafael Uzcátegui.
Y le decían loca
—No hay duda- confirma la “ciberpolítica” Carmen Beatriz Fernández, PhD en Comunicación Pública- el Premio debe haber caído como un balde de agua fría en el seno de la nomenclatura venezolana. Por dos razones: ocurre en un momento en que Maduro está en niveles ínfimos de capacidad internacional y el Premio, que pone todos los reflectores sobre MCM, hace ver a Maduro aún más empequeñecido. Y, por otro lado, el régimen venía haciendo esfuerzos para etiquetar a Machado de extremista, de loca, de radical, de violenta… Un Nobel de la Paz, desde luego, da al traste con toda esa narrativa.
Al preguntarle si considera que el galardón blinda a Machado ante el asedio del régimen, Carmen Beatriz Fernández lo descarta. “No, en lo absoluto. Pero sí hace mucho más costosa una eventual detención”. En cuanto al posicionamiento de la premiada en el contexto de las fuerzas opositoras locales, la analista asegura que el Nobel refuerza a MCM como líder fundamental de la Venezuela democrática, “cosa que estaba clara tras las primarias de 2023 y las elecciones presidenciales de 2024, pero con el correr del tiempo, con la desesperanza y con lo rudo que se ha puesto el clima, ha habido gente que se ha apuntado a otra opción, a emerger con otro liderazgo. El Premio renueva, en el plano internacional, así como en el interno, lo que hicieron las primarias en su momento, un consenso masivo en torno a MCM”.
Maduro quedó al desnudo
—Desde una perspectiva de seguridad, -afirma Vanessa Sánchez Spagnuola– el Nobel proporciona a Machado una protección diplomática que complica cualquier acción represiva directa contra ella. Precedentes como los de Aung San Suu Kyi, en Birmania, o Liu Xiaobo, en China, ilustran cómo la visibilidad global disuade a regímenes autoritarios de escalar la persecución contra laureados. En Venezuela, donde decenas de opositores locales y extranjeros son retenidos como “rehenes” en prisiones, este reconocimiento extiende indirectamente su manto protector, amplificando sus causas en foros internacionales y facilitando liberaciones de presos políticos como parte de las negociaciones.

Residenciada en New Jersey, Vanessa Sánchez Spagnuola es consultora en comunicación estratégica con más de quince años de experiencia en campañas y procesos electorales. Ha trabajado como consultora en Venezuela, México, Guatemala, Colombia, Panamá y la República Dominicana. “Este galardón llega en un contexto político complejo: Machado es laureada desde la clandestinidad, rodeada de amenazas a su vida y en una escalada de represiones por parte del régimen de facto de Maduro. Según datos documentados por organizaciones en defensa de los Derechos Humanos, como Foro Penal, en Venezuela hay más de 841 presos políticos. Si bien el Nobel no tiene el poder para derrocar a Nicolás Maduro, su peso radica en su capacidad para reconfigurar el tablero de negociaciones, despojando al chavismo de su narrativa dominante de guerra y revalorizando la lucha opositora”.
Al preguntarle sobre el impacto que la medalla de Oslo podía tener en las tensiones al interior de la oposición venezolana, Sánchez Spagnuola explica: “Uno de los efectos inmediatos del premio es la reafirmación de Machado como líder legítima de la oposición. Este premio lo otorga el Comité de Noruega, país que desempeñó un papel crucial en las negociaciones de Barbados en 2023, que buscaban abrir el proceso electoral para 2024 en un contexto no democrático. Los noruegos, que no han sido indiferentes a la crisis venezolana, tras mediaciones infructuosas con el “madurismo”, con este premio envían un mensaje inequívoco a la comunidad internacional y a Maduro, sobre quién representa la legitimidad democrática en Venezuela. Esto obliga a actores globales a posicionar a Machado como interlocutora principal, debilitando el discurso chavista que tacha a la oposición de “extremista”.

Y al sondearla acerca de los efectos que la distinción podría tener en el tablero político, dice: “Aunque el Nobel no tumba al gobierno, sí erosiona su narrativa y sirve como señal clara: el canal legítimo para negociar pasa por MCM. A pocas horas de lograr la paz en Gaza y anunciar la escalada militar contra Venezuela, la disputa por el Nobel de la Paz con Donald Trump fortalece la narrativa de una transición pacífica y ordenada en Venezuela con Machado como figura central. Maduro quedó al desnudo como dictador. En suma, el Nobel de la Paz a Machado no resuelve la crisis política venezolana, pero insufla esperanza de cambio en un contexto de mucho desgaste, potencia la moral opositora, pone el foco sobre quién es la verdadera líder de la oposición, erosiona la narrativa oficial y protege simbólicamente a la mujer que le ha vuelto la esperanza de cambio al pueblo venezolano.
Pueden arremeter
Para la doctora Thairi Moya Sánchez, abogada y profesora de Derecho Internacional, el Nobel de la Paz a María Corina Machado marca un punto de inflexión. “El reconocimiento transformará el equilibrio político, al desmontar la narrativa que el madurismo ha sostenido durante años para deslegitimar a la oposición. Y en cuanto a los esfuerzos del régimen de proyectar una imagen de legalidad y victoria electoral, el propio Comité Nobel alude a esta situación en su discurso y destaca su la falta de transparencia y carácter autoritario”.

Al preguntarle si el Premio blindaría a la premiada, Moya reflexiona: “El Comité Noruego situó el galardón en el marco de la resistencia al autoritarismo, al afirmar que ‘cuando los autoritarios concentran poder, es esencial reconocer a quienes resisten con coraje’; es decir, el premio otorga legitimidad moral al ganador y, en sintonía, la ONU ha interpretado el premio como un reflejo de las aspiraciones democráticas del pueblo venezolano, igual que la Unión Europea. Pero, el premio también podría provocar una reacción represiva por parte del gobierno, si lo interpreta como una amenaza a su control. Claro que semejante respaldo eleva la visibilidad de Machado dentro y fuera del país, le confiere una ‘legitimidad política inédita’ y podría otorgarle cierto grado de protección simbólica. Dependerá en cierta medida de qué ala del madurismo se impone”.
—El Nobel de la Paz -continúa Moya- funciona como una advertencia. A partir de ahora, los organismos internacionales podrían empatizar más abiertamente con la causa democrática venezolana, lo que previsiblemente incrementará las presiones diplomáticas y las sanciones selectivas. Veremos si la Corte Penal Internacional (CPI), pese a sus propios desafíos institucionales, decide priorizar la situación venezolana y enviar una señal de coherencia moral a la comunidad internacional. Lo que sí está claro es que el Nobel evita que la esperanza se diluya en medio de la represión o la instrumentalización política.