En un pequeño pueblo alemán, a apenas dos minutos a pie de la frontera con Luxemburgo, vive Varinia, una española de 29 años que decidió dejar su país en busca de una vida mejor. “La decisión fue principalmente económica”, explica a Artículo14.
“En España los trabajos son difíciles de encontrar y están mal pagados”, cuenta. En cambio, en Luxemburgo descubrió un contexto muy distinto. Su salario se triplicó y, sin embargo, el coste de vida apenas aumentó, “quizás subió cien euros más al mes”, reconoce. Allí el salario mínimo ronda los 2.700 euros, y el medio, según señalaba, supera los 6.000. “Es una locura”, añade entre risas.
A pesar de hacer vida en Luxemburgo, Varinia tiene su casa en Alemania, donde los alquileres son mucho más asequibles. Paga unos 1.200 euros por una casa de 80 metros cuadrados con todos los gastos incluidos. Cada día cruza la frontera para ir a su oficina, donde trabaja como analista de tesorería. “No me costó nada encontrar trabajo”, insiste. “Me costaba más encontrar un empleo en España que irme fuera”.
Su historia, como ella misma subraya, demuestra que no es necesario tener un currículum “de élite” para prosperar fuera. Estudió Derecho en la Universidad de Oviedo, una universidad pública, y proviene de un entorno humilde. En apenas dos meses, de mayo a julio, consiguió un contrato fijo en Luxemburgo, con ayuda económica para la mudanza y un salario estable. “Eso en España es casi imposible”, afirma.
La joven recuerda, además, cómo en una entrevista en Barcelona, le ofrecieron un sueldo de 24.000 euros al año y cuestionaron su formación. “Colgué el teléfono. Fue frustrante”.
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“La gente aquí es más feliz”
Lo que más le sorprendió de su nueva vida no fue el dinero, sino la calidad de vida. En su entorno laboral, la conciliación entre trabajo y vida privada es un valor esencial. “Nadie te mira mal si sales una hora antes para recoger a tus hijos”, explica. Para ella, la verdadera diferencia con España está en esa libertad: “La gente aquí es más feliz porque tiene tiempo y dinero para sí misma”.
Asegura que el clima luxemburgués no es tan malo: “Yo vivía en Asturias, y allí llueve más que aquí”.
En cuanto al idioma, Varinia reconoce que solo habla español e inglés, aunque está aprendiendo algo de alemán y francés. No obstante, asegura que no ha tenido problemas: “Aquí todo el mundo trabaja en inglés, incluso en el supermercado o el médico puedes hablarlo sin problema. Es una sociedad muy internacional”.
“No me quiero volver, ni de coña”
Luxemburgo, cuenta, es un país diminuto pero muy cosmopolita. “Hay más de cien nacionalidades”, describe. Ella misma buscaba esa mezcla, esa “riqueza cultural”. Sin embargo, admite que evita relacionarse demasiado con otros españoles: “Hacen como gueto, solo hablan entre ellos, compran productos españoles, no se integran”.
Su intención, en cambio, es echar raíces y vivir allí de forma permanente. “No me quiero volver, ni de coña”, dice entre risas.
Reconoce que esta actitud a veces genera cierta mala fama entre los trabajadores españoles en Luxemburgo: “No es que estén mal vistos, pero la gente nota que no se adaptan”. Explica que la cultura local es más tranquila, más discreta, y a veces los españoles chocan por su expresividad.
“No hay un ambiente tan machista como en España”
Varinia planea mudarse junto a su pareja dentro de Luxemburgo y continuar desarrollando su carrera allí. Ambos trabajan en el mismo sector y sienten que fuera de España han encontrado la estabilidad que tanto les costaba alcanzar en casa. “Aquí puedo crearme una carrera profesional que en España jamás tendría”, sentencia. “Si la tuviera, ganaría la mitad y trabajaría el doble”.
Su familia sigue en el norte de España, pero la distancia no le pesa. “Coger un avión de una hora y media no es nada”, manifiesta. Su madre viaja a visitarla en Navidad, y ella aprovecha para regresar en ocasiones especiales. “Ahora tengo más recursos para poder estar con ellos, para hacer planes en familia, que si me hubiera quedado en España”, reflexiona.
El mensaje de Varinia a otras españolas
Al final de la conversación, Varinia quiso lanzar un mensaje esperanzador a otras mujeres que estén considerando dar el salto. “Es totalmente posible”, insistía. Cree que muchas personas en España se infravaloran o piensan que no pueden aspirar a algo mejor.
“Especialmente si eres mujer, aquí no te penalizan por casarte o ser madre. Puedes seguir escalando profesionalmente. No hay un ambiente tan machista como en España”.
Por eso anima a probar, aunque solo sea por una temporada. “Si es por un tiempo, bien; si es para siempre, también. Pero hay que experimentar”. Para ella, bastó con actualizar su perfil en LinkedIn y atreverse. “Solo hay que ponerse”, concluía.
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