El libro que me cambió la vida tiene solo 350 páginas y es como perderse en un laberinto de espejos

Hay una novela esperándote ahí fuera, en cualquier librería. Una novela que puede cambiarte la vida para siempre

Beatus Ille - Cultura
Fragmento de la portada de 'Beatus Ille', de Antonio Muñoz Molina
Booket

Hay libros que se leen y se olvidan. Hay otros que se quedan, que germinan en la sombra como una semilla inesperada. Y hay uno —uno solo— que te cambia la vida. Para mí, ese libro fue Beatus Ille, de Antonio Muñoz Molina. Lo leí hace muchos años, cuando era adolescente, sin saber que, al cerrar la última página, ya no sería el mismo.

No lo sospeché al principio, pero con el paso de las páginas comprendí que ese relato, que parecía una investigación anodina sobre la figura de un escritor asesinado durante la Guerra Civil, era en realidad una meditación sutil y devastadora sobre el tiempo, la belleza, la ambición, la cobardía y el peso insoportable del pasado.

Desde entonces, Beatus Ille se convirtió en una brújula. No porque diera respuestas, sino porque sabía hacer las preguntas adecuadas. Lo que parecía una novela sobre literatura era, en el fondo, una novela sobre el deseo de vivir escribiendo, sobre la necesidad casi física de contar la verdad. Aunque duela. Aunque deshaga las máscaras con las que uno ha construido su identidad.

El misterio de la voz

Una de las razones por las que Beatus Ille me transformó es su estructura narrativa. Antonio Muñoz Molina no construye una historia lineal. Lo suyo es un juego de reflejos. Todo lo que se dice remite a algo que no se dice, y lo que no se dice resuena con más fuerza que cualquier confesión explícita. Es una novela hecha de ecos, donde cada personaje es un espejo roto del otro.

La voz del narrador —un joven universitario que se refugia en Mágina, trasunto literario de Úbeda— se cruza con la figura del escritor Jacinto Solana, cuya muerte aún proyecta una sombra sobre el pueblo.

Beatus Ille, de Antonio Muñoz Molina
Portada de la novela ‘Beatus Ille’, de Antonio Muñoz Molina.
Seix Barral

En cada página de Beatus Ille, el lenguaje es una invitación al asombro. Muñoz Molina escribe con la precisión de un relojero, pero también con la sensibilidad de un poeta que intuye que, si uno se detiene demasiado, puede oír cómo el tiempo se parte. En esa tensión entre lo medido y lo emocional, entre lo cerebral y lo intuitivo, está el poder de la novela. Y por eso esta novela no es una lectura. Es una revelación.

Un espejo roto

Lo que hace de Beatus Ille un texto inolvidable es su forma de hablarnos del fracaso sin mencionarlo directamente. Jacinto Solana, el personaje ausente, es el centro invisible de la novela. Un escritor obsesionado con dejar una sola obra maestra antes de morir.

Esa imagen —la del creador que prefiere la muerte a la mediocridad— me ha perseguido durante años. Porque leer este libro no solo fue descubrir la literatura como destino. Fue también comprender el precio que conlleva asumir esa vocación.

Cada vez que vuelvo a Beatus Illeporque he regresado muchas veces, en momentos de crisis o duda— encuentro un nuevo ángulo desde el que mirarme. A veces me reconozco en el narrador. Otras en Solana. Y unas pocas en los habitantes del pueblo que miran de reojo el pasado porque aún les quema.

Siempre hay algo que me obliga a parar, a subrayar, a cerrar el libro un instante como quien cierra los ojos ante una verdad demasiado luminosa.

Mágina o el país de la memoria

Otro elemento fascinante de Beatus Ille es su escenario. Mágina no es solo un pueblo andaluz: es un territorio simbólico donde se condensan la historia reciente de España, los ecos de la Guerra Civil, los silencios familiares y la nostalgia por un tiempo que nunca fue tan puro como recordamos.

Al igual que Faulkner con el condado de Yoknapatawpha, Muñoz Molina creó con Mágina una geografía moral. Un lugar donde la memoria es campo de batalla y las palabras sirven tanto para salvar como para condenar.

Antonio Muñoz Molina - Cultura
Una fotografía del escritor jienense Antonio Muñoz Molina.
Iván Giménez

En ese sentido, Beatus Ille es también una novela política, aunque no lo parezca. Porque recordar es un acto político. Y elegir qué se calla y qué se cuenta define quiénes somos. Por eso leerla en el presente sigue siendo urgente. Nos obliga a interrogarnos sobre nuestra relación con el pasado, sobre cómo los relatos heredados moldean nuestras decisiones, nuestros miedos, nuestras pequeñas traiciones cotidianas.

El legado de una promesa

Cuando terminé Beatus Ille, supe que quería dedicarme a escribir. Pero no escribir por escribir. Quería alcanzar esa misma densidad, esa misma hondura, ese mismo temblor que sentí con sus páginas. Desde entonces, cada vez que me enfrento a una página en blanco, me pregunto si seré capaz de tocar alguna fibra en otro lector como Muño Molina la tocó en mí.

Porque esa es la promesa secreta que la novela deja en quienes la leen con los ojos abiertos: la de que es posible hacer de la literatura un espejo donde otros se encuentren, se reconozcan y se salven. Y también se pierdan, como quien entra en un laberinto del que no quiere salir.

Por eso, cuando alguien me pregunta por el libro que me cambió la vida, no dudo. Beatus Ille. Porque fue el primer momento en el que sentí que la literatura no era una distracción, ni un pasatiempo, ni una afición, sino una forma de estar en el mundo.

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