El golpe no siempre es físico, hay mucho daño invisible. Para ello, el rol de los psicólogos en la lucha contra la violencia de género es primordial.
Dentro de la complejidad de este problema, Artículo14, ha hablado con diferentes profesionales de la salud mental que trabajan a diario con mujeres que atraviesan, o han atravesado, situaciones de maltrato; con la intención de comprender mejor esta labor silenciosa pero vital.

Las víctimas acuden a consulta por los síntomas derivados de la violencia
Una de las primeras realidades que se debe asumir es que una víctima de violencia de género rara vez acude a consulta psicológica por ese motivo de forma explícita. Como explica Silvia Iglesias Baptista, psicóloga social y coordinadora del Centro ‘Por ti Mujer’, “Lo que motiva a acudir son más bien los síntomas derivados, como ansiedad, alteraciones del sueño, tristeza persistente, entre otros.”
La psicóloga Amara Martín Martín coincide: “Tienen dificultad para pedir ayuda, con redes de apoyo deterioradas y falta de comprensión del entorno”. Y es precisamente esa ausencia de sostén lo que convierte al profesional de la psicología en un pilar de confianza, empatía y comprensión.
Crear un espacio seguro, es clave
“El trabajo inicial es acompañarlas, ayudar a comprender su situación y orientar sobre recursos disponibles. Si se detecta riesgo grave, se activan protocolos de protección, pero fuera de eso se respeta la autonomía de la persona“. Así lo explica Amara. Al igual que es necesario no presionar, “se crea un espacio seguro para que hable a su ritmo y se prioriza reconstruir su autonomía”, según cuenta Baptista.
Este “espacio seguro” no es solo un lugar físico, sino un entorno emocional donde se reconstruye lo que el miedo y la violencia han deshecho: la confianza, la dignidad, la capacidad de decidir.
Por qué cuesta verbalizar el maltrato
Pero ¿por qué cuesta tanto verbalizar el maltrato? “El miedo a ser juzgadas o no creídas, la normalización del abuso, la protección del agresor o la no identificación de que lo que viven es violencia” son algunas de las respuestas más comunes.
Muchas mujeres —y se habla en femenino porque son mayoría en las consultas por esta causa, aunque también hay hombres víctimas— ni siquiera saben que lo que están viviendo es violencia. Y si no se reconoce como tal, es casi imposible pedir ayuda.
Perfil del agresor, es un fenómeno tan heterogéneo como impredecible.
No existe un perfil de agresor
Ambas psicólogas, Amara y Silvia, cuentan que no existe un perfil único del agresor, es muy heterogéneo y cada caso puede llegar a sorprender. “Suelen tener necesidad de control, baja tolerancia a la frustración, justifican la violencia, y usan manipulación, aislamiento y celos. La raíz está en una concepción desigual basada en poder, no en trastornos psicológicos”, añade Baptista.
Sin embargo, sí es posible identificar algunos patrones comunes. Puede tratarse de narcisistas, obsesivos o paranoicos. Los primeros son personas completamente integradas en la sociedad, con aptitudes muy buenas para socializar, suelen buscar una acompañante brillante, en todos los sentidos, atractiva, segura, exitosa. Pero no porque les gusten esas características de ella, si no por cómo se ven ellos desde fuera esa mujer. Irá apagando ese brillo poco a poco para al final prevalecer él, sobre todo. Por ello son más difíciles de detectar.
Un control aparentemente invisible
Los segundos, suelen presentar rasgos obsesivos-compulsivos; este tipo de perfil suele ser más asocial y evitará moverse entre gente, por ello, muchos recurren a Internet para realizar una preselección controlada y compulsiva de sus candidatas.
Por último, el perfil paranoico; estos, buscan a la mujer perfecta, por ello también es común el uso de Internet. Una vez encontrada una víctima potencial, comenzará el cortejo, seguido de un control aparentemente invisible, disfrazado de preocupación, que, en el momento de frenarlo, comenzará a sacar la parte agresiva del maltratador.
¿Aconsejar o escuchar a la víctima?
“Es fundamental escuchar con empatía y sin presionar, validando su experiencia. Se informa sobre recursos y, si desea, se acompaña en los pasos que decida dar, incluyendo medidas prácticas de seguridad“, apunta Baptista.

Porque, sin una red de apoyo, salir del maltrato es una tarea titánica. Y aquí la prevención se vuelve urgente, especialmente entre los más jóvenes. Educar en igualdad, en límites sanos y en relaciones afectivas respetuosas es sembrar futuro.
“No hay un momento o detonante único para que una mujer tome la decisión de salir de la situación. A veces ocurre tras un episodio grave, otras por influencia del entorno o la identificación con testimonios. La lucha interna es fuerte, entre la esperanza de cambio y la necesidad de salir. Pedir ayuda es un acto de valentía y un primer paso fundamental hacia la recuperación”, señala Martín.
Construir espacios para las mujeres
En lo que llevamos de año, son ya 31 mujeres asesinadas, víctimas de violencia de género; aunque apenas un par de ellas se han dado a conocer a nivel mediático. Pero cada una de ellas tenía nombre, historia y sueños que fueron apagados.
Por eso, escuchar sin juzgar, ofrecer acompañamiento profesional, y construir espacios donde una mujer pueda decir “esto me duele” sin miedo, no es un gesto: es una urgencia social. Porque, en palabras sencillas y dolorosas, cuando amar duele y callar destruye, actuar, salva vidas.