El quirófano es uno de los pocos lugares donde el cuerpo queda por completo en manos ajenas. Bajo la luz blanca, anestesiada, una mujer confía en que todo lo que ocurra allí dentro tenga una sola finalidad: Curar. En Murcia, esa confianza se rompió de la forma más brutal, y no una sola vez, ya son varias las víctimas denunciantes.
Caso de agresión en Murcia
La intervención era rutinaria: Un aumento de pecho en un hospital privado de la Región de Murcia. La paciente estaba sedada, inconsciente. Lo que no sabía, y lo que nadie esperaba, es que mientras su cuerpo permanecía inmóvil, dos enfermeras grababan con sus teléfonos algo que, según la investigación judicial, nunca debió suceder: el cirujano plástico que iba a operarla la estaba agrediendo sexualmente. Esas imágenes activaron la denuncia, la detención inmediata del facultativo y su ingreso en prisión provisional, donde permanece en el centro penitenciario de Sangonera.

Tras la detención, tres mujeres más han denunciado al mismo cirujano ante la Policía Nacional. Todas habían sido intervenidas por él en fechas recientes; una de ellas, apenas un día antes de la agresión sexual que se investiga. Las denunciantes comparten un temor difícil de probar; que también pudieran haber sido víctimas sin saberlo, al encontrarse bajo los efectos de la anestesia y no poder recordar lo ocurrido.
Según relataron en comisaría, acudieron al médico para operarse del pecho y durante las consultas previas este las convenció para someterse a una técnica adicional, consistente en extraer grasa de los muslos mediante liposucción para inyectarla posteriormente en los senos. Las intervenciones se realizaron en el mismo centro privado de la capital murciana, donde el cirujano llevaba años alquilando quirófanos. La investigación continúa abierta y no se descarta que aparezcan más denunciantes ni que profesionales sanitarios que coincidieron con él aporten ahora su testimonio.
No es un caso aislado: Barcelona
Cinco años antes, en febrero de 2020, otra mujer acudió a urgencias en Barcelona por un dolor gastrointestinal. Entró caminando al Hospital Vall d’Hebron y salió marcada por una experiencia que tardaría tiempo en comprender. El médico que la atendió era residente de primer año, joven, con bata blanca y un discurso técnico que no levantó sospechas. Le habló de “puntos sacros”, de exploraciones necesarias para un diagnóstico correcto. Ella confió. Pensó que aquello formaba parte del procedimiento médico. No lo era.
Durante varios días, en consultas, en planta, incluso en su habitación, el médico abusó sexualmente de ella de forma reiterada. Tocamientos, exploraciones inexistentes, visitas injustificadas. La sentencia recoge una idea clave: La víctima accedió porque creía que era necesario. Porque en un hospital, el poder no siempre se ejerce con violencia, sino con autoridad.
El caso terminó en una vista de conformidad. Dos años de prisión por un delito continuado de abuso sexual, sustituidos por la expulsión del país, una indemnización de 20.000 euros y la prohibición de ejercer la medicina durante cinco años. El sistema cerró el expediente, pero una vez más, para la mujer, la herida sigue presente.
Caso Girona
En septiembre, en Girona, el patrón fue distinto, pero el resultado, similar. Una paciente vulnerable, con problemas psiquiátricos y de alcoholismo, ingresó en urgencias del hospital Santa Caterina de Salt. Sus padres la dejaron en la puerta y no la volvieron a ver hasta el día siguiente. Durante horas, nadie supo dónde estaba.
El médico que la atendió, un facultativo de 66 años contratado externamente, le dio el alta y se la llevó a su casa, en Blanes. Ella despertó desnuda en una cama que no reconocía, confusa, ebria, y horas después la encontrarían fuera en un portal. Cuando regresó al hospital, activó el protocolo de agresión sexual. Dijo que creía haber sido violada por el mismo médico que la había atendido.
No era un desconocido para la justicia. En su historial constaban condenas previas por falsedad documental y obstrucción a la justicia cuando ejercía como forense; incluso había sobrevivido años atrás a un intento de asesinato organizado por su propia esposa, uno de los episodios más surrealistas de la crónica negra catalana. Aun así, seguía ejerciendo. Hasta que fue detenido y suspendido cautelarmente.

Caso en Gran Canaria
El cuarto caso ocurre lejos del quirófano y del hospital, pero dentro del mismo espacio de confianza: La consulta médica. En Telde, Gran Canaria, un médico de 58 años fue detenido en 2025 por reincidir en abusos sexuales a pacientes. Ya había sido condenado en 2010 por hechos similares y ya había incumplido una orden de alejamiento. Y, aun así, continuó pasando consulta.
Las denuncias recientes describen un patrón conocido: Exploraciones innecesarias, contacto físico injustificado y un discurso médico que paraliza a las víctimas. Las mujeres hablan de confusión, de bloqueo, de no saber cómo reaccionar. Los investigadores concluyen que el facultativo abusaba conscientemente de su posición de poder y todavía podrían aparecer más víctimas según fuentes policiales.
Cuatro casos. Cuatro escenarios distintos. Quirófanos, urgencias, hospitales, consultas privadas. Un mismo denominador común: La autoridad médica utilizada como herramienta de sometimiento. No hace falta violencia explícita cuando existe dependencia, vulnerabilidad o inconsciencia.
Cada uno de estos episodios ha sido tratado como un hecho aislado. Pero juntos dibujan una pregunta incómoda: ¿Qué ocurre cuando quien debe cuidar cruza la línea? ¿Y cuántas víctimas no denuncian porque no saben, o no pueden, poner nombre a lo que les ha pasado?
Si algo de lo que has leído te ha removido o sospechas que alguien de tu entorno puede estar en una relación de violencia puedes llamar al 016, el teléfono que atiende a las víctimas de todas las violencias machistas. Es gratuito, accesible para personas con discapacidad auditiva o de habla y atiende en 53 idiomas. No deja rastro en la factura, pero debes borrar la llamada del terminal telefónico. También puedes ponerte en contacto a través del correo o por WhatsApp en el número 600 000 016. No estás sola.


