Vinuesa, en la provincia de Soria, es uno de esos lugares que el turismo de masas aún no ha colonizado. Este pequeño municipio castellano, con poco más de 800 habitantes, guarda entre sus empedradas calles una historia milenaria que se remonta a los pueblos celtíberos.
Su nombre apenas figura en las guías convencionales. Pero lo cierto es que Vinuesa lo tiene todo. Un trazado medieval intacto, un entorno natural privilegiado y una arquitectura que remite a los siglos de mayor esplendor de la zona. A los pies de los Picos de Urbión y junto al nacimiento del río Duero, esta localidad soriana se convierte en uno de los secretos mejor guardados de la España interior.
Un legado celtíbero que resiste al paso del tiempo
El origen de Vinuesa se remonta a la antigua Visontium, un asentamiento celtíbero que más tarde sería romanizado. La importancia estratégica de la zona, tanto por su altura como por su cercanía a las fuentes del Duero, la convirtió en un enclave relevante en la antigüedad.
A pesar del paso de los siglos, Vinuesa conserva ese aire primigenio, casi místico, que parece resistirse al tiempo. El recuerdo de los Pelendones, tribu celtíbera que habitó la región, aún permanece en las raíces más profundas del lugar.

Caminar por este lugar es, en cierto modo, caminar por la historia de la Península Ibérica. Su trama urbana, plagada de callejuelas empedradas, casas de piedra y escudos nobiliarios, recuerda los tiempos en los que la villa fue uno de los núcleos principales de la comarca de Pinares. Pese a su bajo perfil turístico, el patrimonio arquitectónico de la localidad soriana resulta sorprendente.
Vinuesa y su trazado medieval
Uno de los mayores encantos de Vinuesa es su trazado medieval, que se ha conservado sin apenas alteraciones. Pasear por sus calles es retroceder a una época en la que la arquitectura popular y la nobleza convivían en equilibrio. Las casas solariegas de dos plantas, construidas en piedra y con balcones de madera oscura, dominan el paisaje urbano.
Elementos como la Casa de los Ramos, el palacio de los Marqueses de Vilueña o el rollo jurisdiccional en la Plazuela son testigos de un pasado señorial que aún se respira en cada rincón.
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En el corazón de Vinuesa se alza la iglesia de Nuestra Señora del Pino, templo gótico-renacentista que guarda en su interior un imponente retablo barroco y un órgano del siglo XVIII. La plaza mayor, sobria y recoleta, es el lugar donde confluyen los vecinos para las fiestas y donde se percibe el verdadero ritmo pausado de la vida en el pueblo.
Naturaleza sin explotar: el tesoro verde de Soria
Pero si algo define a Vinuesa, más allá de su historia, es su entorno natural. Situada a más de 1.100 metros de altitud y rodeada de densos pinares, forma parte del Parque Natural de la Laguna Negra y los Circos Glaciares de Urbión. Desde el propio núcleo urbano se puede acceder a enclaves naturales tan sobrecogedores como la Laguna Negra, la Laguna Helada o los altos circos modelados por los glaciares durante la última Edad del Hielo.
El embalse de la Cuerda del Pozo, a escasos minutos del centro, ofrece una estampa cambiante según la estación. En verano se convierte en playa fluvial, y en invierno deja ver, cuando baja el nivel del agua, la torre sumergida del pueblo desaparecido de La Muedra. A diferencia de otros destinos similares, Vinuesa no ha explotado comercialmente estos recursos. No hay masificación, ni colas, ni alojamientos de grandes cadenas. Aquí, el silencio sigue ganando la partida.