El cáncer se presenta siempre con una doble naturaleza. Por un lado, el golpe seco e incierto del diagnóstico; por otro, la confianza que dan las tasas de supervivencia (82,8% a cinco años, en cáncer de mama; superior al 99% para estadios localizados). Por un lado, los tratamientos pioneros y avances médicos; por otro, el desafío de recuperarse y seguir adelante.
Desde esas dos fuerzas opuestas recibimos el último estudio sobre cáncer de inicio temprano (los diagnosticados antes de los 50 años) que se acaba de publicar en JAMA Internal Medicine bajo el título El aumento del cáncer de aparición temprana: más aparente que real. El epígrafe invita al optimismo después de varios meses escuchando que la incidencia de muchos tipos de tumores de aparición temprana ha aumentado en muchos países. En el caso del cáncer de mama más agresivo, las tasas en mujeres jóvenes, incluso por debajo de los 40 años, son cada vez más altas.
¿Qué hay de cierto?
Lo que realmente plantea el estudio de Jama es si estos nuevos casos son significativos o debemos interpretarlo como una mejora en la detección de una enfermedad que hace unos años habríamos pasado por alto. Clínicamente, habrían sido irrelevantes, según sus autores. Basan su argumento en investigaciones que muestran, por ejemplo, que a un 60% de los hombres mayores de 79 años que fallecieron por otras causas se les detectó cáncer de próstata en la autopsia. Lo habían padecido sin que les provocase problema. En caso de haber sido descubierto en vida, se habría hablado de sobrediagnóstico.
El sobrediagnóstico estaría detrás del aumento de los ocho tipos de cáncer que crecen más rápidamente en los menores de 50 años: tiroides, ano, riñón, intestino delgado, colorrectal, endometrio, páncreas y mieloma. Han duplicado su incidencia desde 1992, pero la mortalidad se ha mantenido estable. El estudio concluye que, si la tasa real estuviera creciendo, la mortalidad aumentaría. No obstante, hay que tener en cuenta que el avance en los tratamientos ha mejorado los pronósticos cuando se identifica de manera precoz un cáncer en una persona joven.
Ante este argumento, los autores se preguntan cómo es que, detectando cánceres en una fase más temprana, no hay una reducción proporcional de la enfermedad en fases más avanzadas. “Interpretar el aumento de la incidencia como una epidemia de enfermedades puede llevar a pruebas de detección y tratamiento innecesarios, a la vez que desvía la atención de otras amenazas para la salud más urgentes en los adultos jóvenes”, zanjan.
Algunos matices
La investigación, si bien se refiere a la población estadounidense, exige algunos matices, según nos indica Belén Fernández, responsable del Observatorio del Cáncer de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). “Aunque el aumento de cánceres en fase inicial en personas más jóvenes pueda deberse a la detección temprana, la incidencia es real y merecen la consideración de cánceres que, dentro de unos años, podrían haber tenido un pronóstico peor. Por otra parte, se están diagnosticando cánceres por debajo de los 50 que están fuera del cribado”.

Según datos americanos, la incidencia de cánceres de páncreas, riñón e intestino delgado es hasta tres veces mayor en los nacidos en 1990 frente a los nacidos en 1955. La investigación, liderada por la Sociedad Estadounidense del Cáncer, ha observado que estas cifras aumentan en generaciones cada vez más jóvenes en 17 de los 34 tipos de tumores. Entre ellos se incluyen el de mama y el gástrico.
La enfermedad es más frecuente en la población mayor debido a factores biológicos, ambientales y estilo de vida, pero hay cada más investigación que confirma la tendencia al alza del cáncer de aparición temprana en adultos menores de 50, señala Fernández. Entre 1990 y 2019, un 79% más, corrobora un estudio publicado en la revista BMJ Oncology a partir de 29 tipos de cáncer en 204 países. Las muertes relacionadas con el cáncer en el mismo grupo de edad aumentaron en un 28%.
Cánceres que solo se veían en mayores
“También estamos viendo tipos de cáncer, como el de estómago y el colorrectal, que hace unos años solían producirse en adultos de edad más avanzada”, insiste la responsable del Observatorio de la AECC. “No podemos determinar una sola razón. Hay muchas líneas de investigación abiertas para tratar de identificar las causas y el panel es demasiado amplio: hábitos de vida, alimentación, sedentarismo, factores hormonales, tabaquismo, consumo de alcohol, los antibióticos, disposición genética, exposición a determinadas sustancias…”

La Organización Mundial de la Salud incide en la obesidad como uno de los principales factores de riesgo. Coincide en ello con un informe de The Lancet que advierte que 10 de los 17 cánceres más habituales entre los jóvenes estadounidenses están relacionados con la obesidad, entre ellos los de riñón, ovario, hígado, páncreas y vesícula biliar.
Entre los desencadenantes femeninos aparece también el sistema endocrino. Las niñas tienen ahora la menstruación alrededor de los 11 o 12 años, algo antes que las que nacieron en la década de 1950. Y el primer embarazo llega al menos una década más tarde. Este intervalo más largo puede ser una de las razones por las que las tasas de cáncer de mama están aumentando en adultas más jóvenes. Con cada ciclo menstrual, las células mamarias se expanden, proliferan y contraen. Estos ciclos repetidos de división celular ofrecen oportunidades para que surjan mutaciones.
El diagnóstico precoz salva vidas
El cáncer sigue siendo una de las principales causas de morbi-mortalidad en España. Se estima que este año se diagnosticarán 296.103 nuevos casos de cáncer, un aumento del 3,3% respecto a 2024, advierte un informe elaborado por la Sociedad Española de Oncología Médica.
Insiste en la detección precoz, la prevención y la búsqueda de estrategias para mejorar los hábitos de vida saludable. Y recuerda que, gracias a las opciones terapéuticas, la investigación y el diagnóstico, la mortalidad por cáncer en nuestro país ha experimentado un fuerte descenso en las últimas décadas.
El informe destaca que el mayor conocimiento de la biología del cáncer, que ha dado lugar a la oncología de precisión, permitirá identificar biomarcadores en muchos de estos casi 300.000 nuevos casos de cáncer y seleccionar los tratamientos más eficaces y seguros para cada paciente, logrando una mayor personalización de los tratamientos oncológicos. “Esta medicina de precisión, junto con las terapias dirigidas y la moderna inmunoterapia, ha contribuido a la mejoría en la supervivencia del cáncer lograda en las últimas décadas… El cáncer no es una única enfermedad, engloba distintos tumores, cada uno con una biología, un tratamiento y un pronóstico diferentes”.