En la era de la inmediatez y las redes sociales se ha popularizado el término “casi algo”, que describe vínculos que van más allá de un encuentro pasajero, pero no llegan a consolidarse como una relación formal. La psicóloga Amaya Navarro los define como “actuar como una pareja, pero sin serlo”, pues, aunque exista rutina y conexión emocional, no hay etiqueta, compromiso ni acuerdos claros sobre aspectos como la exclusividad.
Si estos vínculos no ofrecen seguridad ni estabilidad, ¿por qué resultan tan adictivos? Navarro señala que la clave está en la química del enamoramiento y en el terreno de la idealización: “Se trata de vínculos que se alimentan de esa fase inicial de las relaciones donde todo es precioso y tenemos la dopamina a tope, que es lo que nos hace querer más y más. Es en ese momento cuando entra en juego la idealización y que tendemos a fantasear con ‘lo que podríamos llegar a ser’”.
El problema surge cuando esa fantasía choca con la realidad. Muchas personas que se mantienen en un “casi algo” tienden a repetir dinámicas marcadas por el apego ansioso, un estilo caracterizado por el miedo al abandono y la búsqueda constante de seguridad en vínculos inestables. Esto explica por qué, aunque la relación genere malestar, resulte tan difícil cortar con ella.
¿Tienen futuro los “casi algo”?
La pregunta que muchos se hacen es si un “casi algo” puede evolucionar hacia una relación formal. La psicóloga no descarta esta posibilidad, pero advierte: “Sí, pero no va a llegar a serlo por inercia ni va a ser fácil porque habría que dejar claros los objetivos y planes de cada uno, necesidades individuales de cuidado, disponibilidad, comunicación; negociar acuerdos y establecer límites no negociables, como exclusividad o qué es y qué no es una infidelidad; y valorar la compatibilidad de valores y estilo de vida”.
En otras palabras, sin diálogo abierto y acuerdos claros, la transición hacia una pareja estable es poco probable. Y si la otra persona evita hablar del tema, responde con evasivas o posterga indefinidamente la conversación, conviene asumir que el vínculo no pasará de ser un estado indefinido.
El costo emocional de quedarse a medias
Más allá de las ilusiones, los “casi algo” tienen consecuencias emocionales que no deben minimizarse. Según Navarro: “Debido a la incoherencia, inestabilidad y al refuerzo intermitente que va asociado a estas relaciones, puede aparecer ansiedad, incertidumbre, confusión… incluso la persona puede llegar a plantearse y cuestionarse su propio valor, dañando así su autoestima”.
Ese vaivén constante, donde un día parece haber conexión y al siguiente todo se enfría, erosiona poco a poco la seguridad personal. Lo que empieza como un juego excitante puede convertirse en una trampa emocional que impide avanzar hacia vínculos sanos y recíprocos.
¿Etapa de exploración o pérdida de tiempo?
Es cierto que toda relación pasa por un periodo inicial de prueba, donde se explora la compatibilidad y se decide si vale la pena continuar. Sin embargo, Navarro advierte que los “casi algo” no son una condición necesaria para llegar a una relación estable: “El autoconocimiento es fundamental en una relación, para poder poner límites y detectar las famosas ‘red flags’; y es cierto que antes de formalizar una relación entramos como en un ‘periodo de prueba’ donde nos conocemos y vemos si encajamos o no, pero no es necesario pasar por una dinámica de este estilo para llegar a una relación seria, estable y sana”.
Las formas de vincularse han cambiado con el paso del tiempo. Nuestros abuelos vivían bajo parámetros más rígidos, donde la etiqueta de pareja se daba por sentada y rara vez se cuestionaba. Hoy, en cambio, el panorama es más fluido, marcado por la influencia de las redes y la apertura a modelos relacionales diversos. Aun así, hay aspectos que no varían. Como señala la psicóloga: “Algo que es inherente a cualquier relación independientemente de la generación es el respeto, la seguridad y la calma como requisitos imprescindibles”.
Cuándo decir basta
Tal vez la pregunta más importante no sea si un “casi algo” puede transformarse en pareja, sino cuánto estamos dispuestos a sacrificar por mantenerlo. Navarro propone una guía sencilla: “Siempre digo que algo es un problema cuando para ti lo es, es decir, cuando te interfiere en tu día a día y te genera malestar. ¿Qué significa para ti que no haya una etiqueta? ¿Que no haya exclusividad por su parte? ¿Que no te presente a sus amigos o familiares? ¿Que no esté cuando lo necesitas? Si responder a estas preguntas te genera malestar, te incomoda o no es lo que te gustaría en una relación, es momento de plantearte salir de ahí”.
Los “casi algo” pueden resultar atractivos en un primer momento, pero rara vez ofrecen el terreno fértil para construir una pareja real o una familia. Su naturaleza ambigua, la falta de compromiso y la inestabilidad emocional los convierten más en un espejismo que en una posibilidad concreta.
Al final, lo que todos buscamos es sentirnos seguros, valorados y acompañados. Y en ese sentido, como recuerda Navarro, los “casi algo” no suelen estar a la altura.