Análisis

La víctima “imperfecta” que ha logrado procesar al político madrileño

Mouliaá rompe con los mitos de la víctima doliente y callada que pervive en el imaginario colectivo. Sus apariciones en medios, declaraciones y comportamiento no han impedido que el juez crea que su testimonio es verosímil

Elisa Mouliaá.
KiloyCuarto

Todo el mundo tiene una opinión sobre Elisa Mouliaá. La actriz ha roto todos lo esquemas instaurados en el imaginario colectivo acerca de cómo debe comportarse una víctima de violencia sexual. Se ha expuesto, hablado, sonreído, concedido entrevistas en programas de corazón y opina a través de sus redes sociales, donde se ha enfrentado a un odio continuo tras su denuncia a Íñigo Errejón por agresión sexual.

No es lo habitual. La sociedad tiende a cuestionar a las mujeres que rompen el silencio, si además esa acusación se realiza de forma pública, en mayor medida. Quizá por eso, no suelen exponerse al escrutinio social. Sin embargo, no se debe analizar el comportamiento de una víctima ni antes, ni después de la agresión como prueba el auto del juez Adolfo Carretero, que considera verosímil el testimonio de Mouliaá.

La actriz Elisa Mouliaá en los juzgados de Plaza de Castilla.
EFE

No existe un perfil de víctima

Como recuerda la psicóloga experta en trauma, Noemí Álvarez Boyero, “tradicionalmente las víctimas no se exponían. Hacían lo que se esperaba de una mujer, que se callara. Socialmente simpatizamos más con esas personas que se encierran, que llevan ese duelo con la forma que tradicionalmente entendemos que es la oportuna. Pero no es real, es un error. Cada persona, en función de sus circunstancias, su personalidad, sus propios factores de afrontamiento, puede tomar unas u otras decisiones, y eso no la hace ni más ni menos víctima. Lo que le ha ocurrido es igual de terrible e incluso sintomatología puede ser muy grave”.

Por eso, insiste en que no podemos esperar que las mujeres reaccionen de la misma manera. “Hay víctimas que sus síntomas depresivos las obligan a no querer salir de casa o no arreglarse y en cambio, hay mujeres que cuando tienen un mal día lo que hacen es vestirse y peinarse. Intentan salir más a la calle porque así piensan menos y le dan menos vueltas a la cabeza”.

La agresión en un callejón oscuro

Álvarez Boyero cuenta que “en temas de agresiones sexuales existe una idea que comentamos muchos entre los especialistas y es que se sigue pensando que una agresión sexual es una cosa que ocurre de forma puntual a una mujer que anda sola por un callejón oscuro y que es agredida por un desconocido. Esa idea al final de alguna manera ha calado en la sociedad y cuando salimos de ese parámetro nos cuesta creérnoslo. De hecho, hay mucha más resistencia a creerte que un padre puede abusar de su hija al ejemplo de la mujer que camina de noche sola cuando es muchísimo más frecuente y las cifras lo corroboran”.

“no debería existir un perfil de víctima porque volvemos a poner el foco sobre la mujer, sobre qué está haciendo mal, igual que hacíamos antes cuando pensábamos que podía influir en la agresión la ropa que llevaba puestael beber alcohol o el dar pistas de que vive sola. De alguna forma es continuar con esa discriminación. Somos nosotras las que tenemos que llevar a cabo determinadas conductas para protegernos de que no nos pase algo. Hay que dejar de poner la lupa, la culpa o la vergüenza en las víctimas y centrarnos en en los agresores porque son los que no tienen que agredir”.

Elisa Mouliaá
Javier Cuadrado

Las apariencias engañan

Las apariencias engañan para Álvarez Boyero. “Por mucho que una mujer tenga habilidades, sea echada  para delante también estará pasando por un montón de conflictos internos: la vergüenza, el escarnio público, que se la cuestione. Si encima la maltrato y la violento aumentó todas esas emociones. A Mouliaá se la ve en su declaración, cómo titubea, los nervios. Me preocupa que no se pueda saber la verdad de las cosas que ocurren, porque están tratando a la víctima de una o de otra manera. Además de que para la víctima es volver a abrir una situación traumática y puede aumentar la sintomatología”. 

Una superviviente quizá no está en el momento más óptimo de su vida. Es una situación vulnerable y desde ese punto, pues por ejemplo, puede tener problemas de atención y de memoria. Si realmente quiero entender lo que ha pasado, necesito tener una sensibilidad para darme cuenta y para que esa persona tenga la suficiente sensación de seguridad para poder hablarme de ello. Si yo estoy acosando una persona en una situación personalmente vulnerable, pues igual la verdad no es lo que voy a conseguir“, finaliza la psicóloga. 

Si algo de lo que has leído te ha removido o sospechas que alguien de tu entorno puede estar en una relación de violencia puedes llamar al 016, el teléfono que atiende a las víctimas de todas las violencias machistas. Es gratuito, accesible para personas con discapacidad auditiva o de habla y atiende en 53 idiomas. No deja rastro en la factura, pero debes borrar la llamada del terminal telefónico. También puedes ponerte en contacto a través del correo o por WhatsApp en el número 600 000 016. No estás sola.