Qué significa que siempre llegues tarde a tus citas, según la psicología

Las personas impuntuales lo son por muchos motivos y por eso cada vez hay más organismos de psicología que se encargan de encontrar el por qué se produce en tanta gente

Llegar tarde de forma habitual no siempre es sinónimo de desorganización. La psicología explica que la relación que cada persona mantiene con el tiempo revela mucho sobre su manera de gestionar el estrés, sus emociones e incluso la forma en que se vincula con los demás. Detrás de la impuntualidad —o, en el extremo contrario, de la puntualidad excesiva— suelen esconderse patrones psicológicos más complejos de lo que parece a simple vista.

La puntualidad es muchas veces una línea muy difusa para algunas personas, lo que lleva a la psicología a plantearse alguna preguntas al respecto

La puntualidad como entrenamiento del autocontrol

Las personas que llegan con tiempo de sobra suelen hacerlo porque han desarrollado una fuerte capacidad de anticipación. Tal como señala el escritor Oliver Burkeman, organizarse con detalle y prever obstáculos no solo evita retrasos, sino que también reduce la incertidumbre de última hora. Esa mentalidad defensiva fortalece el autocontrol y disminuye la procrastinación.

Sin embargo, no siempre se trata de organización pura. En algunos casos, la puntualidad extrema está motivada por la ansiedad: miedo a fallar, a decepcionar o a ser juzgado por llegar tarde. Como explica la especialista Grace Pacie, esa necesidad de cumplir a toda costa puede desgastar emocionalmente y convertir cada imprevisto en una fuente de frustración.

La impuntualidad como autoengaño

Por otro lado, hay quienes tienden a retrasarse de manera crónica, pero curiosamente logran llegar puntuales a citas que consideran cruciales, como un examen o un vuelo. Según Pacie, estas personas  viven el tiempo de forma flexible: se concentran tanto en lo que hacen que pierden la noción de los minutos. Este patrón se vincula con una baja percepción de las consecuencias. Se normaliza el “yo soy así” como excusa, lo que dificulta el cambio. Burkeman añade que, en ocasiones, la impuntualidad también es una manera inconsciente de buscar control o atención, aunque no siempre se trate de un gesto egoísta.

El optimismo que juega en contra

La psicología social identifica otro fenómeno frecuente en quienes llegan tarde: la llamada falacia de la planificación. Se trata de un exceso de optimismo al calcular tiempos, confiando en que se podrán realizar muchas más tareas de las que realmente caben en una jornada. Esa tendencia conduce a posponer la salida o a asumir compromisos poco realistas, generando retrasos constantes. Aunque este tipo de perfil suele asociarse con personas creativas y entusiastas, también refleja una visión poco ajustada de los límites del tiempo. Y, a la larga, incrementa el estrés.

Romper el círculo vicioso

El trasfondo común, tanto en la impuntualidad como en la puntualidad rígida, es la dificultad para convivir con los límites del tiempo. La frase “no tengo tiempo” suele ser una trampa mental: al centrarse en lo urgente, se dejan de lado las prioridades reales. Burkeman advierte que este patrón lleva a posponer lo esencial una y otra vez, aumentando la sensación de agobio. La clave, según la psicología, no está en intentar controlarlo todo, sino en priorizar lo importante aunque las condiciones no sean perfectas. Aceptar que no se puede abarcar todo, establecer márgenes realistas y reducir distracciones ayuda a encontrar un ritmo más equilibrado y saludable.

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