¿He dicho actriz? Mientras el resto reducíamos las capacidades de Laura Jeanne Reese Whiterspoon a la ¿interpretación? y admirábamos “otras cosas”, ella se agenció un boli con pompón para cincelar una carrera llena de lustrosos recodos. Con ella, la fórmula poder + belleza, tan en boga en los 90, quedó trasnochada como un Licor 43 con limón.
Flashback. Domingo por la tarde. Enterrado entre mis funkos de la erudición, de improviso escucho algo familiar desde el lejano televisor, corro a verlo y siento una perturbación. Un ardor cinematográfico ante el descubrimiento. El papel me quema y envío un WhatsApp de humo a mi jefa de cultura. Me pregunto si Juan Luis Arsuaga sintió algo parecido al desenterrar la Sima de los Huesos. Yo creo haber hallado algo similar.
“Ignacio, querido, ya hemos publicado unos cuantos artículos sobre Whiterspoon, su ejemplo de perspectiva femenina, su crecimiento como actriz, su faceta como empresaria e incluso sobre su club de lectura que le sirve como caladero de historias que interesan a las mujeres. Por cierto, ¿has visto Wild? Es una de sus mejores pelis”.
“No la he visto. Pero es que he descubierto algo en Una rubia muy legal que nadie ha contado y que es revelador, único en la historia del cine”.
“Ah, bueno, pues dale”.
A los locos, mi jefa lo sabe, conviene darles la razón.
¿Pero cómo he llegado yo a esta epifanía? Pues gracias a la más común y perdonable de nuestras debilidades: los placeres culpables, en este caso cinematográficos.

En todas las casas del mundo hay placeres culpables, que quedan convenientemente sepultados bajo las siete llaves del silencio administrativo hogareño, un pacto tácito de no agresión interpersonal. El que no lo(s) tenga que tire la primera piedra. En mi caso y casa, uno de los que se puede contar es bastante venial: se trata de la devoción que se profesa a la película Una rubia muy legal (2001), commodity en mi núcleo familiar, painkiller para las duras tardes de domingo, y que yo por ósmosis habré visto unas siete veces, ya me entiendes. Cada vez que escucho amplias carcajadas provenientes del salón y atisbo un bolígrafo con pompón, sé lo que hay. Tengo que decir que nunca le he hecho mucho caso, música de fondo, enfrascado en mis lecturas del cine polvorón, tipo Tarkovski y su Esculpir en el tiempo, que últimamente me ha dado por destripar y que invariablemente me conducen al mismo cul de sac. Siempre me ha parecido una película algo tonta, típica comedia de los proto 2000 con jarrón rubio, observándola en diagonal desde mi pulpillo de fantasmas del cine intelectual soviético.
Hasta ahora.
Porque esta vez sufrí una revelación. Iluminado, pude ver a través de ella. Se me hizo transparente. Y creí, sinceramente, que era el único que se había dado cuenta de algo más…

Pero ¿qué se puede ver en una película con semejante argumento?: Elle Woods (Reese Whiterspoon) es la perfecta figura de porcelana del Tea Party: mona, buena estudiante, Miss Junio, presidenta de su Hermandad y ¿tonta? – “La odio, así que tuvimos que convertirla en la clase de persona que no se puede odiar”, Reese dixit-. Hasta que su novio, un tontolaba de verdad, la deja plantada antes de empezar la universidad. Decide entonces romper con su guion adaptado y mostrar al mundo que puede ser mejor abogada que Álvaro García Ortiz. Para ello se planta en Harvard para estudiar Derecho y tras muchos quilombos acompañada por una corte de los milagros que haría palidecer a los freaks de Tim Burton, demuestra, en un final claramente reaganiano, que se puede ser guapa, rubia, lista y triunfadora.
¿Necesitas más explicaciones de las intenciones de Whiterspoon con esta película? Fue la primera persona en el mundo capaz de escribir un diario profético, una precuela biográfica made in Hollywood.
Una rubia muy legal no es lo que parece, de la misma manera que Reese Whiterspoon no era lo que parecía. Ambas están inevitablemente cosidas en su fondo, un códice encriptado y premonitorio, cápsula del tiempo diseñada para abrirse 20 años más tarde, justo en el momento en el que su protagonista, en claro diálogo con ella misma y su figura pública, se convirtiera en lo que, después de tantos años, es Reese Whiterspoon: la mujer más poderosa de Hollywood.
Y mira que nos lo avisó: Una rubia muy legal, si puedes desbrozarla, no es más que un manifiesto de misión, visión y valores de Whiterspoon Inc, en forma de mensaje en una botella que algunos, como yo, hemos descifrado al séptimo día. Otros, aún están en ello, viéndola como otra comedia boba con rubia de fondo.

Porque esta oruga rubia eclosionó en mariposa hambrienta de industria cinematográfica, ávida por poner a “ellas” en el centro del relato: “Había un carril vacío en el desarrollo de películas con mujeres en el centro”. Y como si el propio director, el artesano Robert Luketic en manos de la ventrílocua Reese, nos estuviera avisando de lo que nos esperaba con ella, Una rubia muy legal no es una comedia, es un flashforward metafórico de quien derivaría en uno de los vértices de Hollywood y, además, proyectando a las mujeres en la pista principal. ¿Te suena, querido lector de Artículo 14?
Es verdad que algunas estrellas del cine han hecho todo esto, como Scarlett Johansson o Jennifer Lawrence, trascendiendo el muy digno rol de actriz y asentándose como productoras de sus propios artefactos, pero lo que nunca, nunca jamás nadie ha hecho, es dictar su propio diario a un futuro imperfecto avisándonos con absoluta certeza de lo que estaría por llegar, escondidito bajo toneladas de comedia mainstream.
¿Qué más me queda por decir? Ah, sí, que como actriz ha ganado un Oscar, un Globo de Oro, un BAFTA, vamos todo, que creó una productora, Hello Sunshine, que vendió por 900 millones, asegurándose el control creativo y convirtiéndose de paso en la mujer más rica de Hollywood, que ha producido dos de las series más brillantes y exitosas del nuevo streaming: Big Little Lies (HBO ) y The Morning Show (Apple TV) y que a través de su marca personal, Reese’s Book Club, crea un inédito repositorio para el talento femenino que mezcla sutileza empresarial y voracidad lectora. O al revés.
Pero todo esto ya lo sabemos porque lo contó, a quien quiso entenderlo, hace muchos años, cuando estrenó Una rubia muy legal, también conocida como el Manual de Instrucciones Whiterspoon.


