Testimonio desde Gaza

“¿Dónde escondemos a nuestros hijos?”: el grito de Samira dede la Franja de Gaza

"Nos habéis convertido en números, pero tenemos nombres. Mis hijos son Nizar, Laila y Adam", explica a Artículo14 esta profesora de 44 años, forzada a abandonar su hogar en Jan Yunis

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Yunis Jumaa, de 9 años, desnutrido, junto a su madre en el Hospital Nasser en Jan Yunis
Efe

Israel continúa su ofensiva militar sobre Gaza, y con el anuncio del inicio de la operación “Carros de Gedeón”, la guerra ha entrado en una fase aún más brutal porque los esfuerzos diplomáticos internacionales por alcanzar un alto el fuego o garantizar la entrada de ayuda humanitaria básica para más de dos millones de personas sitiadas han fracasado estrepitosamente y, mientras tanto, pese a las crecientes críticas internacionales por su declarado objetivo de ocupar por completo la Franja, Tel Aviv ha emitido en los últimos días órdenes de evacuación inmediata para los residentes de Jan Yunis, Bani Suheila y Abasan, instándoles a desplazarse hacia la zona costera de Al Mawasi, en lo que se considera la antesala de una ofensiva terrestre “sin precedentes”, según ha descrito el propio Ejército israelí.

Jan Yunis, una ciudad que ya ha padecido los estragos de anteriores guerras, afronta ahora una nueva ola de desplazamientos masivos, con la amenaza de una catástrofe humanitaria agravada por el temor a una operación de gran escala en el sur de Gaza. Naciones Unidas y organizaciones médicas han alertado del creciente riesgo de hambruna y del colapso sanitario, tras la destrucción de la mayoría de hospitales por parte del ejército israelí. No hay refugio ni alimentos suficientes, y mucho menos seguridad para una población cada vez más acorralada.

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Cientos de palestinos desplazados se congregan frente al Comedor Benéfico Sokar en la ciudad de Gaza para recibir raciones limitadas de comida
Efe

Más de 53.000 muertos

El Ejército israelí ha lanzado panfletos sobre la ciudad instando a su desalojo inmediato. En Jan Yunis y áreas aledañas residen cerca de 450.000 personas, a las que se suman miles de desplazados llegados desde Rafah y otras localidades en busca de refugio. En total, unas 600.000 personas estarían siendo obligadas a evacuar, según las cifras difundidas por las fuerzas armadas israelíes. La orden ha desencadenado el pánico y un nuevo desplazamiento caótico, alimentado por el miedo a nuevas masacres como las que, en menos de un año, han costado la vida a más de 53.000 palestinos, la mayoría de ellos mujeres y niños.

Desde el inicio de esta operación, el recrudecimiento de los bombardeos aéreos junto al avance de las tropas terrestres ha provocado ya un número elevado de víctimas, muchas de ellas aún atrapadas bajo los escombros de viviendas derruidas en barrios densamente poblados, y en redes sociales circulan imágenes desgarradoras de miles de personas huyendo a pie de Jan Yunis, con caras demacradas por el hambre, ojos aterrados por la muerte omnipresente. Familias enteras caminan cargando lo poco que han podido salvar, sin saber a dónde ir, conscientes de que ya no queda un solo lugar seguro en Gaza.

Gaza
Uno de los bebés que ha podido huir de Gaza hasta Jordania para recibir tratamiento médico
Efe

Obligada a huir de nuevo

En un intento de recoger testimonios directos, desde Artículo14 tratamos contactar con desplazados que, en su mayoría, inmersos en el caos de la huida, declinaron participar. Aun así, y no sin esfuerzo, logramos conversar con Samira Mustafa, profesora de 44 años y madre de tres hijos, forzada a abandonar su hogar en Jan Yunis.

“No sé si puedo describir lo que estamos viviendo”, confiesa con la voz rota. “Estoy mal psicológicamente, y físicamente me siento débil. Apenas hemos comido bien en meses. Con la última orden de evacuación, nos vemos obligados a huir otra vez. Vivimos aterrados y exhaustos. Ya habíamos tenido que abandonar nuestro hogar en el campo de refugiados de Yabalia hace casi un año, tras un bombardeo. Entonces nos refugiamos en casa de mis padres, en Jan Yunis. Ahora hemos tenido que marcharnos todos, incluidos mis padres ancianos, hacia Al Mawasi”.

“¿Adónde vamos?”

Samira describe el éxodo como una escena de película: “¿Puedes imaginarlo? Caminaba entre miles de personas, madres, padres, niños asustados. Pero yo me sentía como si estuviera fuera del tiempo y del espacio, como si aquello no pudiera ser real. Niños llorando de hambre, de miedo, de cansancio… y nosotros llorando también, porque no podemos protegerles. ¿A dónde los llevamos para esconderlos hasta que termine este exterminio? No hay lugar seguro. Bombardean hospitales, matan a los heridos. ¿Adónde vamos?”

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Destrucción en Gaza tras los últimos bombardeos de Israel
Efe

Con la voz entrecortada, continúa: “No pedíamos nada más que poder vivir como antes. Estábamos sitiados desde 2007, sí, pero aun así logramos tener una vida casi normal. Tuvimos hijos, los cuidamos, los quisimos. Pero ahora estamos muertos en vida. Nuestros hijos, aunque sobrevivan, están rotos por dentro. Israel les ha robado la infancia. A nosotros, la humanidad. Nos habéis convertido en números, pero tenemos nombres. Mis hijos son Nizar, Laila y Adam. Adam, el pequeño, adora el chocolate. Hace meses que me suplica que quiere chocolate antes de morir”. Samira rompe a llorar. “¿Puedes imaginarlo? Un niño de seis años que piensa en la muerte… No parece que esta guerra vaya a terminar nunca”.

Un nuevo éxodo desde Jan Yunis

La mayoría de desplazados caminan a pie; los más afortunados, apenas unos pocos, usan carretas tiradas por burros. No hay combustible, las carreteras están destruidas, y los vehículos han desaparecido. Una vez más, los habitantes de Jan Yunis se ven obligados a abandonar sus casas, tiendas de campaña y centros de acogida. Muchos han partido sin equipaje, pensando solo en salvar la vida. La maquinaria de guerra israelí no distingue entre niños o ancianos.

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Miles de palestinos cruzan la calle Rashid
EFE

En Al Mawasi, los desplazados encuentran nuevos desafíos. No solo se trata de escapar de las bombas o el hambre: las condiciones en los improvisados campamentos son deplorables. Mosquitos, pulgas, moscas y otras plagas se han instalado entre las tiendas de lona, causando enfermedades y agravando el sufrimiento diario. Algunas familias ya han empezado a desplazarse nuevamente, esta vez no para escapar de los ataques, sino de los insectos que devoran la piel de sus hijos.

A pesar del panorama desolador, muchos aún albergan una esperanza: que llegue un alto el fuego real, que se acabe la guerra. Y poder volver, aunque sea, a los escombros de sus antiguos hogares. Allí donde estaba su vida. Allí donde quizás puedan, por fin, descansar del horror que les ha robado todo.