Francia afronta hoy uno de sus lunes más complicados. François Bayrou, primer ministro apenas desde diciembre, se somete a una cuestión de confianza en la Asamblea Nacional que todo apunta a que perderá. El desenlace, previsible, amenaza con tumbar al Gobierno de la segunda potencia europea y arrastrar consigo a Emmanuel Macron. No es solo la caída de un gabinete: es otra sacudida hacia un sistema político fragmentado que parece condenado a vivir en crisis permanente.
Bayrou ha hecho de la necesidad virtud al poner en manos del Parlamento su propia continuidad. Su plan fiscal, con recortes y subidas de impuestos por valor de 44.000 millones de euros, es la última bala en la recámara para recuperar la disciplina presupuestaria. Pero las matemáticas parlamentarias pesan más que las cuentas públicas. Francia se acerca al precipicio con un déficit del 5,8% y la presión internacional acechando.

Un sistema en jaque
La Constitución de la República francesa obliga a que, si el primer ministro pierde, él y todo su gabinete dimitan. En ese escenario, el presidente tiene tres salidas: nombrar a un nuevo jefe de Gobierno, disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones legislativas anticipadas, o incluso renunciar y precipitar elecciones presidenciales.
Para Pablo del Olmo, investigador del Real Instituto Elcano, la salida de Bayrou pondrá de nuevo de manifiesto “la inestabilidad crónica del actual sistema político francés”. Macron, recuerda del Olmo, “dispone de varias opciones: nombrar a un nuevo primer ministro procedente del campo presidencial, lo que supondría mantener una línea política que ya ha demostrado ser un fracaso; designar a una figura del centroizquierda, un movimiento igualmente arriesgado; disolver la Asamblea y convocar elecciones, cuyo resultado podría reproducir el bloqueo actual; o, por último, presentar su dimisión y adelantar las elecciones presidenciales a 2027, una opción que, sin embargo, resulta muy poco probable en este momento.”

El juego de Le Pen
En medio de la tormenta, Marine Le Pen y Agrupación Nacional juegan su propia partida. Su fuerza parlamentaria es la primera de la Cámara y ha servido en varias ocasiones como apoyo externo a Macron. Sin embargo, ese sostén nunca fue estable. “A Agrupación Nacional le interesa precisamente alimentar la inestabilidad gubernamental y forzar la convocatoria de nuevas elecciones -como ha reclamado-, convencida de que en unos nuevos comicios podría convertirse en la primera fuerza y obtener un mandato para gobernar”, explica del Olmo a Artículo14.

El riesgo de un vacío presupuestario
La dimensión económica es tan urgente como la política. Francia necesita aprobar unos presupuestos para 2026 que ajusten el déficit al 3%. Sin embargo, la perspectiva de nuevas elecciones amenaza con dejar al país sin cuentas aprobadas en el corto plazo. “El principal riesgo económico es que, en caso de celebrarse nuevas elecciones, resulte improbable aprobar unos presupuestos para 2026, lo que impediría llevar a cabo un ajuste fiscal significativo”, advierte del Olmo.
La parálisis no solo afectaría a París: la estabilidad de la Unión Europea depende de que su segunda economía muestre solvencia y capacidad de gobierno.
La sombra de Macron
Este lunes puede ser el inicio de un nuevo capítulo, pero también la confirmación de una tendencia. En palabras de del Olmo, “cada vez se le identifica más -incluso desde sectores de la derecha- como el principal responsable del ‘caos’ político francés”. Su figura, omnipresente en el sistema semipresidencial, sigue siendo el eje central de la vida política gala. Incluso si otro partido llega al poder, advierte el investigador, “el verdadero final de la era Macron llegará únicamente cuando deje de ser presidente”.
El destino del presidente se mide ahora en horas. La Asamblea dictará la primera sentencia hoy mismo. Lo que ocurra después marcará no solo la política francesa, sino también el rumbo de Europa en los próximos años.