Catorce mujeres han presentado un escrito al rectorado de la Universidad de Barcelona (UB) detallando las condiciones de trabajo que habrían sufrido en el seno del grupo de investigación CREA durante las últimas dos décadas, y relatando actividades impropias que se habrían dado, que habrían incluido relaciones sexuales con un catedrático que lideraba el grupo. Se da la circunstancia de que CREA es conocido por su influencia en los estudios sobre violencia de género y desigualdades, pero internamente ha sido señalado por prácticas que las propias investigadoras describen como abusivas, opresivas y profundamente jerarquizadas.
Las víctimas, con expedientes académicos impecables, relatan cómo habrían sido atraídas a CREA mediante elogios a su brillante trayectoria e invitaciones a colaborar en proyectos de alto prestigio, cuando apenas contaban con 20 años. Lo que comienza como una oportunidad profesional habría acabado derivando en una dinámica de trabajo sin límites: jornadas maratonianas, disponibilidad total de lunes a domingo y una progresiva intensificación de tareas académicas —informes, estudios, proyectos— que las habría absorbido casi por completo.
Servicios personales y encuentros sexuales
Sin embargo, la explotación no se habría limitado al terreno académico: las investigadoras debían, según su relato, realizar múltiples servicios personales para el responsable jerárquico del grupo, el catedrático mencionado, como hacer la compra, cocinar, limpiar su casa, preparar maletas o incluso darle masajes. Durante años, el líder del grupo también habría establecido encuentros sexuales con ellas. Esta mezcla de exigencias profesionales y serviciales habría alimentado una cultura de la dependencia y subordinación. Las mujeres explican que sentían que renunciar al ritmo impuesto o negarse a los encuentros íntimos con el catedrático equivalía a traicionar un supuesto compromiso con la transformación social, al no doblegarse a las peticiones del líder que marcaba el camino de la mejora.
Además, el catedrático líder de CREA habría exigido conocer detalles íntimos de las vidas personales y experiencias sexuales de las mujeres que conformaban el grupo. Bajo la justificación de que las mujeres estamos mal socializadas y en consecuencia elegimos parejas abusivas, el catedrático se habría erigido en el hombre ideal. Esta retórica paternalista supuestamente defendía la igualdad y la excelencia afectiva. Las jóvenes, influenciadas por esa narrativa, habrían caído en lo que describen como redes de dependencia emocional, perdiendo progresivamente autonomía y control sobre sus propias vidas.
Alejadas de su entorno
Un efecto inmediato fue el aislamiento social: muchas de ellas se vieron alejadas de su entorno familiar y de apoyo, convencidas de que formaban parte de un espacio de transformación colectiva.
El impacto en su salud mental ha sido significativo. Diversas de ellas han vivido una doble vida de encuentros sexuales secretos y una disociación diagnosticada por especialistas, convencidas de que lo que han vivido, en realidad no lo han vivido ellas.
La Universidad de Barcelona prohíbe las relaciones
A pesar de su prestigio, CREA ha sido denunciado en dos ocasiones. La última denuncia fue archivada en 2017 por falta de evidencias sólidas. Pero el código interno de la UB prohíbe las relaciones entre docentes y alumnas.

Y lo hace porque una relación sexual en un contexto de desigualdad de poder entraña una asimetría inherente que pone en cuestión que ese consentimiento sea plenamente libre. En el entorno académico, donde existe una clara dependencia de la figura de los docentes o doctores, cualquier interacción sexual se encuentra inmersa en un marco de presión implícita y posibles repercusiones profesionales. La jerarquía corrompe el consentimiento. Por tanto, las universidades deben reconocer que, en estos entornos, el consentimiento no basta; se requiere un enfoque proactivo que incluya normas estrictas para prevenir relaciones sexuales en situaciones de dependencia, formación en dinámica de poder y mecanismos efectivos para denunciar y contrarrestar abusos antes de que se enquisten. Solo así se construirá un espacio académico libre de coacción y verdadero respeto.