Crianza

“Mamá, ¿qué es ser virgen?” Cómo escuchar a tu hijo para que te hable

Adelaida Abruñedo nos presenta "49 Cosas que debes enseñar a tus hijos antes de los 16 años". Una de ellas es saber exactamente qué nos preguntan

Sex Education, serie de Netflix Fotograma
Netflix

“Mamá, ¿qué significa ser virgen?”, preguntó la niña. La madre sospechó que había llegado el momento de una conversación. Sin saber bien qué responder, inició su retahíla de eufemismos y rodeos: la semillita de papá, el hombre, la mujer, la ternura… Cuando terminó, la hija miró perpleja hacia una botella de aceite sobre la encimera de la cocina e insistió: “¿Entonces, ¿qué significa exactamente extra virgen?” Madre e hija estaban hablando dos lenguajes diferentes.

La anécdota la recoge Adelaida Abruñedo, coach de familia y experta en inteligencia emocional, en su último libro 49 cosas que debes enseñar a tus hijos antes de los 16 años. Hablamos con ella y nos cuenta con detalle cómo, antes de nada, deberíamos cultivar el hermoso arte de comunicarnos con ellos. Es decir, cómo hablar para que te escuchen y, quizás lo que más descuidamos, cómo escuchar para que quieran hablarnos. “Son las dos patas de la comunicación”, avanza.

Adelaida Abruñedo, autora de 49 Cosas que debes enseñar a tus hijos antes de los 16 años
Cedida

Por qué dejan de contarnos su día a día

Hay pocas cosas que exacerben más a unos padres que su hijo, al llegar a la adolescencia, reduzca el diálogo. Es saludable, busca su propia identidad y su cerebro empieza a ser más sensible a otras voces fuera del ámbito familiar. Ese espacio es un paso más para construir su madurez, pero la comunicación en el hogar desempeña un papel decisivo. “Existen varios factores que hacen que nuestros adolescentes dejen de querer compartir con los padres sus cosas, la principal es que nos ven venir. Casi siempre que hablamos con ellos son de temas que nos interesan a nosotros: las notas, los exámenes o las amistades que no nos gustan. Es decir, les hablamos para criticar cosas que les rodean y forman parte de su círculo”, señala Abruñedo.

Estos patrones suelen venir de lejos, como refleja la anécdota de la virginidad y la botella de aceite. “No escuchamos de verdad, aparte de juzgarles. Les damos consejos que no nos han pedido y se sienten pequeños. Es como si los padres no hubiéramos aceptado que ya no son unos niños y que están creciendo y evolucionando, no les hacemos sentir importantes, valiosos o que sus opiniones pueden ser interesantes. Genera mucha desconexión y alejamiento emocional”.

Está convencida de que deberíamos dejar de hablar tanto y escuchar de verdad. “Pero con todo el cuerpo, dejando de lado todas las distracciones que tenemos a nuestro alcance, intentando entender por qué se sienten o actúan de la forma en la que lo hacen”. La primera pauta, desde su punto de vista, es hablar con simplicidad para que quieran escucharte. “Cuando tus hijos son más pequeños es importante que entiendas una cosa muy básica: menos es más. Es conveniente no abrumarlos con sermones, ni darles excesiva información o explicarles algunas cuestiones con un vocabulario que no puedan entender”.

En lugar de derrochar palabras, propone, cuando son más pequeños, más contacto físico, un abrazo o una caricia al tiempo que le das una breve explicación. “No utilices tu parte racional para conectar con su parte racional (que es muy inmadura todavía), no trates de hacerles entender la lógica de la situación, las probabilidades de que pueda o no conseguir eso o de superar el miedo a la oscuridad ninguneando a los fantasmas que cree o no cree haber visto. En las primeras fases necesitan sentirse seguros y protegidos. Y el contacto físico se encarga de hacer esa parte”.

“No malgastes tus palabras”

Cuando pregunten algo, antes de responderles, Abruñedo aconseja indagar un poco y tratar de averiguar por qué hacen esa pregunta. “A veces nos queremos adelantar porque pensamos con nuestra mente de adulto, sin ponernos en la piel de nuestros peques. A veces pretendes enterarte de algo, a veces quieres darles información, otras corregir algo que han hecho, otras regañarlos, otras hacerles saber quién manda. Sea lo que sea, no malgastes tus palabras, porque el tiempo que compartes con tus hijos, especialmente si son preadolescentes o adolescentes, es muy valioso y cada vez más escaso”.

