Las subidas del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) en España han contribuido a mejorar el poder adquisitivos de las familias. El salario, fijado en 1.184 € mensuales en 14 pagas en 2025, afecta a cerca de 2,4 millones de trabajadores, según datos del Ministerio de Trabajo. Esta retribución impacta especialmente a las mujeres, que representan el 65,8 % de los trabajadores con este importe en sus nóminas.
Sin embargo, esta política de revalorización del sueldo mínimo también tiene una cara negativa. La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), organización que vela por la sostenibilidad de las finanzas públicas, estima que la subida del SMI en 2023 habría reducido la creación de empleo entre 0,34 y 0,53 puntos porcentuales, lo que se traduce en una pérdida de entre 55.000 y 85.000 afiliados menos en ese año. Así reza en los informes publicados por la entidad en el día de ayer, en los que se analiza el impacto en la economía de las subidas del SMI hasta 2023 y de la reforma laboral del año anterior.
Impacto “nulo”
Al analizar el efecto del incremento de la asignación legal mínima en la economía, los resultados de los sistemas de estudio de la AIReF ofrecen una perspectiva, a priori, favorable. El modelo MTA, que solo contempla los canales de demanda, y MEGAIReF, que incluye además los de la oferta, estiman un efecto positivo a largo plazo. Entre 2022 y 2050, el PIB promedio anual podría crecer entre 0,1 y 0,2 puntos, el empleo 0 y 0,2 puntos. Y los ingresos por cotizaciones sociales entre 1,4 y 0,2 puntos, respectivamente. Sin embargo, el freno en la creación de empleo derivado del aumento de los costes laborales, por las subidas salariales, provoca que el impacto expansivo de esta medida sobre la economía se vea en gran medida neutralizado. El efecto neto se considera “prácticamente nulo“, según fuentes de la AIReF.

En 2023, la retribución mínima alcanzó al 7,4% de los trabajadores y se espera que la proporción continúe aumentando. A medida que el SMI crece, un mayor número de empleados ve cómo sus sueldos que antes estaban por encima, ahora se sitúan en el umbral del salario mínimo, especialmente aquellas nominas que están estancadas desde hace años. No se trata de que un alza puntual y elevada afecte automáticamente a más personas. Más bien, ocurre porque muchas compañías no ajustan los salarios intermedios ni los complementos, dejando a sus trabajadores “congelados” en niveles cercanos al mínimo.
El 8,5% de las trabajadoras cobra el SMI
Pero la incidencia del SMI no ha sido igual para todos. Los datos del estudio muestran que las mujeres son quienes más perciben esta asignación. En 2018, el 3,7% de las trabajadoras cobraba el SMI. Cinco años después, en 2023, la cifra ascendía al 8,5%, lo que supone un aumento de casi dos veces y media la ratio en ese periodo de tiempo. En los hombres la evolución es más contenida: del 3,2% al 6,4 %. Y duplica la cifra de 2018.
Los datos evidencian una gran brecha en la distribución del SMI entre ambos sexos. No solo hay más mujeres que hombres cobrando el salario mínimo, sino que además el crecimiento de esa proporción ha sido más acusado en ellas. La brecha, que en 2018 era de tan solo cinco decimas, se ha multiplicado por cuatro, alcanzando el 2,1% de diferencia entre ellos y ellas. Pero, ¿por qué el sueldo mínimo lo perciben mayoritariamente las mujeres?
Si el SMI tiene rostro de mujer, gran parte de la explicación se encuentra en la parcialidad laboral. Los documentos de la AIReF revelan que el 10,6 % de los empleos a tiempo parcial se remunera al nivel del salario mínimo, frente al 6,4 % de los puestos a jornada completa. En otras palabras, quienes trabajan menos horas tienen muchas más posibilidades de quedar atrapados en el escalón más bajo de la tabla salarial.
Tres de cada cuatro
Esos trabajadores son mayoritariamente mujeres. Según el informe de ISEAK Trabajo a tiempo parcial: precariedad laboral y brechas de género, tres de cada cuatro empleos a media jornada están ocupados por mujeres. Actualmente, 2.150.900 mujeres y 791.700 hombres trabajan bajo esta modalidad, lo que significa que el 73 % de los contratos a tiempo parcial corresponde a ellas. Esta feminización de la jornada reducida, de unas 20 horas semanales, se ha mantenido constante durante décadas, consolidando un patrón estructural de desigualdad laboral.

El principal motivo que explica esta parcialidad es la imposibilidad de encontrar un trabajo a jornada completa. Esta condición afecta a casi un millón de mujeres (998.400), según el informe de la ISEAK. Pero la precariedad laboral de ellas no se limita a la duración de la jornada: también se concentra en sectores tradicionalmente feminizados, donde los contratos son más inestables y la cobertura social más limitada.
Según datos del Ministerio de Seguridad Social, el comercio al por menor encabeza el ranking de ocupación femenina, con más de un millón de empleadas. Sectores como la hostelería, en especial los servicios de comidas y bebidas, suman decenas de miles de trabajadoras con horarios fragmentados y alta rotación. Mientras, los servicios personales, como peluquerías, estética y cuidado de personas, concentran a mujeres en ocupaciones autónomas o subcontratadas. Con ingresos irregulares y escasa protección social.
Sostenibilidad del empleo
Los datos y los análisis de la AIReF muestran que, aunque las subidas progresivas del salario mínimo refuerzan los ingresos de los trabajadores más vulnerables, especialmente mujeres, también ejercen presión sobre los costes laborales. La clave de las próximas subidas del SMI estará en que los incrementos no comprometan la capacidad de contratación de las empresas. El desafío del Gobierno será, por tanto, equilibrar la mejora de los ingresos con la sostenibilidad del empleo. Y evitar así que la medida, por sí sola, se convierta en un freno para la creación de nuevos puestos de trabajo.