La crisis política en Francia alcanza un nuevo clímax. El primer ministro François Bayrou ha decidido jugarse el todo por el todo: este lunes 8 de septiembre pedirá un voto de confianza en la Asamblea Nacional, en un intento desesperado por salvar a su gobierno y validar su plan de ahorro presupuestario de casi 44.000 millones de euros. Sin embargo, la mayoría de la oposición ya ha anunciado que votará en contra, lo que deja al Ejecutivo pendiendo de un hilo. Desde Artículo14 hablamos con tres jóvenes francesas —Alix, Hortense y Estelle— que nos comparten su visión sobre el incierto futuro político de su país.
El plan de Bayrou bajo la lupa
El núcleo del conflicto está en los recortes presupuestarios. Bayrou los defiende como una medida de responsabilidad frente al déficit y la deuda, pero desde diversos sectores políticos y sociales se critica su impacto social. Como explica Alix, de 21 años: “Creo que la situación presupuestaria de Francia es efectivamente muy mala, y que hay que tomar medidas serias. Pero me parece bastante irónico que hable de recortar gastos cuando acaba de hacer rehacer su despacho por una suma astronómica. Pedimos a los franceses que se aprieten el cinturón, pero no damos necesariamente ejemplo en la cúpula del Estado”.

Más allá de la cuestión de las cuentas públicas, la preocupación social domina el debate. “Personalmente, me preocupan mucho más las consecuencias sociales que las cifras del déficit o de la deuda. Porque a fuerza de imponer tantas restricciones, llega un momento en que los franceses acabarán por resquebrajarse”, añade Alix.
Hortense, también de 21 años, coincide en que la estrategia de Bayrou puede ser contraproducente: “En sí mismo, no hay nada malo en querer reducir el déficit. Pero las soluciones que propone son problemáticas: en términos sociales, corren el riesgo de crear más tensiones y conflictos que otra cosa”.
La joven Estelle, de 23 años, se muestra aún más crítica: “Mucha gente desaprobaba el gobierno de Bayrou, y yo soy una de ellos. Lo que pienso sobre todo es que la situación ya es muy grave, no puede empeorar más, porque si no caeríamos muy, muy bajo”.
“Saldríamos de una crisis para crear otra”
Mientras tanto, la líder ultraderechista Marine Le Pen —inhabilitada para ocupar cargos públicos tras un caso de malversación— exige la disolución inmediata de la Asamblea Nacional. Su partido, la Agrupación Nacional, ha reiterado que no dará apoyo al plan de Bayrou. “No tenemos confianza en este gobierno”, declaró Le Pen.
Entre las jóvenes entrevistadas, la idea de una disolución inmediata despierta dudas. Para Alix, “no creo que sea buena idea disolvernos ahora. Saldríamos de una crisis para crear otra. Si hay una disolución, tiene que ser preparada, con un proyecto real detrás, de lo contrario será otro cambio para nada”.
Hortense comparte una visión similar: “Para mí, una disolución inmediata no es una buena idea. Ya hemos tenido muchos cambios recientemente. Por supuesto, probablemente tendrá que haber un cambio en algún momento, pero tiene que ser un cambio real y duradero. No un golpe de efecto seguido de otro giro de 180 grados dos meses después”.

Estelle, sin embargo, se muestra más abierta a la opción: “Creo que unas elecciones anticipadas tendrían más sentido. Limitarse a cambiar al Primer Ministro y dejar de nuevo la elección en manos del Presidente daría la impresión de que realmente no pasa nada. Los franceses esperan que se les escuche y que puedan tomar sus propias decisiones, así que hay que volver a darles la palabra”.
¿Un nuevo primer ministro o elecciones?
El futuro de Macron también está en juego. Si Bayrou cae, el presidente podría optar por designar a un nuevo primer ministro o disolver la Asamblea para convocar elecciones anticipadas. Ninguna de las opciones es sencilla: el Parlamento está profundamente fragmentado y los intentos anteriores de compromisos han fracasado.
Alix considera que la mejor salida sería electoral: “Cambiar al primer ministro puede funcionar durante un tiempo, pero ya hemos visto que no resuelve el problema de fondo. Para mí, la mejor opción sería ir directamente a las urnas, para devolver la palabra a los franceses”.
Hortense coincide: “Sinceramente, si Macron nombra a alguien, corremos el riesgo de revivir el mismo escenario que las tres últimas veces, con un primer ministro que acabe abandonando el barco. A estas alturas, creo que sería mejor celebrar elecciones, para tener por fin una solución más estable”.
En esta misma línea, Estelle subraya: “Sería normal respetar la democracia”.

El ‘menos malo’
Más allá de la pugna inmediata, el problema de fondo parece ser la falta de confianza en la clase política. Marine Le Pen sigue cosechando popularidad en las encuestas, mientras que la izquierda intenta recomponerse de sus divisiones internas. Pero las tres entrevistadas expresan un desencanto generalizado.
Alix es clara: “Sinceramente, confiar en un partido sería ir demasiado lejos. Creo que hay figuras políticas que parecen más capaces que otras de enderezar el rumbo del país, pero no creo que ningún partido tenga todas las soluciones. Lo que importa ante todo es que los dirigentes consigan trabajar juntos y proponer medidas claras y justas para los franceses”.
Hortense tampoco ve alternativas claras: “Por el momento, no. No veo ningún partido o personalidad que encarne realmente una solución creíble. De hecho, hoy nos vemos reducidos a elegir ‘al menos peor’, a falta de una alternativa realmente sólida”.
Estelle, aunque reconoce su escepticismo, intenta coincide con Hortense: “No me fío de uno en concreto, pero intento interesarme lo suficiente por la política como para poder elegir y seguir al ‘menos malo’”.
Mientras tanto, el contexto económico se complica: la prima de riesgo francesa crece, los intereses de la deuda superan ya el 3,5% y se multiplican los rumores sobre una eventual intervención del FMI o del Banco Central Europeo. El escenario de un colapso político y financiero se cierne sobre París.
La posible caída del gobierno de Bayrou podría marcar no solo el fin de un primer ministro, sino también el ocaso del macronismo. Francia se encuentra atrapada entre la presión de la deuda, la fragmentación parlamentaria y la impaciencia ciudadana.




