La semana pasada, cuatro hombres fueron detenidos acusados de agredir sexualmente a una joven durante una carpa universitaria organizada por el alumnado de la Universidad Pública de Navarra, en Pamplona, para celebrar el inicio del curso. La misma ciudad que, hace más de una década, puso sobre la mesa este tipo de ataques con la detención de los miembros de la Manada de Pamplona.
¿Qué lleva a un grupo de amigos a organizarse y planear una agresión sexual?
Miguel Lorente, médico forense, profesor universitario y experto en violencia de género, cree que la agresión de San Fermín fue una “representación de cómo llevar a cabo la violencia sexual”, no era la primera vez que sucedía, pero sí tomó una difusión y tuvo una visibilidad que “hizo que otros jóvenes se identificaran con ese tipo de conductas”. De ahí que en 2018, dos años después, otros cinco amigos cometieran una nueva agresión sexual grupal y se autodenominasen a ellos mismos como “la nueva manada”.
“En las conductas humanas, no solo en la violencia, hay un componente de imitación, una referencia y no es que actúen porque lo han visto, sino que ya piensan en actuar y cuando lo ven, lo reproducen”, señala Lorente. No solo la violación en grupo en sí, también el hecho de grabar el ataque y compartirlo en subgrupos. De alguna manera, “buscan alrededor de ese hecho un elemento de cohesión, de reconocimiento de identidad del propio grupo, un elemento de refuerzo interno que lleva a que sea un factor más para sentirnos diferentes al resto, como un evento identitario de reconocimiento”, explica.

Este año, el Ministerio del Interior, publicó un estudio centrado de forma exclusiva en este fenómeno. En él analiza 681 casos registrados entre 2018 y 2023. El informe, titulado “Violencia sexual ejercida en grupo: análisis epidemiológico y aspectos criminológicos en España”, ofrece una visión inédita de la magnitud del problema y de sus patrones más preocupantes: la juventud de agresores y víctimas, la violencia extrema y la dinámica colectiva que multiplica el daño.
Según el informe, la edad media de las víctimas es de 18 años, y el 63 por ciento son menores de edad. En casi la mitad de los casos (40%), las víctimas conocían a alguno de los agresores —amigos, compañeros o conocidos del entorno—.
Los agresores, por su parte, presentan un perfil también muy joven: uno de cada tres es menor de edad y la edad media se sitúa en los 22 años. Los grupos suelen estar formados por entre tres y cinco hombres, en su mayoría pertenecientes al mismo círculo social o educativo.
En cuanto a la nacionalidad, el informe detalla que los autores españoles representan el 32,7 % del total (445 personas), mientras que los de nacionalidad marroquí suponen el 9,5 % (129 personas). El resto de nacionalidades extranjeras aparecen con porcentajes más bajos y de forma dispersa, principalmente procedentes de países latinoamericanos, europeos del Este y del África subsahariana. En el 24 % de los casos no se pudo determinar la nacionalidad de los agresores.
La creencia de que al agredir en grupo la responsabilidad se diluye
Otro factor que puede explicar este tipo de ataques en grupo es cómo se difumina la responsabilidad en un ataque colectivo. Lorente piensa que existe la creencia, sobre todo en gente joven, de que cuando se actúa en grupo la culpa se diluye. “No es verdad que la responsabilidad llamémosle moral, se diluya. Eso de sentir yo no quería, pero es que los demás…, O el otro ya lo ha hecho, qué más da. Es lo contrario, un agravante“, insiste.
Violencia a través de la intimidación
A Lorente le preocupa otro elemento que está muchas veces presente en estos ataques y es la violencia entendida como lo define la OMS no como un elemento solo físico de fuerza sino de poder. En estas situaciones “no hace falta agredir para poder someter porque ya estás aprovechándote de esa intimidación, de ese poder”, apunta. Los agresores piensan que el hecho es menos grave porque no ejercen violencia física directa para someter y el ejemplo más claro de esta creencia es la sumisión química. Recurrir al uso de sustancias o incluso el aprovechamiento del grado de intoxicación para llevar a cabo la agresión sexual les hace sentir que no es tan grave lo que están haciendo.

El feminismo como ataque a la masculinidad
En cualquier caso, existe un problema con la gestión de la libertad, de las mujeres, de su empoderamiento, insiste Lorente, y podría estar relacionado con la motivación para estas agresiones. “Cuando hablamos de criminalidad hay distintas clasificaciones, una de ellas es la tipificación de crimen instrumental o crimen moral. El instrumental se lleva a cabo para conseguir elementos de carácter material y el crimen moral para defender ideas, posiciones, tu imagen, tu creencia”, explica.
“Al final ese posicionamiento de los hombres defendiendo lo común también creo que un factor que facilita el reunirse para violar. Aquí las mujeres están empoderados, van a sitios donde antes tenían que ir acompañadas y son ellas las que marcan un poco la pautas, los jóvenes se ven totalmente desplazados en un espacio que antes era de ellos. Perciben que les están quitando algo masculino. El cambio que suponen las políticas de igualdad y por lo tanto, la limitación de los privilegios de los hombres, al final lo entienden como un ataque a la propia masculinidad, a la propia hombría”, insiste.
Si algo de lo que has leído te ha removido o sospechas que alguien de tu entorno puede estar en una relación de violencia puedes llamar al 016, el teléfono que atiende a las víctimas de todas las violencias machistas. Es gratuito, accesible para personas con discapacidad auditiva o de habla y atiende en 53 idiomas. No deja rastro en la factura, pero debes borrar la llamada del terminal telefónico. También puedes ponerte en contacto a través del correo o por WhatsApp en el número 600 000 016. No estás sola.


