El árbol de Navidad en la Casa Blanca parece una costumbre inamovible, parte del decorado inevitable del poder presidencial. Sin embargo, su historia es reciente. Durante buena parte del siglo XIX, las familias presidenciales preferían adornos discretos como coronas, guirnaldas o ramas verdes repartidas por los salones. El primer árbol reconocido apareció en 1889, durante el mandato de Benjamin Harrison. Lo decoraron con velas, juguetes y pequeños objetos pensados para sus nietos. Cinco años después, ya con Grover Cleveland en el Despacho Oval, las luces eléctricas llegaron por primera vez a una residencia oficial en un alarde de modernidad.
Aun así, faltaba algo. Faltaba una mirada capaz de transformar aquel gesto doméstico en un ritual cultural, un escaparate donde cada Navidad expresara una narrativa. Esa mirada llegó, como no podía ser de otra manera, con Jacqueline Kennedy.

En 1961, la primera dama decidió que el árbol del Salón Azul giraría en torno a El cascanueces. El corazón de la residencia se llenó entonces de figuras inspiradas en el ballet de Chaikovski. Jackie Kennedy marcó el inicio de las decoraciones temáticas, un sello que desde entonces se ha convertido en responsabilidad inevitable de quienes ocupan el papel de primera dama.
Una tradición que se amplía con cada Administración
Desde ese gesto inicial de Jackie Kennedy, todas las primeras damas han abrazado el desafío. Patricia Nixon introdujo casitas de jengibre elaboradas con minuciosidad. Betty Ford rescató adornos hechos a mano durante años de inestabilidad económica, y Rosalynn Carter recurrió a artesanos y asociaciones con fines sociales. Nancy Reagan convirtió cada árbol en una extensión de sus campañas, invitando a jóvenes de programas de rehabilitación a crear adornos durante la etapa del Just Say No. Barbara Bush optó por muñecos infantiles que recordaban historias conocidas por generaciones de estadounidenses. Hillary Clinton mezcló artesanía escolar y diseño profesional para crear atmósferas que trataban de conectar la Casa Blanca con una imagen más cercana.
From our family to yours, wishing you all a wonderful Christmas filled with happiness, light, and joy! 🎄
As we get ready to wrap up this year and look to the next, let’s remember to reflect on our blessings and channel them into giving back and being kind to those around us. pic.twitter.com/dpgfdXzUGc
— Michelle Obama (@MichelleObama) December 25, 2022
Con Laura Bush llegaron los paisajes nevados y los homenajes literarios. Con Michelle Obama, los árboles empezaron a dialogar con sus iniciativas sobre familias militares y sostenibilidad. Usó luces LED y pidió a comunidades de todo el país que enviaran adornos reciclados. La tradición creció hasta convertirse en una empresa que movilizaba centenares de voluntarios, decoradores, conservadores y personal especializado. El árbol del Salón Azul, de alrededor de cinco metros y medio, siguió siendo el centro simbólico de la temporada, aunque otros salones ganaron protagonismo dependiendo del mensaje que cada primera dama buscaba enviar.
La era Trump, tradición y controversia
Melania Trump llegó a la Casa Blanca en 2017 y eligió ese primer año un estilo clásico bajo el lema “Time-Honored Traditions”. Pero el debate se disparó al año siguiente cuando presentó su ya famosos bosque de árboles rojos. Eran formas cónicas, lacadas en un rojo intenso que muchos interpretaron como una ruptura radical con la estética habitual. Surgieron comparaciones con El Cuento de la Criada o con el cine de terror. La Casa Blanca explicó que el color aludía a las barras del sello presidencial, una referencia al valor y la fortaleza. Melania Trump defendió su elección. “Cada persona tenía un gusto distinto y quien visitará la Casa Blanca lo podría apreciar mejor.” Lo dijo consciente de que la decoración navideña, a diferencia de otros gestos políticos, permite lecturas casi infinitas.

Las tensiones volvieron cuando salió a la luz una grabación en la que expresaba su cansancio ante la carga logística de las fiestas. Era una confesión abrupta, hecha en privado, que contrastaba con la coreografía pública de la temporada navideña. Aun así continuó confeccionando temas y las decoraciones siguientes recuperaron tonos tradicionales acordes con la narrativa del Gobierno de su marido. En 2020, año marcado por la crisis sanitaria y el desgaste político, Melania Trump optó de nuevo por “America the Beautiful”. Fue un cierre moderado para un ciclo que había empezado con riesgo estético.
El regreso de Melania Trump y la Navidad de 2025
Este año, Melania Trump ha retomado un papel que conoce bien. Este lunes recibió el árbol oficial de 2025, procedente de Michigan, cultivado por Korson Tree Farms, ganador del concurso nacional de productores. La ceremonia marca siempre el inicio de la temporada. El árbol será instalado en el Salón Azul, donde los equipos trabajan durante días para darle forma.
El lema de 2025 vuelve a ser “America the Beautiful”. Secuela del cierre de su etapa anterior y una declaración de continuidad en un país que observa con atención cada gesto de la residencia presidencial. La primera dama estadounidense ha dejado ver algo del proceso en un breve vídeo en el que ordena decoraciones doradas. La importancia del árbol va más allá de su presencia en el Salón Azul. Su función simbólica se ha ampliado hasta convertirse en un escaparate de la identidad presidencial.
Sarah Fling, historiadora de la Asociación Histórica de la Casa Blanca, explica que el público espera que cada Administración ofrezca una imagen distinta. Algo que sugiera innovación y coherencia. El árbol expresa, en parte, el tono de cada presidencia. Durante épocas de austeridad, como la de Betty Ford, las decoraciones fueron sencillas. Durante la expansión económica de los ochenta, el esplendor ganó terreno. En tiempos recientes, las iniciativas sociales de cada primera dama guiaron su relato en el árbol.
First Lady Melania Trump receives the 2025 White House Christmas Tree 🌲 pic.twitter.com/exxZAN5Qf6
— Office of the First Lady (@FirstLadyOffice) November 24, 2025
La Navidad también permite mostrar piezas históricas. El belén del Salón Este, que incluye figuras del siglo XVIII, es un ejemplo. La tradición se renueva con cada Administración, aunque mantiene elementos que ya forman parte del imaginario nacional. La Casa Blanca espera cerca de cien mil visitantes cada temporada. La exposición de los árboles se convierte en una ventana donde la política se mezcla con el relato doméstico. Cualquier desviación del canon genera debate. Ocurrió con las acusaciones falsas que señalaron a la Administración Obama por supuestamente evitar la palabra “Navidad”. Ocurrió con las interpretaciones que rodearon los árboles rojos de Melania Trump. Internet amplifica reacciones instantáneas y multiplica lecturas que antes quedaban en comentarios privados.
Un ritual que define un país
Desde aquel primer árbol encendido con velas y rodeado de juguetes hasta las instalaciones complejas de hoy, el árbol de Navidad en la Casa Blanca se ha convertido en un lenguaje propio. Es un símbolo. Una forma de presentar el país que el presidente y la primera dama desean proyectar. Con su regreso a Washington, Melania Trump afronta de nuevo la tarea. El árbol de Michigan ocupará en los próximos días el centro del Salón Azul. Allí se sumará a la larga cadena de árboles que han narrado, durante más de un siglo, la historia visual de Estados Unidos en Navidad.