Una de las fórmulas que incluye en 49 Cosas que debes enseñar a tus hijos antes de los 16 años es usar el “CoCo”: conecta para comunicar. “No trates de tener una con conversación sin que sea el momento adecuado, interrumpiendo lo que hacen o entrando en su habitación sin permiso. Interésate por lo que están viendo en el ordenador, en la tele, aunque sean los dibujos. Siéntate un rato con ellos y presta atención a lo que ven. Comprueba las señales no verbales. Si están enfadados, incómodos o emocionalmente inaccesibles o indisponibles, quizás tengas que esperar para mantener esa conversación. Anticipar que necesitas hablar con ellos de algo puede ser intimidante”.

Adelaida Abruñedo, con su nuevo manual para familia
Cedida

Abruñedo despliega varias directrices para hablar y conseguir que ellos quieran escuchar teniendo en cuenta que el propósito es buscar una solución que os valga a ambos, no que tú te salgas con la tuya: claridad (sin chantaje material o emocional y sin manipulación), empatía hacia lo que puedan sentir, respeto (merecen ser tratados con amabilidad, compasión, paciencia y amor), asertividad (no vale soltar palabras como puñales), comunicación no violenta (teniendo en cuenta que el mundo no es siempre como tú lo ves) y coherencia de tu lenguaje corporal con tu mensaje.

En este último aspecto, ofrece unas pautas muy sencillas que a veces descuidamos. “Si quieres que tu mensaje llegue desde la tranquilidad, tu postura física debe ser abierta al hablar, tu tono de voz adecuado, calmado y amable para transmitir tranquilidad, no acusatorio; la mirada sincera y honesta. No cruces los brazos, no te encojas, dirige el cuerpo hacia tu interlocutor, y, si te es posible, imita sutilmente sus actos. Además, trata de no esconder tus manos y, por supuesto, olvídate del móvil. Un simple vistazo al móvil, a la tele o a una pantalla, y ¡adiós!, te cargaste la conexión”.

A veces les cuesta expresarse

Si tus hijos no hablan, quizás sea porque se sienten frustrados y desmotivados a hacerlo por experiencias previas. “Si en ocasiones temen nuestras reacciones o nuestra opinión, ¿crees que tendrán ganas de contarnos las cosas?” Nunca es tarde para revertir esta situación. La coach y escritora propone, además de las directrices anteriores, practicar atención plena y enfocada, aun sabiendo que los adolescentes cada vez tienen más dificultad para utilizar el lenguaje de una forma correcta o articular adecuadamente sus argumentaciones. “La utilización del móvil, las abreviaturas o los emojis hacen que una simple imagen o conjunto de letras representen una gran combinación de sentimientos, algo que complica todavía más la comunicación”.

Ella insiste en la empatía. “Si tu hijo está muy enfadado por una situación injusta, permítele estar enfadado y que se exprese quizás con un tono más enérgico, pero no le quites el protagonismo y te enfades tú más que él, y tampoco intentes hacerle sentirse víctima. A veces, la mejor empatía es dejar que exprese lo que siente, sin exagerar, sin juzgar y sin tener que salvar o aliviar en demasía”. Tienes también que dejar tu juicio a un lado, aunque ya sabemos cuánto cuesta. “Si en vez de escuchar, empiezas a sermonear, se van a cerrar en banda, se callarán, se sentirán ignorados por ti, que les consideras unos tontos o incompetentes”.

Por supuesto, todos sus consejos exigen armarnos de paciencia. “Permite a tus hijos que se tomen el tiempo que necesiten para expresarse de la forma que quieran. No los apresures. Deja que el silencio se instale entre vosotros si es necesario, eso no va a cortar la comunicación, al contrario, permitirá que tus hijos puedan estructurar su exposición, y que no se sientan presionados. Es posible que interiormente estén hechos un lío y ni siquiera sepan por dónde empezar a contarte”. Es decir, calla, escucha y espera. ¿Merece la pena? “Los niños que crecen en un ambiente de comunicación abierta y honesta están mejor equipados para afrontar los retos de la vida. Aliviamos parte del sufrimiento que atraviesan nuestros jóvenes en su proceso de crecimiento y es un auténtico aprendizaje de vida”. Con esto está dicho todo.

 

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