Entre 1995 y 2024, más de 832.000 personas perdieron la vida en el mundo a causa de fenómenos meteorológicos extremos, que generaron pérdidas económicas por más de 4,5 billones de dólares. Los alarmantes datos, incluidos en la nueva edición del Índice de Riesgo Climático Global (CRI) 2026, evidencian las catastróficas consecuencias del cambio climático.
El informe CRI, elaborado por Germanwatch desde 2006, sitúa a España en el puesto 24 entre los países más afectados en las últimas tres décadas y en la posición 20 en 2024, una muestra de que el país se enfrenta ya a los impactos directos del calentamiento global.
Carmen Grau Vila, investigadora del Institute for Sustainable Community and Risk Management de la Universidad de Waseda (Japón) y profesora en la Universitat Oberta de Catalunya, es experta en gestión de desastres con perspectiva de género. Grau también forma parte del comité de expertos del Gobierno de España para la reconstrucción tras los daños provocados por la DANA, una catástrofe que marcó un punto de inflexión en la manera en que España entiende su vulnerabilidad climática.

A medio camino entre Tokio y Valencia, Grau Vila conversó con Artículo14 para analizar los resultados del nuevo CRI, las lecciones que deja la experiencia valenciana y la necesidad de incorporar la perspectiva de género en las políticas de adaptación al cambio climático.
-El nuevo Índice CRI muestra que entre 1995 y 2024 se produjeron miles de fenómenos extremos y cientos de miles de muertes. ¿Cómo interpreta la magnitud de esta situación?
-Es una magnitud muy alta. Hay fenómenos que conocemos bien, pero que no siempre se registran con precisión. Las olas de calor, por ejemplo, provocan cifras de mortalidad muy elevadas. Lo que ocurre es que muchas veces no se contabilizan como desastres climáticos, aunque lo sean. Si miramos los últimos años, solo las olas de calor han causado miles de muertes. Creo que cuando tengamos datos más consolidados veremos que el impacto es aún mayor del que se estima ahora.
-España figura entre los 25 países más afectados en las últimas tres décadas y en el puesto 20 solo en 2024. ¿Cómo valora esta posición?
-España ha sufrido mucho en los últimos años: inundaciones, olas de calor extremas, incendios tremendos… Tenemos datos de los últimos cinco años que realmente se nos escapan de las manos. Hay una idea equivocada, muy extendida, de que los desastres provocados por efectos climáticos solo ocurren en regiones poco desarrolladas. Y no es así. El cambio climático afecta también a países desarrollados, y España está muy expuesta. No solo por su clima, sino por su situación geográfica en el Mediterráneo.
-¿Qué papel juega la temperatura del mar en la intensidad de los fenómenos?
-Es fundamental. Hay informes, de la NASA y de la Organización Oceánica de Estados Unidos, que muestran cómo el aumento de la temperatura del mar está provocando eventos cada vez más extremos en distintas partes del mundo. El Mediterráneo no es una excepción. Esa subida de temperatura es uno de los factores que está detrás de las lluvias torrenciales y las DANAs que estamos viviendo.
-Usted forma parte del comité de expertos para la reconstrucción tras la DANA de Valencia. ¿Qué conclusiones saca de esa experiencia?
-En el caso de Valencia, la reconstrucción se ha hecho con mucho esfuerzo a nivel local. Cada municipio ha tenido que organizarse con los recursos disponibles. Pero hay problemas estructurales, porque no existe todavía una estrategia conjunta de reconstrucción o prevención a largo plazo. La DANA de Valencia debería ser una oportunidad para cambiar cosas que han fallado: en protección civil, en coordinación entre administraciones p en formación a la población. Hay gente muy preocupada y que está tomando medidas, pero falta todavía una visión más unificada.

-¿Cree que las divisiones políticas dificultan la respuesta ante estos desastres?
-Sí, es un problema real. Cuando ocurren desastres, enseguida aparece la cuestión de quién tiene la responsabilidad: si el ayuntamiento, la comunidad autónoma, el Estado… y entramos en ese juego político. Eso ralentiza la respuesta y complica la reconstrucción. En la Comunitat Valenciana lo hemos visto. Y me temo que en otros lugares de España ocurre igual.
-¿Qué opina del papel de Europa en esta cuestión?
-Europa está empezando a reaccionar, pero el Mediterráneo está muy afectado y necesita más recursos. Se están poniendo fondos económicos, pero todavía son insuficientes. La estrategia europea debe priorizar esta región, porque los efectos ya son muy visibles y van a ir a más.
-¿Qué espera de la cumbre COP30 sobre el cambio climático y de los acuerdos internacionales sobre adaptación al clima?
-Espero que se tomen medidas más serias y más estables. Es necesario garantizar financiación, especialmente a nivel de prevención. Cada país debería tener un fondo propio para actuar antes de que ocurra el desastre, porque los costes posteriores son mucho más altos. La cooperación internacional es compleja, pero sin fondos específicos será muy difícil avanzar.

-En su trabajo usted incorpora la perspectiva de género en la gestión de desastres. ¿Por qué es tan importante?
-Es fundamental. Las mujeres y las niñas no viven los desastres igual que los hombres, y eso se ve en todos los contextos. La perspectiva de género permite entender las diferentes vulnerabilidades de cada grupo social. Hay una carencia muy grande de análisis con enfoque de género en los estudios de desastres, y eso hay que cambiarlo si queremos políticas realmente efectivas.
-¿Cuál cree que es la principal lección que debe asumirse?
-Que la prevención es esencial. No podemos seguir esperando a que ocurran los desastres para actuar. Y también que España debe dejar de pensar que esto solo pasa en otros lugares. Ya lo estamos viviendo aquí, y es urgente aprender de ello y actuar con más coordinación y con más visión de futuro.

